Cecilia Iselli* y Sebastián Tafuro. /Alfonso Prat Gay

Despiden a una mujer del Ministerio de Hacienda por ser madre

Para los trabajadores y las trabajadoras, el primer año de gestión de Mauricio Macri nos deja un trago bastante amargo. Si bien no ha podido lograr el ajuste que pretendía y el movimiento obrero ha podido resistir parte del embate, hay un claro retroceso y un empeoramiento de las condiciones de vida.

Imagen : Notas
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Arrancamos en diciembre con un fuerte ataque hacia los y las trabajadoras estatales, con despidos masivos -en total superaron los 11 mil sólo en la Administración Pública Nacional- argumentando que no trabajaban, que eran ñoquis y parte de una “grasa militante”. Este fue el guiño del gobierno para que el sector privado hiciera lo propio y hoy sumamos más de 300 mil despidos en diferentes sectores, sustancialmente en la industria, la construcción y el comercio. Los tarifazos, la apertura de importaciones, la devaluación y el gran salto inflacionario deterioraron los salarios de quienes aún mantienen su puesto de trabajo y la caída del consumo y el parate de la economía contribuyó para engrosar aún más los despidos y las suspensiones que ya se venían sucediendo en fábricas y empresas.

Pero aún con todo esto, el macrismo no ha logrado modificar estructuralmente las condiciones de trabajo para poder llevar a cabo el ajuste necesario y que le exigen los sectores dominantes. Si bien no se ha podido revertir la flexibilización laboral de los años ’90 y un gran porcentaje del pueblo trabajador se encuentra precarizado, todavía hay un piso muy fuerte de derechos laborales y de organización que le impiden a la actual administración lograr sus objetivos estratégicos. Es por esto que no es menor lo que está ocurriendo en el Ministerio de Hacienda y Finanzas Públicas, porque si bien se trata de un caso particular tiene implicaciones más profundas que hacen prever una avanzada contra los derechos de todos los trabajadores y las trabajadoras.

Hace dos semanas nos enterábamos que a una compañera de trabajo no se le renovaría el contrato para el año que viene. Una compañera que hace más de cinco años trabaja en el Ministerio, que es economista y que es madre de una nena de un año. Dentro de las justificaciones para no renovarle su contrato se encuentran el hecho de que se había “ausentado mucho” (esto obedecía al uso de la licencia por familiar enfermo que, precisamente, era su hija), que había bajado su “productividad” producto de tener jornada reducida y por hacer uso del lactario, un espacio que fue producto de la lucha que se dio como Comisión de Géneros de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) el año pasado y que permite a las mujeres sostener la lactancia cuando se reinsertan a su puesto de trabajo. Una verdadera aberración y encima la decisión fue tomada por una jefa, María Eugenia David du Mutel de Pierrepont, que asumió en el cargo de Auditora Interna hace menos de tres meses.

Entendemos que este despido no solo habla del machismo y la violencia de género institucionalizada, sino también de la línea que quiere marcar el gobierno respecto a los derechos laborales de los y las trabajadoras. No es un caso aislado de una jefa que no tiene ninguna sensibilidad desde lo humano, ningún respeto por las leyes y los convenios, sino una advertencia a todos los trabajadores y las trabajadoras.

No alcanza con realizar talleres con perspectiva de género y difundirlos con bombos y platillos, como vienen impulsando desde el sector de Recursos Humanos del organismo, sino que esa iniciativa “por arriba” debería traducirse en prácticas concretas “por abajo” que acaben con estas lógicas de discriminación hacia las mujeres por el sólo hecho de ser madres. Porque aunque esta situación aparece como la más extrema, sabemos que hay varios jefes y jefas que utilizan discursos perversos para limitar los derechos que supimos conseguir. “¿Otra vez fuiste al lactario?”, “Necesito que te quedes unas horas más”, “No puede ser que tu hijo se enferme tanto”, son frases más comunes y arraigadas de lo que creemos.

Después de casi un año de mandato, no es una sorpresa para nadie que el objetivo de Cambiemos es achicar lo más posible los costos de producción. Es claro que no van a tocar las ganancias de los empresarios, que en muchos casos son los mismos que están por detrás de algunas decisiones gubernamentales, y que lo que se está buscando es reducir los costos laborales, con el significado claro y nefasto que implica eso en la terminología neoliberal.

Para el macrismo, la brecha se cierra con un ajuste sobre el salario de los y las trabajadoras. Pero para llevar a cabo este plan tienen que pasar por encima de muchos años de luchas y conquistas de la clase trabajadora que se han impreso en leyes y convenios y que marcan un piso de derechos para los y las laburantes y para todo el movimiento obrero organizado que la sigue peleando.

El mismo presidente hace algunas semanas advertía que era necesario modificar los Convenios Colectivos de trabajo, que los mismos estaban obsoletos y que había que adaptarlos al siglo XXI. Una de las cosas que aduce es que aferrarnos a ellos debilita los puestos de trabajo que tenemos, una frase más que premonitoria para lo que fue el despido de la compañera en el Ministerio de Hacienda y Finanzas Públicas, ya que todo lo que se esgrime desde las autoridades para no renovarle el contrato es haber hecho uso de las licencias y beneficios que le confiere el convenio por haber sido madre recientemente.

Es por esto que, como decíamos, no lo entendemos como un caso aislado, sino una advertencia. De Prat-Gay, quien es el comandante del barco a la deriva que es la economía argentina, y esencialmente de un gobierno dispuesto a todo para configurar una nueva hegemonía político-económica absolutamente contraria a los intereses de los sectores populares.

Hoy es una compañera por usar las licencias por maternidad, pero están en discusión todas las licencias, están en discusión todos los derechos que tenemos los y las trabajadoras. No hay que dormirse en los laureles. La alianza gobernante tiene una estrategia y hábilmente utiliza los medios de comunicación para ir construyendo agenda. Si no es el momento exacto para aplicar su plan, retrocede. Pero es paciente para intentar jugar esa carta cuando le den las condiciones para hacerlo. Resistir en unidad y ser capaces de identificar por dónde nos van a atacar es la clave para los tiempos que, vertiginosamente, transcurren en Argentina.

* Delegada de Géneros y Delegado Gremial de la Junta Interna de ATE – Ministerio de Economía