Luciana Boiteux

“Soy feminista anti-punitivista porque toda transformación tiene que ser radical”

Primera parte de una entrevista con Luciana Boiteux, abogada, doctora en Derecho, profesora de Criminología de la Universidad Federal de Rio de Janeiro y referente feminista del PSOL en la ciudad de Rio de Janeiro. Los problemas de pensar al sistema penal como respuesta a los reclamos feministas. Tensiones y desafíos.

Imagen : Notas

El movimiento de mujeres ha avanzado mucho en las últimas décadas en América Latina en la incorporación de sus demandas en la agenda política, particularmente en el reconocimiento de las diferentes formas de violencia contra las mujeres. ¿Cuál es tu evaluación acerca del uso del derecho penal como una herramienta simbólica relevante?

– En primer lugar creo que es importante decir que la lucha de las mujeres por la igualdad y por sus derechos va mucho más allá del derecho penal. Aquí en Brasil, específicamente, el feminismo tuvo grandes conquistas, no sólo en luchas históricas como el derecho al voto, sino también una lucha mucho más amplia por la afirmación de la mujer en el espacio público, por la igualdad salarial, por la descriminalización del aborto. Me parece importante señalar que muchas veces, en una lectura rápida, se identifica al movimiento feminista con ciertas luchas respecto de la criminalización del agresor en casos de violencia doméstica, pero una de las luchas más esenciales del feminismo es la lucha por la legalización del aborto, por lo tanto, una lucha anti-punitivista.

Al mismo tiempo, la lucha contra la violencia doméstica en Brasil es reconocida en la Ley Maria da Penha. Y si pensamos en este caso emblemático, no se trató de una búsqueda simbólica de punición, sino que lo que ella demandó frente a la Corte Interamericana fue un apoyo para sobrevivir, la presencia del Estado como una protección inmediata en una situación de riesgo. No fue una lucha simbólica por la punición del agresor separada de cualquier otra función o intervención del Estado.

Esta ley tuvo un fuerte aspecto cultural, de transformación de la cultura de la violencia doméstica, una ley con perspectiva de género que quebró la tradicional idea del derecho androcéntrico y asexuado, neutro. No se trata de una ley propiamente punitiva. Prefiero destacar los aspectos preventivos del a ley que es como identifico a lucha de Maria da Penha, un papel mucho más de contención y de apoyo del Estado que de una cuestión meramente simbólica. Además la ley no aumentó prácticamente las penas, redujo la posibilidad de medidas alternativas, pero no fue una ley que haya causado un impacto en las penas o que sea responsable del aumento del encarcelamiento.

Cuando se atribuye esa perspectiva punitiva a las feministas parecería que la Ley Maria da Penha fuese responsable por el súper-encarcelamiento masculino. Por el contrario, lo que observamos hoy en la realidad brasilera es un súper-encarcelamiento motivado por el tráfico de drogas, que incluso está llevando a que las mujeres estén cada vez más representadas en el sistema penitenciario. En los últimos años no observamos un aumento del encarcelamiento de agresores de mujeres sino un aumento del encarcelamiento por otros delitos.

Creo que se trata de un estereotipo de catalogar a las feministas como punitivistas. Aunque existen ciertos feminismos con algunas líneas más punitivas que otros, es importante comprender los movimientos feministas de manera plural. Tampoco se trata de un discurso específicamente del feminismo, se puede hacer un análisis del discurso punitivo de varios movimientos sociales que formulan sus demandas dentro de la lógica del sistema penal actual.

Cuando me posiciono como feminista anti-punitivista lo hago en el sentido de que toda transformación tiene que ser estructural, radical. Lo que implica un cambio tanto del sistema económico, una lucha anticapitalista, como una lucha anti-racista, contra la desigualdad social y de género y contra el patriarcado. Para mi el discurso feminista es esencialmente libertario. Si pensamos en las luchas feministas históricas en estos 100 años de la Revolución Rusa, vemos que la lucha de las mujeres inauguró una mucho más amplia que se concretó en la lucha por el socialismo que fue la Revolución Rusa.

– Esta crítica proviene particularmente de sectores académicos y políticos que consideran que el movimiento de mujeres es funcional al discurso punitivista de los sectores más conservadores. ¿Cuál es su evaluación acerca de estos argumentos?

– La pregunta apunta a un aspecto con el que estoy de acuerdo, es una crítica académica y de la izquierda. Al mismo tiempo localizo en esos ambientes un machismo muy grande, lo que en Brasil llamamos “esquerdo-machos“. Creo que esa crítica es fruto de la superficialidad con la que se trata el debate. En la academia debería ser un debate teórico profundo pero no lo es. Al mismo tiempo, ese tipo de reacción refleja la necesidad que tenemos de combatir el machismo en la academia y en la militancia de izquierda, principalmente.

Creo que avanzamos mucho pero existe aún resistencia. No dejan de ser estereotipos, así como existe el estereotipo de la loca o la histérica, observo la construcción de un rótulo para las mujeres de izquierda en este sentido de ser punitivistas, como una lectura apresurada de un movimiento que es plural. Así como también, por otro lado, esta lectura de favorecer a la derecha.

Las mujeres somos quizás las que trabamos la lucha más directa con la derecha. En el caso de la legalización del aborto esto es muy claro, es una derecha dirigida especialmente a las mujeres. Entonces no acepto este tipo de crítica, porque creo que no es una lectura correcta de la coyuntura y de la realidad.

Uno de los aspectos menos debatidos respecto de la violencia contra las mujeres es el trabajo con los agresores. ¿En su opinión es un tema que debe ser incorporado en el debate feminista?

– Es un debate difícil pero que debe ser enfrentado. Especialmente cuando se trabaja desde la perspectiva de la criminología hay dificultades porque el enfoque es en la estructura social, en el control social, descartando de alguna manera el estudio del “delincuente”. Estoy siguiendo estudios que analizan el trabajo de grupos de acompañamiento a agresores y que traen reflexiones muy interesantes que van en la dirección de otorgar a las mujeres la posibilidad de retirar las denuncias.

Lo que sucede con el derecho penal que tenemos, que no es un derecho penal mínimo, no aborda únicamente los casos más graves, sino que hay muchos tipos de agresiones que son llevadas al conocimiento formal del sistema y que reciben un mismo tipo de sanción o pena. Estos estudios aproximan la perspectiva de la justicia restaurativa, de una intervención más horizontal en los conflictos donde se escuche a la mujer, a la familia, lo que puede ser una medida más interesante de reparación.

Creo que es importante tener apertura para estos mecanismos alternativos que puedan -no en todos los casos pero sí creo que en buena parte de los más leves- minimizar o resolver el conflicto de una forma respetuosa, también del derecho de las mujeres a realizar sus elecciones de vida.

Al mismo tiempo no se puede ignorar que hay casos en los que la privación de libertad es necesaria para garantizar la vida de las mujeres, por eso como criminalista anti-punitivista jamás voy a exigir que sea las mujeres las que deban dar ese primer paso por la abolición del sistema penal cuando sus vidas están en riesgo. Hay situaciones que son urgentes e inmediatas de protección de la vida de las mujeres. No se puede desde una perspectiva de la abolición del sistema penal, decir que no están legitimadas para buscar un apoyo.