La división sexual del trabajo comienza en la familia, que asigna a sus integrantes tareas, funciones y responsabilidades diferentes según el sexo. Pero, como se dijo, no se trata de meras diferencias, se trata de diferencias jerarquizadas, pues socialmente no se han valorado, ni se valoran todavía de la misma manera, las cualidades y los roles atribuidos a varones y mujeres. El plus de valoración, para todo lo concebido como propio de lo ?masculino? ha determinado la situación de histórica desventaja para el colectivo de las mujeres. Así, el padre fue siempre el? jefe? de la familia, con exclusivo poder, hasta hace muy poco, sobre : a) los bienes ( el hombre podía disponer de ellos sin la intervención de la esposa); b) los hijos ( la patria potestad era exclusiva del padre; en nuestro país fue compartida por las madres recién a partir de 1986); c) la esposa, subordinada al marido por la legislación ( la mujer estaba obligada por el matrimonio a seguir a su marido ? donde él fije residencia?; debía contar con el ? permiso? del marido para actividades personales;)
Mientras, las tareas domésticas han sido ( y siguen siendo) consideradas ? propias? de las mujeres ( la esposa y las hijas) y la crianza de los hijos responsabilidad única de las madres., la función de proveedor le correspondía al hombre, con el poder que otorga ser el que ? mantiene? el hogar. Aunque las condiciones económicas y las transformaciones sociales han modificado esa relación, sigue vigente en el imaginario social ese reparto de responsabilidades.
Un aspecto muy importante de esta división del trabajo es la nula calificación de tal a las tareas de la casa. Las mismas mujeres cuando se les pregunta si trabajan, si no lo hacen fuera de la casa, responden ? No, soy ama de casa?;los hijos pueden decir ? mi mamá no trabaja, y el marido ? mi mujer no trabaja?. El trabajo doméstico- cuando no es realizado por otra persona ajena a la familia, no se considera trabajo: no es remunerado, es a tiempo completo, no tiene vacaciones, licencias, ni obra social. A tal grado llega la ? invisibilización ? de ese trabajo, que las teorías económicas no lo han tenido en cuenta- hasta hace una década, a la hora de analizar las variables económicas de una sociedad.
Hoy se sabe que la economía de la casa es un pilar insustituible de la economía general. En la casa se produce la reconstrucción de la fuerza de trabajo : las tareas domésticas, normalmente en manos de las mujeres, permiten la renovación de energías ( comida) de los/as trabajadores y el cuidado y renovación de la ropa de trabajo( lavado, planchado, costura). Pero, además, de las mujeres- en tanto reproductoras de la especie, depende fundamentalmente, la renovación de la mano de obra ( hijos).
El cambio social producido con el ingreso de las mujeres en el campo laboral, no ha ido acompañado de un cambio similar en la familia; cuando las mujeres tienen trabajo remunerado fuera de su casa, no están eximidas de las tareas domésticas. Aunque con algunas diferencias favorables para muchas mujeres, la división sexual del trabajo perdura en la familia.
Economistas como el premio Nobel Amartya Sen, han puesto en evidencia, el valor de la economía doméstica y la necesidad de considerarla para explicar mejor la economía general.
? El porvenir la humanidad, cuya preparación es lo más inteligente que podemos hacer, exige, pues, que la mujer sea considerada como la igual del hombre. Igual en derechos, en oportunidades, en tarea, en responsabilidad. Cuanto antes se llegue a esa igualdad- que es social, no biológica o psíquica- antes se alcanzará un estado superior de entendimiento y armonía entre los grupos humanos? Alicia Moreau.
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*Construir la Igualdad- Por una ciudadanía sin exclusiones
Colaboradoras : Luz del Sol Sánchez ? Ángeles Urrizaga
1º ed.,Salta, Editorial de la Universidad Nacional de Salta, 2008
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