Venezuela: El largo camino hacia una paternidad responsable

Caracas, agosto.- La Ley de Paternidad en Venezuela vive la paradoja de ser una normativa que se cumple para algunos y es inexistente para otros, quizás la mayoría.. Mientras, una generación de nuevos padres la vive, más que como una obligación, como un derecho «que hay que ampliar y luchar para que se nos respete».

Antulio y Marcelo, jóvenes caraqueños que recientemente se estrenaron como padres, ocupan las dos caras de una moneda: el cumplimiento de la Ley de Protección a las Familias, la Maternidad y la Paternidad es cabal para uno y totalmente desconocida para el otro.

Aprobada en 2007, esta legislación ha sido calificada como un texto de avanzada por reconocer derechos de paternidad a los hombres, primordialmente en el ámbito laboral. La norma les otorga 14 días de permiso con goce de sueldo ?que debe pagar el centro de trabajo? después del parto de sus parejas o de concretada una adopción; 21 días en caso de parto múltiple y hasta 12 semanas si falleciera la madre.

Al permiso se pueden sumar los días de vacaciones, en caso de que el padre los solicite. La ley señala como un derecho irrenunciable que los hombres disfruten y se ocupen de sus bebés desde su nacimiento y garantiza la permanencia laboral hasta un año después del parto.

Antulio, empleado público, padre desde hace tres meses y amplio conocedor de la ley, no tuvo 14 días sino un mes, porque sumó sus días de vacaciones. «En las instancias de gobierno, la ley se cumple de manera inobjetable, como debe ser», afirma.

Sin embargo, la Ley de Paternidad «es apenas un comienzo», dice, pues no basta con reconocer a los padres su derecho a estar con sus recién nacidos, sino que «deberíamos llegar a tener los mismos derechos laborales que las madres y de ahí sumar: permisos para acudir a la guardería y a la escuela, para cuidarlos y llevarlos al médico cuando estén enfermos. Incluso, la paternidad comienza desde la concepción, no escapa del embarazo y el parto», comenta.

«Los hombres tenemos que estar presentes en cada uno de estos momentos. El ideal sería llegar ahí, a tener las mismas posibilidades de cuidar y dar amor a nuestros hijos», agrega. En esa dirección, la ley marca un buen primer paso.

Para Marcelo, en cambio, fue una sorpresa escuchar sobre esta ley. Habitante del populoso barrio caraqueño de La Vega e integrante de una cooperativa cultural, será padre ya por segunda ocasión. Sin embargo, sobre el permiso laboral no había ni escuchado hablar. Lo mismo, supone, pasa con los demás padres en el barrio: «me parece que todos los que han sido padres hace poco, tampoco saben nada de esta ley», sostiene.

Así que, para el nacimiento de su primera hija, fue personal la voluntad de contar con días libres para poder dedicarlos a ella y a su pareja, pero sin goce de sueldo. «Yo me tomé unos días, porque sé que es un derecho del padre ser una parte integral dentro del proceso del embarazo, como del cuidado del bebé. Es de lógica y sentido común, independientemente si está en la ley».

Involucrados por completo en el cuidado de sus hijas, ambos parecen una excepción en el panorama de la paternidad en Venezuela, caracterizado por la ausencia del padre hasta en 65 por ciento de los hogares ?de acuerdo con el Instituto Nacional de las Mujeres (Inamujer)? y por una presencia paterna violenta, evidenciada en las más de 200 llamadas que por maltrato hacen diariamente las venezolanas al número gratuito de Inamujer.

Sin embargo, no todo es abandono, irresponsabilidad o machismo individual de ellos. Para ambos entrevistados, las prácticas de exclusión de los hombres del proceso reproductivo se dan también a nivel institucional.

Por ejemplo, ambos quisieron y demandaron estar presentes en los partos de sus hijas Vera y Yara. Antulio sólo lo consiguió yendo a un hospital privado y Marcelo tuvo que esperar en un pasillo de una clínica pública.

«Está difícil que los hombres estemos presentes en el alumbramiento, pues las clínicas públicas tienen a las mujeres pariendo como si fueran ganado. No hay ni un poquito de intimidad para un parto bonito», consideró Marcelo.

Para ambos, la salud pública representa uno de los tantos obstáculos para que los hombres se involucren en el ejercicio de su paternidad. Ahí está el cuestionamiento a las prácticas médicas que comienzan con excluir a los hombres de los chequeos médicos para control del embarazo, de los partos y en los controles médicos de sus hijas.

«A mí el doctor me quería sacar del consultorio cuando llevamos a Yara, que tenía fiebre: decía ‘sólo la mamá y la niña’. Yo no me salí. Hay que estar peleando en cada paso porque se respeten nuestros derechos», asegura Marcelo.

«La sociedad tampoco nos ha permitido acercarnos a nuestros bebés», afirma Antulio. «El cuidado de otro ser humano es algo que los hombres no hemos experimentado, se nos ha negado y nos hemos negado», reconoce.

Además, Marcelo considera que se sigue propiciando la idea y la práctica del hombre proveedor, que no se involucra con el cuidado de sus hijos. Por otro lado, la desigualdad de clase, obviamente, genera inequidades: los padres con dinero pueden pagar para estar en sus partos; los hombres del barrio, no.

«Son necesarios cambios profundos, integrales, en la salud pública, en la educación, en la información que tenemos, para modificar el machismo a nivel personal y social», remata.

Frente a la enormidad de los pendientes, la Ley de Paternidad pareciera un avance pequeñito. Pero, para Antulio, el sólo hecho de que los hombres estén con sus bebés desde sus primeros días, «nos puede cambiar la vida», afirma.

«Cuidar a tu bebé desde sus primeros días de nacido es algo que te sensibiliza de otra manera, sí puede cambiar a un hombre», asegura. «Yo voy a regar la información de que existe esta ley, creo que es importante que se conozca», indica Marcelo.

Ambos coincidieron en que le falta difusión y es necesario llevar esta ley al parlamentarismo de calle, que se discuta en los barrios, pues a más de dos años de su aprobación aún hay un amplio desconocimiento al respecto.

Ambos señalan que posiblemente la mayoría de los venezolanos no estén ejerciendo sus días de permiso por nacimiento, y para empezar, «los políticos revolucionarios, a ellos les incumbe esta ley, se tienen que tomar sus 14 días para cuidar a sus hijos. Eso no les hace menos comprometidos con el proceso, al contrario, los hace más revolucionarios», manifiesta Antulio.

En su opinión, conocer y debatir la ley podría enriquecerla, ampliarla, hacerla integral. Por ejemplo, añade, hace falta pluralizar las maternidades y paternidades y hacer visibles las formas de familias que existen y que deben tener iguales derechos. Si hay madres sin pareja, por ejemplo, tendría que ser la abuela o algún otro familiar que la madre decida, quien debería también tener su permiso laboral, para estar con ella y con el bebé.

Ambos confían en que los propios hombres desean cambiar su forma de ser padres. «En muchos hay una sensibilidad que va creciendo, si se involucra en la crianza», afirma Marcelo. «Yo veo más hombres que disfrutan su paternidad», indica Antulio, que se define con una «especie de militancia por un trato amable y tierno con los niños y las niñas».

Los caminos hacia una sexualidad y reproducción responsables y placenteras son largos y tortuosos, «las mujeres los han recorrido más, ahora nos toca a nosotros luchar por ello como nuestro derecho», afirma Marcelo. Un criterio con el cual coincide Antulio plenamente.