Afganistán

Defensora afgana de los DDHH afirma que no hay marcha atrás en las libertades

Sima Samar (Ghazni, 1957), referente afgana de los derechos humanos, dice no temer un retroceso significativo de las libertades en caso de acuerdo entre los talibanes y el Gobierno que salga de las urnas tras las elecciones del sábado en Afganistán.burka_1_grande

«No se trata solo de correr detrás del turbante y la barba larga para hablar con él», afirma en entrevista con Efe sobre las posibles conversaciones de paz para las que reclama a los candidatos que respeten los avances sociales conseguidos en la última década.

Médica de profesión, Samar se convirtió en una de las caras más conocidas de la incipiente democracia afgana -«en el símbolo», dice entre sonrisas- cuando fue nombrada en 2002 ministra de la Mujer en el primer Gobierno encabezado por Hamid Karzai.

Meses después fue forzada a dimitir por su oposición a las leyes más conservadoras y pasó a encabezar la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán (AIHRC), desde donde defiende con fuerza unos derechos vapuleados por la guerra que asuela el país.

Desde el inicio del proceso de diálogo en Afganistán, ha velado muy activamente porque los derechos de la minorías -ella pertenece a la oprimida minoría hazara- y las mujeres no fueran sacrificados en el altar de la reconciliación con los extremistas.

«Si ignoran a la sociedad civil no habrá un auténtico diálogo de paz, eso sería solo para conseguir un beneficio político a corto plazo», sentencia refiriéndose a los esfuerzos negociadores que proclaman los principales candidatos a la Presidencia.

«Cualquier proceso de paz requiere un apoyo popular claro», dice, «y hay que implicar activamente a las víctimas y a las mujeres», prosigue.

«Incluso aunque (los candidatos) no tuvieran la voluntad política de defender esos derechos, no les permitiríamos que los usaran como baza de la negociación. Yo como ciudadana los defenderé (…) y como yo muchos otros», afirma.

«El concepto de derechos humanos ha calado incluso en partes muy remotas del país. Quizás sin mucho detalles, pero mucha gente ha oído hablar de ellos y lo van a defender», explica Samar con su habitual tono pausado y afable, ajeno a la tensión reinante.

Tras vivir los diferentes regímenes desde la monarquía de Zahir Sha, Samar afirma que «hay mucha esperanza porque no elegimos ninguno de los anteriores regímenes, pero este sí».

A pesar de vivir amenazada y de luchar contra el integrismo que ha desangrado su país, la exministra acepta, como apuntan numerosos analistas, que con el transcurso de los años ha habido cierta evolución en las filas talibanes.

«No quiero defender a los extremistas, pero la realidad es que con la mejora de las tecnologías y los cambios globales, puede que haya cambios en su mentalidad», reconoce.

«Antes había talibanes que estaban contra cualquier derecho de la mujer igual que estaban contra la fotografía o la televisión y ahora los vemos dando entrevistas sin demasiados problemas», dice, pero matiza que no cree que los insurgentes puedan volver a regir el país.

«No temo que tomen el poder como lo hicieron en los noventa. Ya no estamos en los noventa», sentencia.

Uno de los factores que Samar señala como diferencial es la presencia de la comunidad internacional en Afganistán, y reclama que su actividad se prolongue «porque el trabajo que vinieron a hacer aún no está completado».

Samar, que trabaja en un edificio del barrio universitario de Karte Seh con exhaustivas medidas de seguridad, no escatima críticas a la labor internacional -«habrían hecho mucho más si nos hubieran consultado más»- pero reconoce que «nos ha ayudado mucho».

«La comunidad internacional puede mediar, cooperar y hacer una labor de coordinación para impulsar el desarrollo del país», dice, y añade que su trabajo debe ser equilibrado; «no deben ni desentenderse ni dictar todas las políticas».

La directora de la AIHRC desgrana una serie de razones por las que el resto del mundo, en especial Occidente, debe mantener su apoyo al país centroasiático.

Por un lado, razona, «los problemas de Afganistán no incumben solo a este país» y señala que no se debe permitir que su país vuelva a ser santuario para terroristas que luego perpetran ataques en diversos puntos del globo.

«Por otra parte, recuerdo que durante la Guerra Fría, los países occidentales ayudaron a afganos a derrotar a los soviéticos y en cierta forma también fueron responsables en la creación del extremismo. Ahora deben ayudarnos a promover la democracia», afirma.

Imagen : encontreelolimpobajomicama.blogspot.com