Sociedad Rural Argentina

¿Quiénes y por qué aplaudieron a Macri en la Rural?

En la tribuna gritaban. Decían que sí, que se puede. Así, tan impersonal. Que se puede. Que alguien puede. No ellos. No cantaron que vamos a volver, tan kirchnerista. Ni volveremos a ser gobierno como en «el 83», tan alfonsinista. Nada en primera persona; todo ajeno.macri_larura_grieta_campo-696x392

Y el presidente respondió. Les dijo que eran importantes, que eran fundamentales. “El campo es nuestro emblema”, les dijo. Y aplaudieron todos.

La Sociedad Rural Argentina es el campo. Tienen los títulos de propiedad que así lo prueban. Son el campo y se sienten el campo. Cuando empezó la conquista del desierto-habitado, la Sociedad Rural ya tenía diez años. La había fundado José Toribio Martínez de Hoz en 1866 y bajo su liderazgo la asociación patronal financió la masacre indígena de Julio Roca, el argentino.

Los Anchorena, los Pereyra Iraola, los Álzaga, los Menéndez, los Miguens; todos se hicieron ricos y famosos a fuerza de sangre. Y la sangre tira. Hoy sus herederos continúan juntos en la Sociedad Rural. Son los dueños indiscutidos de la tierra fértil.

De estancieros pasaron a ser terratenientes, y ahora son grandes empresarios. Constituyen la patronal campestre. Junto a la textil, una de las más aciagas del país. Según las últimas estimaciones, el trabajo rural tiene una tasa de informalidad del 70%. Sin contar, va de suyo, a los innumerables casos de esclavitud y explotación infantil.

Pocas restricciones, mucha explotación

Sacarle la pata de encima al campo. La consigna la repitió varias veces Mauricio Macri en estos meses, y se volvió a ufanar de ella el sábado frente a la Sociedad Rural.

En el decreto que rebajó en diciembre pasado las retenciones, el gobierno eligió sin embargo una frase más poética: “Eliminar las trabas y restricciones que hoy limitan su capacidad”. Nada de patas ni de podología, pero la misma idea.

La norma fue dictada a menos de una semana del cambio de mando. La urgencia por favorecer al sector era notoria. De lo que sigue, la historia es bastante conocida. El combo de devaluación y libre exportación significó miles de millones de dólares para los empresarios del agro. Del otro lado, los trabajadores rurales tuvieron que conformarse con un 30% de aumento salarial.

En el año en el que cae la construcción, la actividad industrial, el salario real y el trabajo registrado, el palco de la Sociedad Rural Argentina festeja. Y el presidente, ante su hinchada, pide estar “todos juntos tirando del carro para hacer crecer este país”. Una propuesta que hasta ahora se basa en una distribución desigual del esfuerzo.

“El gaucho siempre te ayuda, siempre te tiende una mano”, dijo Macri y aplaudieron todos. En plena gestación nacional, los gauchos eran la peonada que contrataban las estancias y las chacras en épocas de gran demanda. El resto del año, hacían changas y hasta sobrevivían cuatrereando ganando suelto. Fueron los vagos que describieron las leyes, el populacho, la «barbarie» según Sarmiento.

Hoy la peonada tiene seis mil empleos menos, según informó el Ministerio de Trabajo. Cuando el presidente dijo en su discurso “la tierra no es nuestra”, pareció que remataría diciendo que es para quien la trabaja. Pero claro que no. Se refería a las futuras generaciones, a los niños Anchorena y a las niñas Martínez de Hoz.

Los peones rurales viven su desgracia eterna. Fueron los explotados de la civilización oligárquica argentina en los años fundacionales y lo siguen siendo ahora, dos siglos después. Los trabajadores del campo estuvieron lejos de tener el desarrollo sindical histórico de sus compañeros industriales, y eso explica en gran medida su desamparo.

Gerónimo Venegas, el líder sindical de los ruralistas, estuvo el sábado en el palco de honor de la Sociedad Rural, y eso también explica su desamparo. Compartió espacio, aplaudiendo y sonriendo, con Luis Etchevere, el titular de la entidad patronal, denunciado por contratación precaria en 2014.

La acusación estuvo a cargo del Renatea, el órgano fiscalizador creado en 2011 con la sanción de la ley de trabajo agrario. Tiempo después, cuando Cambiemos llegó al gobierno, el desguace del organismo se gestó en base a despidos. Fue también un modo de sacarles la «pata» de encima a los empresarios del sector.

Claro que se puede

El discurso del presidente fue un mensaje claro a los dueños del campo. Producir más, multiplicar riquezas. Y como suele repetir con inquina, los trabajadores son apenas recursos. Su gobierno no planteará obstáculos de ningún tipo. Sino todo lo contrario.

“Tenemos muchos motivos para estar contentos”, había anticipado el titular de la Sociedad Rural hace dos semanas. Este sábado, satisfecho y con la sensación del deber cumplido, aclaró que los empresarios agrarios no apoyan a un partido político, sino a un “sistema de ideas y principios, con independencia de quienes gobiernen”.

Para su fortuna, este año tuvieron a un exponente propio allí parado, hablando en nombre del país. Por eso el palco de la entidad patronal aplaude fuerte y de pie. Es su propio apogeo. Exportar sin retenciones: sí, se puede. Esclavizar al peón rural: sí, se puede. Duplicar las ganancias: sí, se puede.

 

Imagen : vocesescritas.com