“El delito es proxenetismo, no facilitación de la prostitución”, se quejó el abogado querellante Carlos Garmendia. La sentencia fue resuelta por la Sala IV.
“Yo soy la prostituta”, dijo N.B.G. en la sala de juicio cuando le dieron la oportunidad de tomar la palabra por última vez. Pese a que aseguró ser inocente, fue condenada a cinco años de prisión por haber facilitado la prostitución de su sobrina menor de edad.
El juicio duró dos días y estuvo dirigido por los miembros de la Sala IV María del Pilar Prieto, Alfonso Zóttoli y Rafael Macoritto. Durante ambas audiencias se escucharon los testimonios de la víctima, B., de su madre y de los policías que participaron de la investigación.
El caso ocurrió en junio de 2010 cuando B., que era menor de edad, estaba viviendo en la casa de su tía N.B.G. porque su madre M. (hermana de la imputada) estaba en la cárcel de mujeres por una causa de homicidio. Según declaró la víctima en el debate, por esos días su tía le sugirió que se prostituyera. “Me dijo que, como parecía de más edad por el cuerpo que tenía, estaba la posibilidad de trabajar como prostituta para conseguir dinero rápidamente y pagar un abogado que saque a mi mamá de la cárcel”, relató B. ante el tribunal.
Al expediente fueron añadidos avisos clasificados que promocionaban a una mujer como acompañante y aportaba dos números de teléfono, ambos pertenecientes a la imputada. “Luciana, morocha infartante”, ofrecía uno. “Ariana, calentita y atrevida”, promocionaba otro. Según dijo la madre de la víctima, su hermana había publicado esos anuncios para ofertar a B. en el mercado sexual.
La víctima ratificó esa versión y hasta dio detalles de cómo se realizaba la actividad en la casa de la imputada, ubicada en calle Lavalle al 1.700. Relató que su tía recibía a los clientes, los hacía pasar a una habitación para que tuvieran relaciones sexuales con la niña y luego les cobraba por el servicio. Además, precisó que la mujer se quedaba con el dinero que pagaban los hombres.
Pero la imputada negó todas las acusaciones. “Soy la prostituta. Los avisos son míos, puse morocha porque soy rubia y usaba una peluca negra para trabajar. Jamás la prostituí a ella (por B.)”, aseguró ante los jueces.
Bronca y llanto
Al momento de los alegatos se produjo un debate respecto a la edad que tenía la víctima al momento del hecho. Se debe a que B. cumplió 13 años el 11 de junio de 2010 y, según dijo el abogado querellante Carlos Garmendia, antes de ese día la niña ya había sido víctima de prostitución. Pero la fiscala de Cámara Marta Jerez y el defensor Oficial Hernán Molina sostuvieron que la denuncia fue realizada con posterioridad. La diferencia era importante ya que el Código Penal prevé una pena mayor si la víctima es menor de 13 años.
Ante esa situación, Garmendia pidió que N.B.G. sea condenada a 15 años de prisión, mientras que Molina solicitó la absolución de su defendida. En cuanto a Jerez, pidió una pena de cinco años por el delito de facilitación de la prostitución, que finalmente fue concedida por decisión unánime del tribunal. La fiscala tuvo en cuenta que muchas de las mujeres de la familia de las protagonistas del caso fueron alguna vez prostitutas. “Hasta se pudo ver a la actividad como una profesión en la familia”, consideró.
Cuando se terminó de leer la sentencia, una mujer del público se levantó y salió diciendo “me retiro porque me dan asco”. Esa señora que se apoyaba en un bastón era Irma Abraham, quien es pariente de la imputada y una conocida propietaria de varios hoteles alojamiento de la provincia.
Por otra parte M., la mamá de la víctima, rompía en llanto afuera de la sala. “Le hicieron mucho daño a mi hija. A pesar de que a ella (N.B.G.) la condenen, nadie va a reparar el daño que le hicieron a mi hija”, lamentó.
Tampoco se retiró conforme con la sentencia el abogado querellante. “Entendemos que se ha probado que el delito es proxenetismo y no facilitación. La imputada aprovechó la situación de vulnerabilidad de la víctima, su sobrina, y la obligó a prostituirse y la mantuvo en esa situación. Seguramente lo plantearemos en Casación”, advirtió Garmendia.
“Yo soy la prostituta”, dijo N.B.G. en la sala de juicio cuando le dieron la oportunidad de tomar la palabra por última vez. Pese a que aseguró ser inocente, fue condenada a cinco años de prisión por haber facilitado la prostitución de su sobrina menor de edad.
El juicio duró dos días y estuvo dirigido por los miembros de la Sala IV María del Pilar Prieto, Alfonso Zóttoli y Rafael Macoritto. Durante ambas audiencias se escucharon los testimonios de la víctima, B., de su madre y de los policías que participaron de la investigación.
El caso ocurrió en junio de 2010 cuando B., que era menor de edad, estaba viviendo en la casa de su tía N.B.G. porque su madre M. (hermana de la imputada) estaba en la cárcel de mujeres por una causa de homicidio. Según declaró la víctima en el debate, por esos días su tía le sugirió que se prostituyera. “Me dijo que, como parecía de más edad por el cuerpo que tenía, estaba la posibilidad de trabajar como prostituta para conseguir dinero rápidamente y pagar un abogado que saque a mi mamá de la cárcel”, relató B. ante el tribunal.
Al expediente fueron añadidos avisos clasificados que promocionaban a una mujer como acompañante y aportaba dos números de teléfono, ambos pertenecientes a la imputada. “Luciana, morocha infartante”, ofrecía uno. “Ariana, calentita y atrevida”, promocionaba otro. Según dijo la madre de la víctima, su hermana había publicado esos anuncios para ofertar a B. en el mercado sexual.
La víctima ratificó esa versión y hasta dio detalles de cómo se realizaba la actividad en la casa de la imputada, ubicada en calle Lavalle al 1.700. Relató que su tía recibía a los clientes, los hacía pasar a una habitación para que tuvieran relaciones sexuales con la niña y luego les cobraba por el servicio. Además, precisó que la mujer se quedaba con el dinero que pagaban los hombres.
Pero la imputada negó todas las acusaciones. “Soy la prostituta. Los avisos son míos, puse morocha porque soy rubia y usaba una peluca negra para trabajar. Jamás la prostituí a ella (por B.)”, aseguró ante los jueces.
Bronca y llanto
Al momento de los alegatos se produjo un debate respecto a la edad que tenía la víctima al momento del hecho. Se debe a que B. cumplió 13 años el 11 de junio de 2010 y, según dijo el abogado querellante Carlos Garmendia, antes de ese día la niña ya había sido víctima de prostitución. Pero la fiscala de Cámara Marta Jerez y el defensor Oficial Hernán Molina sostuvieron que la denuncia fue realizada con posterioridad. La diferencia era importante ya que el Código Penal prevé una pena mayor si la víctima es menor de 13 años.
Ante esa situación, Garmendia pidió que N.B.G. sea condenada a 15 años de prisión, mientras que Molina solicitó la absolución de su defendida. En cuanto a Jerez, pidió una pena de cinco años por el delito de facilitación de la prostitución, que finalmente fue concedida por decisión unánime del tribunal. La fiscala tuvo en cuenta que muchas de las mujeres de la familia de las protagonistas del caso fueron alguna vez prostitutas. “Hasta se pudo ver a la actividad como una profesión en la familia”, consideró.
Cuando se terminó de leer la sentencia, una mujer del público se levantó y salió diciendo “me retiro porque me dan asco”. Esa señora que se apoyaba en un bastón era Irma Abraham, quien es pariente de la imputada y una conocida propietaria de varios hoteles alojamiento de la provincia.
Por otra parte M., la mamá de la víctima, rompía en llanto afuera de la sala. “Le hicieron mucho daño a mi hija. A pesar de que a ella (N.B.G.) la condenen, nadie va a reparar el daño que le hicieron a mi hija”, lamentó.
Tampoco se retiró conforme con la sentencia el abogado querellante. “Entendemos que se ha probado que el delito es proxenetismo y no facilitación. La imputada aprovechó la situación de vulnerabilidad de la víctima, su sobrina, y la obligó a prostituirse y la mantuvo en esa situación. Seguramente lo plantearemos en Casación”, advirtió Garmendia.
Imagen : Inés Quinteros Orio/ La Gaceta