Cuando me pidieron que expresara mis ideas con relación a la
mujer y la política, comencé pensando desde que lugar lo haría,
desde mi posición actual, de mi experiencia en la función pública o
de mi militancia y me remití a mi propia historia de militancia, por
los años transcurridos, me di cuenta, que viví procesos de
participación diferentes según las décadas de los últimos casi
cincuenta años.
No los viví pensando que estoy vieja, sino que me sentí orgullosa
porque los puedo contar y trasmitir a los más jóvenes que se
puede, cuando los objetivos son claros y sobre todo la entrega a la
política es indeclinable.
Lo más preocupante es que me di cuenta que muchas mujeres
como yo, no tuvimos la mirada de género en nuestra militancia.
Por eso fue interesante lo que viví en estos días: como pasar un
scanner por tu vida desde otra perspectiva.
No voy a negar que sentí reproches por no haber visualizado esta
perspectiva de género, porque cuando leemos las historias de las luchas en el mundo, son de muchos años atrás, de la época en que
comencé a militar.
En algún momento tendremos que debatir esto. Continúo con mi
humilde crónica.
Mis primeros pasos fueron a finales de los años 60 y principios de los
70. Yo creía, en esa época, que las mujeres podíamos participar con el
sólo hecho de abrazar una ideología política. En mi caso, el Peronismo,
en el lugar que le toque, en los movimientos obreros, estudiantiles y
urbanos populares, las organizaciones de jóvenes que eran fuertes y
que tenías procesos de participación en las discusiones políticas, en
la difusión de las ideas, en el reclutamiento de militantes. Esto nos
conformaba y sentíamos que teníamos un lugar.
Me detengo aquí!
Sí logramos participar en un espacio político. En los 70 pudimos
comenzar a cuestionar las relaciones sociales de poder, pero ese
Poder estaba declarado como ?principio masculino?.
Esos movimientos de jóvenes que comenzaron a participar con
otra visión más popular en los Partidos Tradicionales, basta
mencionar Franja Morada del Radicalismo, Juventud Peronista del
Justicialismo, Jóvenes Socialistas del Partido Socialista, y así muchos
más, donde unos de los temas fundamentales era cuestionar los
modelos de participación política; pero si nos vamos a la historia
de los 70, los líderes que tuvieron protagonismo eran hombres, la
mujer quedó en el papel de militante comprometida con ciertas
actividades de segunda.
En el proceso democrático del 73 la lucha consistía en que los
jóvenes participaran en los partidos. Fue una lucha dura, pero
con algunos resultados, lo poco logrado, fueron la mayoría
hombres.
Yo rescato ese momento vivido, porque considero que fue un
avance de la mujer joven, pero también hay que decir que el costo
de participar era dejar la femineidad por la masculinización.,
Recuerdo a compañeras que eran verdaderos cuadros políticoslamentablemente muchas de ellas desaparecidas por la dictadura-, que para tener protagonismo y alcanzar algunos lugares de
conducción, en sus expresiones, se manifestaban rasgos machistas,
porque debían comportarse con actitudes de fortaleza, de firmeza
y de mando para igualarse al hombre.
Esa experiencia que fue muy rica en discusión de modelos, en
acuerdos con sectores populares, en trabajos comunitarios, se
anuló por que en la Argentina, en esa misma época, se estaba
gestando el proceso dictatorial más sangriento; también en
esta etapa, puedo ser testimonio de vida como militante porque
me toco ser detenida política y relatar como fuimos las mujeres
tratadas particularmente, donde los militares con sus torturas o
en los regímenes carcelarios, permanentemente nos cuestionaban
por qué estábamos metidas en la política y no en la casa criando
hijos o lavando platos.
La dictadura aplicó un sistema específico para las mujeres. Diría de
doble tortura porque, por ejemplo, sufrimos violaciones y vejaciones
porque se ensañaban con nuestra condición de mujer y sobre todo
de madres al no dejarnos tocar a nuestros hijos por los locutorios
de vidrio, hasta la criminalidad más brutal de la humanidad matando
a nuestros hijos o robándolos.
Considero que en esta etapa se profundizó la masculinización aún
más y produjo una etapa de retroceso en la participación de la mujer.
A principios de los 80 cuando la Dictadura comienza su desgaste,
gracias a la lucha permanente de miles de argentinas y argentinos
vuelve la democracia y renace la participación política.
Una participación a mi entender, desde la concepción tradicional
de los partidos, donde nosotras las mujeres no teníamos cabida y
vuelve el hombre a tomar el poder de las decisiones.
Tuvimos un mayor protagonismo, al empezar nuevamente las mujeres
a pelear el espacio que nos corresponde. Aunque nuestra participación
fue limitada; recuerdo como se realizaban las listas de candidatos en
esos días, en algunos pocos casos buscaron a mujeres que tenían
algún reconocimiento militante, pero muy, muy escaso. Aquí comienza
la moda de los parentescos o las amigas de los dirigentes.
En todos los casos y aún hoy siguen los hombres discutiendo y
eligiendo los nombres de las mujeres con total discrecionalidad. Esta
realidad sigue igual en la década de los 90 y hasta en el nuevo siglo.
La lucha de las mujeres para mi, se concretizada en la Ley de Cupo,
que tantos cuestionan, ya que fue un paso trascendental porque
aunque siguen eligiéndonos los hombres, pudimos avanzar en los
espacios legislativos. Hoy somos una realidad. Pero no es suficiente,
porque si bien avanzamos en el espacio de los cargos legislativos,
en los ejecutivos y en los conductivos de los partidos tenemos
todavía un desafío muy importante.
Para lograr nuestra participación en todos los campos: científico,
técnico, profesional, económico, social, artístico, deportivo y político,
siempre es una doble lucha, para mantener el rol de la mujer y
desarrollarnos naturalmente.
Creo que en el tema la mujer y la política, uno de los aspectos más
importantes para avanzar en la real participación, es cuando logremos
la reforma profunda de la participación en los Partidos Políticos
con la concepción de género y sobre todo en los procesos de
selección de los cargos tanto electivos, ejecutivos como de
conducción.
Este es el debate que mujeres de muchos países comienzan a dar
porque vieron que el cuello de botella para la mujer es el de la
toma de decisiones en la política y para lograrlo debemos
democratizar a los partidos y así tener la posibilidad de elegirnos
porque somos más y nos lo merecemos.
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*Las mujeres y el Bicentenario / coordinado por María Silvia Varg. 1a ed. – Salta : Mundo Gráfico Salta Editorial, 2010.
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