La operación mediática y los intentos de sacar provecho de la denuncia de la ex primera dama contra Alberto Fernández asoman por todos los frentes. Desde el Colectivo Ni Una Menos proponen tres claves para desarmar la trampa.

A partir de la filtración de chats privados, Clarín dio a conocer que Fabiola Yáñez habría sufrido violencia de género por parte de Alberto Fernández. Las conversaciones surgieron de un expediente que se tramita en el juzgado federal a cargo de Julián Ercolini, y con el fiscal Carlos Rívolo, en una causa en la que se investiga al expresidente por la contratación irregular de seguros. Finalmente, el martes último la ex primera dama confirmó la denuncia.
En ese contexto, las redes estallaron, pero la condena a la violencia quedó en segundo plano y el caso pasó a ser una excusa para deslegitimar la lucha feminista y el rol de las políticas de género.
Tampoco se privó de opinar el Presidente Javier Milei, quien pasó de no creer en la existencia de la violencia de género a tener la receta infalible para solucionarla. En un texto titulado “la hipocresía del progresismo”, afirmó que “la solución a la violencia que ejercen los psicópatas no es una crear un Ministerio”. “La única solución para bajar el delito–reveló- es ser duros contra quienes los cometen”.
“Tenemos que mantenernos en una agenda nuestra”
En un breve comunicado en sus redes, Ni Una Menos, el colectivo que en 2015 logró articular una lucha de décadas y poner en la agenda de los grandes medios, y de los gobiernos, el reclamo contra la violencia de género, fijó su posición sobre el tema.
A su vez, denunciaron la operación en medios tradicionales y en las redes que se montó sobre la denuncia contra Alberto Fernández. “Es asqueroso este nuevo intento de culpar a los feminismos: el cinismo es la moneda de cambio para quienes mientras reivindican la dictadura, usan y banalizan la violencia de género para seguir ejerciendo odio”, subrayaron.
En diálogo con Canal Abierto, Luci Cavallero, referente del espacio, propuso tres estrategias para desarmar la trampa que se le quiere tender al feminismo, y por elevación, al movimiento popular.