El fenómeno de la discriminación entendida como creencias, juicios y acciones que segregan, separan, excluyen a quienes se consideran, en términos absolutos y dogmáticos, inferiores a un modelo establecido como deseable, se traduce en perjuicios legales, opresión política, trato desigual u hostil ( que puede convertirse en violencia explícita) a personas o grupos, por parte de otros, generalmente una mayoría que puede exhibir alguna clase de poder. Esto es claramente violatorio de los derechos fundamentales que nos exigimos como parte de una sociedad que acepta, como condición moral básica del sistema democrático, el respeto irrestricto de todos y cada uno de sus miembros.
La identificación de la discriminación no es fácil, ya que muchas actitudes que lesionan derechos humanos no se consideran como tales, y son asumidas habitualmente por la mayoría de la población. Entre otras, la propia institución escolar que, en los textos y discursos asume los valores de igualdad y solidaridad, está atravesada por situaciones que reiteran creencias, discursos y actitudes discriminatorias.
¿Cómo podemos ?medir? el grado de inserción que tiene en la escuela la prédica sobre la igualdad humana? La distancia entre lo que se enseña y lo que se piensa y siente en estos temas suele ser mayor de lo que creemos. Tomás Calvo Buezas (1993) propone una encuesta ( para docentes y estudiantes), dirigida a medir la distancia social existente entre las personas en un tiempo y espacio social determinado, y para eso establece una serie de relaciones interétnicas con grupos diversos, preguntándoles si ? les daría lo mismo? ? les molestaría algo? o ? les molestaría mucho? crear con ellos relaciones sociales como las siguientes: vivir en el mismo barrio, ser amigos o compañeros de trabajo, tenerlos como compañeros de clase o alumnos, casarse con ellos o casar a sus hijos.
Los resultados de la encuesta son bastante sorprendentes porque los encuestados se muestran más intolerantes, racistas y xenófobos de lo que creen ser, a pesar de haberse asumido en el discurso como ciudadanos respetuosos de los derechos humanos.
Como bien se sabe, la sola afirmación del postulado de la igualdad no es suficiente para que los seres humanos lo asuman en sus prácticas individuales y sociales. Se ha negado la igualdad no sólo con acciones políticas o económicas concretas, sino en un nivel mucho menos percibido: a través de los conocimientos que las personas adquieren sobre la realidad, sobre la sociedad y los modos como sus integrantes se relacionan. Allí hay valores implícitos que estructuran muchas de las prácticas sociales. Si tomamos esto en cuenta podremos revisar nuestras concepciones acerca de una serie de actitudes que forman parte de lo que Hebe Clementi ( 1995) llama la discriminación tácita que aumenta la distancia social y no da lugar a que los discursos sobre la igualdad se instalen en la sociedad como comportamientos.
La mayoría de las veces esta discriminación no explícita pero existente no nos deja percibirnos como sujetos discriminadores, por ejemplo, cuando declaramos- y lo creemos- que ? en nuestro país no existen problemas serios de clase o etnia?, en virtud de nuestra heterogénea composición poblacional, de fuerte impronta inmigratoria, hasta que una situación concreta nos pone frente a nuestros prejuicios. Un ejemplo: la protesta contra los ? piqueteros?, que obstaculizan con cortes de calles y ruta el paso de la gente. Junto con la normal molestia que estas situaciones generan, se ha deslizado, sin que prácticamente sea registrada como tal, una caracterización de quienes realizan estos piquetes ( pobres, desempleados, marginados de cualquier posibilidad de ejercer la ciudadanía como corresponde ) que asume características altamente discriminatorias: el piquetero es ? morocho ( negro), sucio, vago e inservible? y es culpado de todos los males que afectan al país. Se cuestiona a quienes cortan las calles, y no sólo por la molestia que esto produce, sino que se cuestiona hasta la propia legitimidad de sus protestas.
Se puede no acordar con esta forma de hacer política, pero ya no es eso lo que debate una buena porción de la población. Se ha pasado- casi sin notarlo- a un discurso que recoge la irracionalidad que está presente en toda discriminación. El grupo al que pertenecen quienes realizan los piquetes es un grupo que tiene características negativas que son ? propias?, no es el resultado histórico de la exclusión y la falta de oportunidades, sino de un destino que no puede alterarse.
En el caso específico de la discriminación de género, las mujeres excluidas de la igualdad durante largos siglos, son el ejemplo paradigmático de un prejuicio que se consolidó en las leyes, en las normas, en las costumbres, en el sentido común que no detecta acciones discriminatorias dirigidas a mujeres, aún cuando se expresen de manera casi explícita. Una gran parte de la sociedad está acostumbrada a considerar de poca importancia las violencias ejercidas contra las mujeres- salvo los casos de trascendencia policial o política- que se manifiestan fundamentalmente en una educación que repite estereotipos sexistas, no en los discursos pero sí en las prácticas.
Es creciente la preocupación en algunas instituciones escolares por el grado de violencia que presenta la relación entre los/as adolescentes, donde los varones colocan a las chicas en situaciones de desvalorización constante ( aumento de expresiones verbales violentas y degradantes de los varones hacia las mujeres y el ejercicio cada vez más frecuente de la fuerza física sobre ellas), y una falta total de respeto por el derecho a decidir en libertad sobre su cuerpo ( en una charla informal los varones de un colegio secundario manifestaron que las chicas debían hacerse cargo de un embarazo no deseado, sin ningún atenuante. Ellos no.
Hay dificultades serias para reconocer la discriminación contra las mujeres, y esto se expresa en las diferentes prácticas y discursos sociales. Por ejemplo el chiste- además de ser objeto de estudio del psicoanálisis- ha sido analizado desde una perspectiva de género, y se ha concluido que en aquellos que se refieren a las relaciones entre varones y mujeres, la mayoría da por supuesta una mujer propiedad de un varón, que tiene sobre ella derechos naturales, lo que le sirve de argumento para descalificar constantemente todo lo relacionado con el mundo femenino. En los únicos casos en que ellos aparecen como víctimas, lo son de una mujer de mayor tamaño, con apariencia masculina, más fuerte físicamente y de mal carácter.( Doña Sisebuta)
Muchas estudiosas han recogido textos de distinta procedencia para mostrar cómo la literatura, la religión, la filosofía, la ciencia, han considerado a la mujer como un ser con más proximidad con el mundo animal que con el humano, y como consecuencia de esto el castigo infringido contra ella tiene menos efectos morales, jurídicos y sociales ( Shua, 1998).
Otra cuestión que debe tenerse en cuenta al analizar el tema de la discriminación es el del reconocimiento o no de la diversidad cultural, tan presente en nuestros días, fundamentalmente en los países con fuertes corrientes migratorias de pueblos que tienen costumbres, creencias y modos de vivir las relaciones humanas muy diferentes a las del país que han elegido para asentarse. Es usual que se produzcan, por parte de los habitantes del país actitudes que van desde la intolerancia al rechazo directo y que han llegado a manifestarse en acciones violentas contra los inmigrantes, en su mayoría pobres y, por lo tanto más vulnerables.
Es un deber de todos/as los/as ciudadanos/as y en particular de los que tienen responsabilidades en las instituciones educativas el reconocimiento de esta problemática y la puesta en práctica de estrategias que permitan identificar y analizar los procesos y mecanismos que están en la base de los hechos discriminatorios más frecuentes en su comunidad. No sólo aquellos que se expresan claramente, sino de los discursos y mensajes públicos que bajo la consigna de la defensa de los valores de libertad y respeto por los derechos humanos, exacerban las diferencias de clase, de etnia o de género, con políticas públicas que dejan a quienes son los mayores afectados por los actos discriminatorios en condiciones de vulnerabilidad.
* Palacios, María Julia, Carrique, Violeta, Construir la Igualdad, Por una ciudadanía sin exclusiones. Colaboradoras : Sánchez , Luz del Sol, Urrizaga , Ángeles, 1º ed., Ed. Salta, Universidad Nacional de Salta, 2008.
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