Tareas de cuidado o Trabajo doméstico

ESO QUE LLAMAN AMOR, ES TRABAJO NO PAGO,ES EXPLOTACIÓN

No tanto por ingenuidad como por utopía pienso que, en este contexto de pandemia global, estarían dadas las condiciones para alumbrar un nuevo orden mundial. Si la pandemia desatada por la Covid-19, arrasó con varios paradigmas sobre el que históricamente se sostuvo el capitalismo y desnudó de manera brutal, las falencias del mismo, es el momento para discutir críticamente, que lxs trabajadorxs de la salud, actividad altamente feminizada, son esenciales frente a un inversor de la Bolsa de Valores.

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Que lxs recolectorxs de residuos, choferxs de tren, ómnibus, docentxs, pequeñxs y medianxs productorxs de alimentos, son esenciales frente a especuladorxs financierxs y económicxs o los grandes pools de siembra, especialmente dedicados a la producción de soja que no requiere, prácticamente, mano de obra humana. Que el Estado, aquí, en EEUU, Alemania, Francia, entre otros países de régimen capitalista, haya resuelto socorrer, con dineros públicos a empresas privadas, no es dato menor.

En Argentina, hemos desperdiciado el momento de generar ese debate imprescindible pues quedamos atrapadxs en la coyuntura : temor a una enfermedad de la que se desconoce el origen y la eventual cura, la experiencia nueva y colectiva del aislamiento social obligatorio, ralentización de la actividad económica y comercial, la profundización de la precarización, flexibilización laboral y la consecuente pérdida de derechos.

Sumado a la ineluctable realidad, que la Argentina se cimentó sobre la fragmentación social :la oligarquía en especial la oligarquía agroganadera, la clase media-obrerxs especializadxs ,trabajadorxs públicxs, cuentapropistas, desde hace un tiempo autodesignadxs “emprendedorxs”,conceptos del que encuentro raíces en las corrientes economicistas de los ´90 en nuestro país, y las clases populares mayormente excluídas- desocupadxs, trabajadorxs precarizadxs, amas de casa, obrerxs no especializadxs, trabajadorxs rurales, campesinxs, comunidades de pueblos originarios. La ausencia de conciencia de clase, de un pueblo con dificultades para enfrentar las estructuras burguesas, completan un panorama, nada alentador.

Es cierto que, en nuestro país, el gobierno nacional reaccionó rápidamente frente a la pandemia y ordenó medidas en relación a proteger la salud de la población y asistir económicamente a personas desempleadas y de sectores vulnerados. Se generaron herramientas legales para la asistencia de Pequeñas y Medianas Empresas (PyMEs), pero, esas medidas incluyeron un no tan sorpresivo caballo de Troya, desde donde partieron ingentes sumas de dinero para socorrer a monopolios que habían sido favorecidos por el gobierno anterior con perdón de deudas al Estado, en la compra de bonos, títulos , letras, con el propio dinero de la deuda externa, sumas en decenas de miles de millones de dólares que fueron a engrosar cuentas off shore de paraísos fiscales.

En Salta, que limita con Chile, Bolivia y Paraguay, las muertes por desnutrición en las comunidades originarias del Chaco Salteño, nos recuerdan, cotidianamente, una de las perversiones del capitalismo, sumadas a la discriminación, expoliación, violencia, racismo.

No habrá nuevo orden mundial, de respeto a la autodeterminación de los pueblos, sin pretensiones hegemónicas, colonizadoras ni imperialistas, sin discursos dominantes, sin relaciones patriarcales de subordinación, opresión, explotación, si no hay revolución. Y las revoluciones no se hacen desde los templos religiosos, ni desde el living de nuestros hogares.

Cuando una amiga me preguntó si existe un camino, alguna posibilidad de que las mujeres podamos profugarnos de las tareas de cuidado, pensé en lo que Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz, luchadora por los Derechos Humanos y derechos de  pueblos indígenas y campesinos, dijo alguna vez ‘’Todas nosotras llegamos a la conclusión de que no habíamos tenido infancia, de que tampoco, habíamos sido realmente jóvenes, puesto que según íbamos creciendo, teníamos la responsabilidad de cuidar a nuestros hermanos y hermanas más pequeños, era como si nosotras mismas, hubiéramos tenido muchos hijos’’

Difícilmente se puedan extrapolar las experiencias barbáricas, por su condición de mujer, indígena, pobre, trabajadora rural desde niña y de familia militante, a las realidades de trabajadoras urbanas y mucho menos europeas.

Pero si, se puede visualizar lo que Laura Balbo (1978) describe como la ‘’doble presencia’’ Es decir la imbricación entre las relaciones sociales de género y división sexual del trabajo, que ubica a las mujeres en trabajos domésticos o de cuidado y trabajos extra domésticos.

En Argentina, se habló, durante mucho tiempo de doble y triple jornada, cuando las mujeres realizaban trabajos dentro de la economía monetaria, con horarios fijos, salarios y servicios sociales, vacaciones pagas y continuaban asumiendo la responsabilidad individual de las tareas de cuidado dentro del esquema de economía no monetaria que implicaba -implica aún-cocinar, lavar,  planchar, asear la casa, asistir a reuniones escolares, cuidar de la salud y bienestar de niñxs, parejas, personas mayores.Una triple jornada se establecía, si además, las mujeres, se involucraban en algún tipo de militancia política, sindical, social.

Juliana Martínez Franzoni(Entrevista,2020-2021)afirma’’ Las mujeres hemos sido muy flexibles para adaptarnos a la jornada laboral remunerada y mantener el trabajo no remunerado. Sin embargo, el ejercicio de la masculinidad en el ámbito doméstico ha cambiado muy poco. Eso no quiere decir que no haya hombres que lo hagan, sino que el ejercicio de las masculinidades en relación con el trabajo doméstico y de cuidados no ha cambiado lo suficiente para reflejarse en las estadísticas’’

Pienso en  mujeres de pueblos originarios , trabajadoras rurales, empleadas domésticas, amas de casa  y en definitiva, en el colectivo de mujeres que organizadas o no, deben lidiar diariamente, con resultados desiguales, contra las imposiciones patriarcales y las normativas de la masculinidad.

Que los hombres, o mejor dicho, que algunos hombres de ciertos sectores sociales asuman que no pueden ser los proveedores absolutos de sus familias, tiene más que ver con las coyunturas económicas que, con la conciencia de la democratización de los espacios domésticos y públicos.

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O con el ejercicio equitativo del poder. Héctor Bonaparte(164) dice que “el neoliberalismo con sus políticas de ajuste y el desempleo consiguiente ha sacudido bastante el modelo del varón proveedor”(…)” Se tiene la impresión de que mientras la crisis lo permita, tanto los varones, como también las mujeres se siguen ajustando a aquella prescripción, por tradicional y conservadora que parezca”

La inversión de roles dentro de la casa, entre un hombre desempleado y una mujer que trabaja, como afirma Bonaparte, no convierte a las mujeres en jefas de familia ni a los hombres en amos de casa. La mujer es designada socialmente como jefa de familia, ante la ausencia de un varón. Y aun así  debe sortear innumerables obstáculos  para acceder a la tierra, a créditos bancarios y planes de viviendas.

El concepto de ‘’economía no monetaria’ ’del que habla Franzoni, no apunta a las subjetividades que sitúan a la mujer dentro del espacio doméstico, realizando las tareas de cuidado por amor, altruismo, bondad. El movimiento feminista, acuñó consignas que gritan desde las paredes ‘Eso que llaman amor, es trabajo no pago’’ o, ‘’Eso que llaman amor, es explotación’’ Puede describirse mejor, con pocas palabras, una realidad construida culturalmente, que afecta, de manera especial a las mujeres?

Dice Pilar Carrasquer Oto (2012,105)’’ Lejos de ser una actividad natural ,los cuidados, su significado, las formas en que se dan, están atravesados por el género, la clase o la etnia. Los análisis en torno a la organización social del cuidado permiten conocer mejor cómo el trabajo de cuidados se conjuga en el triángulo estado-mercado-familia, así como las normas y valores que pautan y reproducen un desigual reparto de tareas y responsabilidades de cuidados’’.

La catedrática Martínez Franzoni, afirma que la pandemia, profundizó y potenció las desigualdades previas .Cuando no se mide oficialmente cuánto aporta el trabajo de cuidado, la economía no monetaria, al PBI de cada país, no se puede dimensionar la magnitud que la economía no monetaria, aporta a las familias, al mercado, al Estado, a la sociedad. Que, estadísticas extraoficiales, tabulen datos acerca que el trabajo no remunerado significa entre el 15 y 25% de todo lo que produce un país y que la mayor parte de ese porcentaje es trabajo realizado por mujeres, no alcanza para hacer justicia , al menos en términos feministas, a ese trabajo de la economía no monetaria, atravesada por prejuicios históricos relativos a la productividad y rendimiento de las mujeres.

Una idea interesante que nos plantea Martínez Franzoni, es a partir de la reflexión quién cuida a quienes cuidan, que las tareas de cuidado no deben ser responsabilidad de las familias y mucho menos de las mujeres. Las tareas de cuidado, deben ser responsabilidad social y construir al Estado como interlocutor. Propone, desde allí, las políticas de presión e incidencia a partir de la organización y movilización del movimiento de mujeres y feministas.

Hemos visto, que el crecimiento demográfico en algunos países, determinan con diversos matices, la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo, cuestión que no resuelve la extensión de esa incorporación, sino que determina, además, los tipos de actividades impuestas por el patriarcado y que opera con las variables de género, clase, raza, etnia.

Según informe de la CEPAL (2021),cuestión que la entrevistada toma, con comparaciones estadísticas similares, la pandemia, producida por la CoVid.19,impactó negativamente, en las condiciones laborales y el nivel de ocupación de las mujeres.’’ Según el documento, la tasa de participación laboral de las mujeres se situó en 46% en 2020, mientras que la de los hombres en 69% (en 2019 alcanzaron un 52% y un 73,6%, respectivamente).

Se calcula, además, que la tasa de desocupación de las mujeres llegó al 12% en 2020, porcentaje que se eleva al 22,2% si se asume la misma tasa de participación laboral de las mujeres de 2019. En 2020, explica el estudio, se registró una contundente salida de mujeres de la fuerza laboral, quienes, por tener que atender las demandas de cuidados en sus hogares, no retomaron la búsqueda de empleo.

Las medidas sanitarias obligatorias, como el Aislamiento Social, Preventivo, Obligatorio, distancia social, impuestas por los gobiernos a nivel global ,produjeron que las mujeres, debieran quedarse en sus hogares- ya que sus salarios son considerados como complementarios de los varones-realizando tareas de maestras, médicas, psicólogas, enfermeras. Por lo tanto, ese aporte de economía no monetaria, se incrementó sideralmente para las mujeres.

Franzoni dice que hay hombres muy autónomos en lo económico, pero altamente dependientes de los cuidados al que, arbitrariamente, están obligadas las mujeres.

Por eso, propone una justa redistribución de las tareas no remunerativas ‘’ En un momento de altísima demanda de cuidado, necesitamos tener más manos cuidando. Este es un momento en el que, en nombre de la solidaridad frente a la crisis, podríamos apelar a esa reorganización.

Parte del asunto es acercarse a los cuidados como una invitación a transformarse y a revincularse con muchos aspectos importantes de la vida. Eso podría generar, de hecho, situaciones en las que todos ganan. Lo que no me imagino es que esto ocurra solo de manera espontánea. Se requieren estrategias, políticas, alianzas (ojalá amplias) y

demostrar que este tema toca muchas de las causas de la crisis y también muchas de las posibles soluciones’’

 

Notas

Balbo,Laura,La doble presencia,publicado en Inchiesta,VIII,N°32,1978,pág,3-6

Martínez Franzoni,Juliana,Entrevista,Nueva Sociedad,2021

Bonaparte, Héctor, Unidos o dominados, Mujeres y Varones frente al Sistema Patriarcal, Homo Sapiens Ediciones, 164.

Carrasquer Oto,Pilar, El redescubrimiento del trabajo de cuidados: algunas reflexiones desde la sociología,Universitat Autónoma de Barcelona,2012,105.

CEPAL,informe 2021