Córdoba

«Primatesta no ponía sus manos en el fuego por seminaristas»

Lo dijo en su declaración en el juicio de la megacausa La Perla, Guillermo Mariani, en relación al secuestro de seis clérigos.mariani4

El sacerdote Guillermo «Quito» Marianidijo que cuando fueron a pedirle al arzobispo de Córdoba, cardenal Raúl Primatesta, para que se interesara por el secuestro de los seminaristas de la Orden La Salette, la respuesta fue que «no iba a poner las manos en el fuego por ninguno de ellos».

Mariani declaró hoy en el juicio que se lleva a cabo en los tribunales federales de Córdoba, en el marco de la megacausa La Perla por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico militar en ese centro clandestino de detención.

El sacerdote declaró en relación al secuestro de los seminaristas de la Orden La Salette, Alejandro Ramón Dausa; José Luis Destefani; Daniel García Carranza; Hugo Humberto Pantoja Tapia; Alfredo Daniel Velarde y Santiago Martín Weeks, ocurrido el 3 de agosto de 1976.

«Nosotros pedimos al arzobispo (Primatesta) que se interesara (por los secuestros), y la respuesta fue que no iba a poner las manos en el fuego por ninguno de ellos».

En un momento de su testimonio, Mariani recordó que el principal imputado en la causa, Luciano Benjamín Menéndez se quejó ante Primatesta de que él estaba dando una «prédica pervertidora de la juventud».

El sacerdote tercermundista relató que eran constantemente vigilados: «Había un automóvil situado permanentemente entre la seccional 14 y la casa de las Hermanas. Ya había sucedido lo del asesinato de (Enrique) Angelelli y recibíamos mensajes que decían: ‘sabemos lo que estás haciendo, te vamos a seguir a todas partes’…». A raíz de esas amenazas, Mariani fue a hablar con el Obispo Primatesta.

«Le comenté de todo esto. Él se quejó al tercer cuerpo y me consiguió una entrevista con (el desaparecido represor, Juan Bautista) Sasiaiñ», quien le dijo que era la guerrilla la que lo estaba persiguiendo y que le pondría un batallón para que lo cuide.

«Me dijo -añadió el sacerdote-, que estaba preocupado de que la Patria cayera en el socialismo. Salí de la entrevista con Sasiaiñ con la certeza de que no tenía ninguna seguridad».

Señaló que el asesinato de monseñor Angelelli, «significó un momento muy importante» para su seguridad. «Cuando supimos de la muerte viajamos con un compañero a La Rioja y allí tuvimos la reunión con otros sacerdotes riojanos», contó.

«Para disolver toda sospecha, se nos dijo que el maletín que cargaba Angelelli, y que portaba las denuncias y testimonios sobre secuestros de sacerdotes, había quedado en manos del Nuncio (Apostólico) y que estaban a salvo. Luego supimos que no estaban en poder del Nuncio sino de (el entonces ministro del Interior de la dictadura Albano) Harguindeguy», destacó.

Contó que su participación en el funeral marcó su destino: «Fui convocado para hablar en el funeral en nombre de los amigos de otras diócesis. Yo dije que claramente lo de Angelelli no había sido un accidente sino una muerte planeada. Desde allí comenzaron las amenazas en mi contra».

Posteriormente declaró Susana Romano Sued, secuestrada el 24 de junio de 1977, y fue alojada en el centro clandestino de detención y torturas La Ribera, donde permaneció hasta mediados de agosto de ese año.

La testigo fue citada a declarar en el marco del expediente Mackentor, la empresa apropiada de manera extorsiva por los militares el 25 de abril de 1977, ya que fue testigo de la presencia de los empleados y directivos del grupo empresario en ese centro clandestino de detención.

Romano Sued relató que en La Ribera fue víctima de simulacro de fusilamiento. «Vivíamos así, una vida de incertidumbres, no nos dejaban dormir los guardias. Algunos nos trataban bien. Por uno de ellos nos enteramos de que estábamos en el Campo de la Ribera».

Recordó que en el calabozo donde fue alojada, las dos chicas que se encontraban junto a ella eran estudiantes de psicología. Se trataba de Analía Ribaudo y Marily Bombey.

«Analía estaba ensangrentada y lastimada por las torturas. Yo la ayudé a quitarse la ropa pegada en las quemaduras de la picana», recordó la testigo. «En aquel momento pensé que prefería morir antes de pasar por eso».

Finalmente, declaró Lía Margarita Delgado, empleada del grupo Mackentor, quien fue secuestrada en abril de 1977 por personal de las fuerzas armadas vestidos de fajina. «Buscaban documentación» de la firma.

Luego de escuchar los testimonios, el Tribunal Oral Federal número 1 (TOF1) resolvió pasar a un cuarto intermedio hasta el próximo martes a las 10.30.

 

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