“El Líder Religioso del catolicismo –gustoso de avances populistas y contramarchas conservadoras que le aseguran un intersticio para hacer política- se hace cargo de que el aborto, además de ocurrir en el cuerpo de las mujeres, ocurre en el cuerpo de las mujeres de su feligresía”.
Hace unos días corrió como reguero de pólvora el Documento del Papa Francisco “Misericordia et Mísera” donde, en línea con el Jubileo del 2016, autoriza en forma indefinida a los sacerdotes a perdonar el pecado de aborto a las mujeres católicas. No es poca cosa, antes esa era sólo una facultad de Obispos por la gravedad del pecado.
Esto puede leerse como una forma institucional en la que el Líder Religioso del catolicismo –gustoso de avances populistas y contramarchas conservadoras que le aseguran un intersticio para hacer política- se hace cargo de que el aborto, además de ocurrir en el cuerpo de las mujeres, ocurre en el cuerpo de las mujeres de su feligresía. Para las católicas esta es una declaración importante, no porque sin perdón fueran a dejar de abortar como históricamente todas las mujeres de todas las épocas lo han hecho, sino porque la decisión se desdramatiza en términos de pecado y la reconciliación es posible mediante la confesión.
Comprendo la impotencia de quienes sienten como una bofetada que el mensaje de un líder religioso tenga lectura política. Entiendo el encono de quienes intentan vivir en una democracia dignamente plural y se encuentran de testigos seculares de designios políticos-clericales. Computo la ofensa de quienes quieren ser libres de no profesar ningún culto y no pueden hacerlo en este país donde se reza en escuelas públicas, los símbolos religiosos están más a la vista que las paradas de colectivos, el Papa tiene prensa de la más fuerte y donde bajo la cruz, se dictan sentencias.
Pero es que el problema de la falta de laicismo no es de la Iglesia Católica que pugna por un lugar en el estrellato político de turno, el problema es de nuestros Gobernantes que sistemáticamente miran de reojo a la cruz frente a cada decisión. El problema es la “factura moral” del silencio clerical frente a obscenas injusticias –los desaparecidos se me vienen a la mente- y como reciprocidad en el pago, la hipoteca política de las formas de vida bajo una moral restrictiva propia solamente de un sector. La obstrucción en el debate del aborto, es parte de esa “hipoteca política” que ningún oficialismo se atreve a levantar.
Las preguntas que me quedan como activista católica de los derechos humanos de las mujeres es ¿Qué más nos deja el mensaje del Papa además de la puerta abierta para la propia desmentida Papal? ¿Será que desdramatizándose el aborto en términos de pecado podrá nuestro Congreso desdramatizarlo finalmente en términos de delito? ¿Es esta la habilitación formal que necesitaban los diputados y las diputadas para debatir si en Argentina, donde se hacen entre 379.000 y 522.000 abortos clandestinos al año según el Ministerio de Salud de la Nación, subsisten los consensos morales para que una mujer que aborta deba ir presa? ¿Será que la deuda de la democracia finalmente será saldada con nosotras? ¿Será que la Iglesia Católica corre por izquierda al Congreso Argentino?