En el año del Bicentenario nos parece oportuno traer a la reflexión algunas consideraciones sobre las madres en nuestro país, teniendo principalmente en cuenta dos aspectos: el acceso al trabajo y a la educación.
Pero antes, y, haciendo un poco de historia, recordaremos que en 1910 se realizó en nuestro país el 1er Congreso Femenino Internacional, en el marco de los festejos del primer centenario de la patria. Entre los principales debates de entonces se encontraban: en el campo de la educación, la equidad entre varones y mujeres; en la esfera social, la doble jornada, la persistencia de lugares de naturalización de las mujeres, la feminización de la pobreza?
Es innegable que en el presente siglo las familias han sufrido cambios muy grandes en su estructura y que el rol de las mujeres en las mismas ha ido variando también. Sin embargo, y, en general, podemos decir que esos cambios no son del todo favorables a las mujeres. Seis de cada diez mujeres en edad fértil (de 14 a 49 años) en Argentina son madres. Si bien éstas han logrado la posibilidad de desarrollar diversas tareas fuera del hogar (estudios, trabajo, desarrollo profesional), persiste la denominada doble jornada. Es decir, las mujeres que desarrollan tareas extradomésticas continúan siendo las principales responsables en el ámbito doméstico de las tareas del hogar, de reproducción y cuidado.
Trabajo
Como decíamos más arriba, hoy por hoy son muchas las mujeres que han ingresado al mercado de trabajo, llegando a un 61,2% (Lupica y Mazzola, 2008), y, específicamente, muchas las que aportan al ingreso del hogar. Es mayor el porcentaje de ese aporte cuanto más desfavorable es la situación socioeconómica de la familia (hasta 72,5% del ingreso del hogar, 2008:17).
Pero hay algo sobre lo que casi nunca se habla. Se trata de lo que algunos autores denominan la desventaja por maternidad. Que tiene que ver básicamente con aquel conflicto que viven las mujeres en la necesidad de conciliar el trabajo y la familia. Este conflicto se incrementa cuanto mayor sea la cantidad de hijos que esa madre tenga, y, desde el punto de vista socioeconómico podemos decir que son las madres de sectores más vulnerables quienes más lo sufren. Así, si tomamos en cuenta la oferta de, por ejemplo, instituciones de cuidado de niños y niñas (jardines maternales o guarderías) podemos observar que es, al menos, deficitaria o imposible de ser costeada. Otro factor que podemos señalar es la lisa y llana discriminación por el hecho de ser madre tanto en el acceso a un puesto de trabajo como en la estabilidad en el mismo, aun cuando hay normas que lo prohíben.
Esto deriva, muchas veces, en la afectación de la calidad del empleo de estas mujeres. En Argentina si comparamos la situación de laboral de las mujeres que son madres con las que no lo son, podemos observar una fuerte precarización del empleo de las primeras: 61% de las madres trabaja en el mercado informal (2008:31). Y la informalidad tiene, por supuesto, consecuencias negativas para ellas, puesto que no están registradas y quedan fuera de la protección de las normas laborales, y de seguridad social.
Educación
En este aspecto también tendríamos algunos datos relevantes para señalar. Mientras es cierto que las mujeres han avanzado, en líneas generales, respecto al acceso a la educación formal, uno de los datos más alarmantes en este tema es que la mitad de las madres no terminó el secundario (48,7%), es decir, tienen bajo nivel educativo (Lupica y Cogliandro, 2009).
En la educación superior sucede algo similar, así, en el período 1992-2000 el crecimiento de la matrícula de las Universidades Nacionales está fuertemente influenciado por la matrícula femenina que se incrementa un 77 % (Curti, 2002). Esta feminización de la matrícula universitaria llega a nuestros días con un alto porcentaje continuado.
La proporción de mujeres madres que no finalizan sus estudios universitarios es de la mitad (63,7% mujeres no madres y 31,8% mujeres madres). Algo similar vemos en las estadísticas de estudios superiores o de investigación donde se evidencia aún más el denominado techo de cristal: las mujeres llegan hasta cierto nivel en la carrera de investigación pero, coincidente con la edad en que estas mujeres son madres, hay un tope, invisible, que impide que éstas continúen desarrollando sus carreras.
En el año del bicentenario, seguimos debatiendo sobre algunos de los temas que se debatían en 1910. Pensamos que la democratización en las tareas de reproducción y cuidado en el ámbito doméstico es un paso esencial que debe darse en cada una de las familias. Asimismo, se debe erradicar la desventaja de las madres con respecto al empleo, por ejemplo, alentando la contratación de mujeres que son madres, o disminuyendo ?barreras? que obstaculizan la posibilidad de emplearse como creando más espacios de cuidado de niños y niñas, habilitando espacios para lactancia, entre otros. Algo similar debe ocurrir en el campo de la educación, donde deben desarrollarse políticas inclusivas para las mujeres que son madres.
Consideramos que hay asuntos que no pueden quedar de lado en las políticas públicas referidas a las mujeres que son madres. Por empezar, consideramos de central importancia el análisis crítico de estos datos por parte de quienes tienen a su cargo el desarrollo e implementación de las mismas. Además es central incorporar la perspectiva de género en las políticas, con ejes en la inclusión, la no discriminación y la equidad.
Ya en 1910 muchas mujeres venían reclamando por sus derechos, y hoy, en 2010, herederas de sus luchas, seguiremos reclamando por lo que nos corresponde.
1810 – La Patria también es mujer – 2010
FOTO: www.hazteoir.org