Mañana tendremos un brutal golpe de realidad en pleno rostro.
El circo demencial en todo su patético esplendor se mostrará sin caretas ni disfraces. El poder inclinará la balanza en favor de la carroña y arrojará los restos a los buitres.
Mañana se hará cenizas todo lo que hayamos escrito alguna vez, lo que hemos cantado y defendido de manera insuficiente desde un espacio irreal donde es muy poco lo que sucede.
Mañana comprenderemos la distancia abismal entre nuestras diminutas existencias y la voluntad, la posibilidad de que prospere la verdad en una dimensión donde solo importa el beneficio descomunal de unos pocos.
Mañana veremos el músculo del verdugo, el filo de su espada, sin vergüenzas y sin máscaras que los preserven del oprobio de la historia.
Mañana se apagará la hoguera o se encenderá para siempre quemando la carne de todos los que alguna vez soñamos con un cambio posible.
Mañana los jueces se enfrentarán a su espejo y sentirán el tironeo de los piolines del gran titiritero, el de la metálica voz y el pecho vacío.
Mañana caminaremos sobre arenas movedizas, puentes quebrados y abismos amenazantes. Una vez más, tal vez la última.
Mañana habrá vigilia por nuestro futuro, no en defensa de una víctima sino de todos los que no nos entregamos a la podredumbre de un sistema mansamente.
Mañana, los fiscales y los jueces, protagonistas de esta caricatura de justicia televisada y guionada por los dueños de todo, recitarán el veredicto que le pusieron en las manos desde el principio.
Mañana entenderemos de una vez por todas que para nada importa la verdad, que no hay defensa frente a la mafia judicial mediática política y empresaria.
Mañana van a izar la bandera de los Estados Unidos en Comodoro Py, y resonará la risotada de los imperios rascando con sus garras nuestro suelo.
Mañana es el pueblo o los lobos. Mañana somos todos o ninguno. Mañana son las cloacas o las flores. Mañana no es una mujer, es un Proyecto. Mañana es de pie o de rodillas.
Mañana es el último mañana que nos queda si no hay justicia.