Del Libro Mujeres de Salta- Testimonios de Vida

Claudia Camacho- Barrio San Benito

Habla con un dolor contenido por años, mascullando frases que saben a cuenta no saldada con la vida. Dolor que convirtió en energía para asistir a quienes hoy, están en peor situación que la de ella, si eso es posible.

En Tartagal, donde vivió sus primeros años, compartió a los cuatro años de edad, junto a un hermano y una sobrina, la doble pérdida de sus padres. Fallecido su padre, su madre los abandonó para formar nueva pareja. Cuesta imaginar a dos niñitas de cuatro años y un niño de 7 u 8, viviendo solos. Y mucho más, saber que sobrevivieron algún tiempo, gracias al trabajo que el niño realizaba como peón en una finca de Virgen la Peña.

Llora por la herida aún abierta, cuando recuerda que fueron sus propios familiares directos, residentes en Orán, quienes la ?rescataron? del abandono un día, para enviarla o regalarla a una familia en Salta, al otro día. Y subraya, acongojada ?No había cumplido ni los cinco??

Durante diez penosos años sobrellevó la pesada carga del trabajo doméstico y el sufrimiento del maltrato físico y psíquico. Narra con voz entrecortada ?me hacía limpiar el piso me hacía lavar, me ponía una banca y me decía que tenía que aprender a cocinar, me mandaba al almacén me demoraba un cachito porque había gente y ya me agarraba con el trenzado?

Sin amigos, sin juguetes, sin asistir a la escuela, sin amor. Atrapada en la relación ambigua que muchas familias establecen con sus ?criadas?. Familias que, al momento de aplicar normas o castigos argumentan sus relaciones de parentesco, pero al momento de distribuir beneficios, las excluyen, por la ausencia de lazos cosanguíneos, por su condición de ?criadas?.Por ello, quizás, fue denunciada a la policía, cuando decidió escapar del horror

Caminaba, despreocupada, junto a una amiga cierta noche, cuando un patrullero las detuvo?nos pidieron documentos y todo-recuerda-yo era chica, era justo para las fiestas, me empezaron a preguntar con quién vivía y yo me pongo inocentemente a responderles, y ahí nomás me subieron y me llevaron al Cuerpo de Bomberos. A la otra chica la levantaron, pero ella tenía quién la vaya a sacar, yo no. Me dijeron que sola no podía andar, así que me llevaron al Buen Pastor y ahí estaba, nadie me iba a ver? De allí, a ser inquilina en la cárcel del Buen Pastor, sólo medió un paso. Despojada de afectos y de pertenencias, encontró en ese lugar, algún hálito de calor, flaco pero suficiente estímulo, como para cursar sus estudios primarios y aprender Corte y Confección. Mientras, continuaba realizando tareas domésticas en casas recomendadas por la dirección de esa institución.

Rondaba los dieciocho años cuando después de otra mala experiencia en casas de familia resolvió enfrentar a la titular del juzgado en el que tenía que reportarse permanentemente. Se ganó la libertad a dentelladas y a puro coraje.?Y de ahí empecé a trabajar sola?afirma.

El amor agitó fugazmente sus días de adolescente y quiso formar una familia,?en un lugar que fuera realmente mío? añora. Después de varios hijos y varios sueños rotos, volvió a transitar caminos acompañada por su vieja amiga: la soledad.

Por entonces, la existencia de comedores comunitarios sostenidos por el gobierno, para niños de edad determinada, y su ingreso a una organización de desocupados/as, la dispusieron a llevar adelante, junto a otras personas ,un comedor abierto para todo aquel necesitado de un plato de comida.?El hambre no tiene edad?reflexiona.

Se esfuerza diariamente, en un lugar donde el dinero siempre escasea, vendiendo rifas empanadas, pan casero, para reunir las míseras monedas que permitan llevar a la olla algún trozo de carne, alguna verdura que será el único plato de comida para los niños, ancianos y mujeres embarazadas. Y ni se le ocurre pensar en cerrar el comedor porque ?para mí es una promesa que me hice a mí misma .Porque sé lo que es tener hambre, querer comer un pedazo de pan o tomar u n jarro de mate y ver los chicos que te tocan la puerta preguntando qué voy a cocinar o si hay comida, es como que me da fuerzas para seguir con el comedor, porque yo me imagino que un día anduve así?

Claudia es acreedora de varias cuentas no saldadas por la vida, pero aún así sueña con que, algún día, la gente deje de estar en la calle pidiendo por trabajos dignos. Pero sabe que debe seguir peleando y en esta pelea por trabajo y comida para todos/as, anhela con todas sus fuerzas, estar acompañada por toda la sociedad.

En casa de Claudia Camacho, funciona el comedor San Cayetano donde asisten de lunes a viernes, para compartir la merienda y el almuerzo, aproximadamente 15 ancianos, 5 embarazadas y 130 niños/as de los cuales 60 de entre 2 y 12 años, son desnutridos/as. A este grupo también se les provee la cena. Este comedor tiene la particularidad de ser el único que da de comer de noche. Después de muchas presiones junto a los compañeros/as, logró algún aporte oficial. Aporte que la burocracia y la indiferencia impiden que llegue, regularmente, a sus manos. En los últimos tiempos sólo se sirve una comida diaria, pues el dinero de las rifas y venta de empanadas, ya no alcanza frente al incremento que sufrieron los productos de la canasta básica. Integró a padres y madres de los niños del lugar, a las tareas de funcionamiento del comedor?Acá lo único que hacemos es que los padres ayuden con los tachos, las rifas, las empanadas o cuando hacemos algo que nos va a costar, porque somos cinco en el comedor. Antes no lo hacían, retiraban la comida, mandaban los chicos y nada más. Pero ahora de a poco se van integrando?sostiene.

Consciente de la gran cantidad de mujeres solas con muchos hijos, que, desde muy temprana edad desarrollan adicciones con las drogas y el alcohol, planea llevar adelante, talleres de Salud Reproductiva.(2)

Expresa convencida que?quisiera ver a la gente que despierten del sueño en el que están, que así como estamos, en la casa nunca vamos a lograr nada. Nosotros tenemos que salir a pelear, tenemos que hacernos escuchar los derechos que tenemos. Tenemos que aprender a informarnos más para que ya nadie nos engañe?
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(1) San Benito es un Barrio situado hacia el Sudeste de la ciudad. Se accede a él, a través de la Avenida Santos Discépolo. Según el Censo Nacional de Población, Hogares y viviendas 2001, realizado por la Dirección de Estadísticas de la Provincia, viven allí 4.049 habitantes.

(2) Hacia finales de 2005, Claudia Camacho logró que en el comedor San Cayetano de Barrio San Benito, se realizaran tres talleres de Salud Reproductiva, a cargo de la Fundación Entre Mujeres. Estos talleres contaron con la nutrida concurrencia de hombres, mujeres y especialmente jóvenes de ese vecindario.

FOTO: www.promu.org