¿Qué hacen ustedes, todavía, dentro de esta Iglesia?

Esta pregunta la reciben los católicos en pleno rostro, debido a las iniciativas del Papa o de otros responsables de la Iglesia. Nosotros no podemos creer que se haya vuelto definitivamente la página del Vaticano II.

Como teólogas y teólogos católicos, desde hace una semanas nos lanzan esta pregunta: ¿Qué hacen ustedes, todavía, dentro de esta Iglesia? Proviene tanto de los que tenemos cerca como de los que están lejos, Numerosos católicos activamente comprometidos en la vida de la Iglesia también, reciben en pleno rostro, a veces rudamente, la misma pregunta.

Esta situación es una verdadera situación de crisis, es decir, para muchos, un profundo cuestionamiento. Le propia fe se vuelve sospechosa de ser una actitud humana auténtica.

Diversas y repetidas iniciativas del Papa Benedicto XVI u otros responsables de la Iglesia, en efecto, dan la impresión que esta quiere romper con el mundo de hoy. Lo estigmatiza como el mundo del relativismo, le habla desde lo alto juzgándolo y condenándolo. El divorcio mortífero entre los ideales de libertad del mundo moderno y la Iglesia Católica Romana, parece nuevamente de actualidad. Sin embargo, el despertar de una verdadera libertad es el corazón mismo del Evangelio de Cristo: ?Es a la libertad que ustedes fueron llamados? clama el Apóstol Pablo a los Gálatas (1). El Evangelio de la libertad nos empuja a entablar una conversación y un diálogo con la búsqueda de libertad de nuestros contemporáneos, que además, es también la nuestra. Los riesgos de volver a caer en todo tipo de esclavitud son numerosos hoy en día. La ausencia de regulación financiera acaba de manifestarlo trágicamente. Los caminos de la libertad están sembrados de desafíos en todas las dimensiones de la vida: educación, vínculo social, salud, medioambiente. El Evangelio no es un reservorio de principios o de soluciones que nos coloca por encima de los desafíos de la Humanidad. Es una preciosa contribución si los cristianos, que son la Iglesia, se presentan como hombres y mujeres de diálogo. Una connivencia profunda y amante con ?las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias de hombres de esta época, sobre todo los pobres y todos los que sufren?, (2) permite solamente hacer propuestas y ser críticos.

La voz de la Iglesia no puede tocar el corazón de los humanos si no es una voz de humanidad y de libertad. Hoy, eso supone que no se puede presentar como una palabra exclusiva que viene desde lo alto. En un mundo unificado y tan dividido a la vez, la Iglesia no se manifestará como católica, es decir universal si no se expresa en la multiplicidad de colores que produce el Evangelio según los continentes, las culturas, las sensibilidades. Es lo que suscita el espíritu de Cristo, un espíritu que sopla donde quiere y que es abundantemente entregado a toda la Iglesia y fuera de ella y no solamente a algunos.

Hace casi 50 años, el Vaticano II fue para la Iglesia Católica un evento que abrió una nueva página de porvenir. Encontró actitudes y palabras justas para promover un diálogo rico y exigente con el mundo contemporáneo. Lo que hay que hacer es continuar y poner plenamente en práctica el verdadero núcleo inseparablemente doctrinario y pastoral que representa ese concilio. Poniendo en evidencia el carácter dinámico de la Revelación y de la Tradición, proclamando el pleno respeto de la libertad de conciencia y la libertad religiosa; comprometiéndose en el diálogo ecuménico e interreligioso, ese concilio marcó una ruptura con la actitud de condena al mundo moderno. Nosotros no podemos ni creer ni imaginar que esa página se haya vuelto definitivamente.

Si somos teólogos es porque creemos profundamente que el Evangelio de Cristo es portador de una extraordinaria fuerza de humanización: «¡Es para que seamos libres que Cristo nos ha liberado!? dice también Pablo a los Gálatas (3). Lo que anima nuestro trabajo, es esa invitación del Apóstol Pedro a los primeros cristianos: «Estén siempre listos a dar razón de la esperanza que está en ustedes», sin olvidar que agrega, «Pero que sea con dulzura y respeto» (4) Si nos expresamos hoy en esta crisis, es precisamente en nombre de una esperanza de compartir con dulzura y respeto. En este tiempo de Pascua nuestra voz quiere ser simplemente un testimonio fraternal para quienes están cerca como para los que están lejos.

1) Ga 5, 13.

(2) Concilio Vaticano II, Constitución pastoral «Gaudium et spes».

(3) Ga 5, 1.

(4) 1 Pe. 3, 15-16.

(*) Firmas: Paul Scolas, Philippe Bacq, Ignace Berten, Alphonse Borras, Benoît Bourgine, Jean-Claude Brau, Maurice Cheza, Paul De Clerck, Alice Dermience, Eddy Ernens, Joseph Famerée, Camille Focant, André Fossion, Jean-Pierre Gérard, Omer Henrivaux, Florence Hosteau, Francis Hugon, Jean-Philippe Kaeffer, Brigitte Laurent, Walter Lesch, Etienne Mayence, Claude Soetens, Paul Tihon, Jacques Vermeylen, Catherine Vialle, Bernadette Wiame

Responsable de la traducción: Elena Bicera

FOTO: 4.bp.blogspot.com/