Buenos Aires, mayo (Especial de SEMlac).- El legendario ego argentino dice que «la Avenida 9 de Julio es la más ancha del mundo»; tal vez dentro de algún tiempo también se dirá que esa misma avenida es la que albergó uno de los reclamos más ignorados: el de los pueblos originarios.
Desde hace varios meses en la 9 de Julio acampan los miembros de la comunidad indígena toba Qom navogh del paraje La Primavera. Esta comunidad, emplazada en un terreno de cerca de 5.000 hectáreas donde viven alrededor de 800 familias, reside en la provincia de Formosa, a 1.200 kilómetros de Buenos Aires y cercana a Paraguay.
Su lucha viene de años, pero su irrupción en la agenda pública data del 23 de noviembre de 2010, cuando fueron víctimas de una cruel represión ordenada por el gobernador de Formosa, Gildo Isfran. El ataque contra los Qom dejó como saldo dos muertes, la quema de sus viviendas y de sus documentos de identidad.
Sucede que sus tierras son un tesoro que está en la mira de la empresa Nidera (productores de soja y algodón transgénico) y de latifundistas. No sólo para estos dos actores esas tierras son el punto de la codicia, sino que también lo es para la Universidad Nacional de Formosa, que inició la construcción edilicia del Instituto Universitario Agropecuario.
Tras la represión sufrida en noviembre, el reclamo se visibilizó en la Capital Federal; hasta que el 30 de diciembre lograron que el Ejecutivo firmara un acta con seis puntos en la que se comprometía a resolver los problemas de tierras, seguridad, salud, agua y documentos.
«Los funcionarios nacionales dicen en los medios que están resueltos los problemas. No es así. En La Primavera la gente sigue con escasez de agua, falta de atención médica y presionados por la policía provincial», manifestó recientemente a la prensa el cacique Félix Díaz.
Al tanto de esta situación, el 21 de abril, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos dictó una medida cautelar en la cual ordena al Estado argentino que «adopte las medidas necesarias para garantizar la vida y la integridad física» de los miembros de la comunidad toba-qom navogh, La Primavera, y además que proteja a los indígenas «contra posibles amenazas, agresiones u hostigamientos por miembros de la Policía, de la fuerza pública u otros agentes estatales».
A la espera de una respuesta por parte del Ejecutivo, los miembros de la comunidad permanecieron durante seis días en huelga de hambre y realizaron un corte parcial de la avenida 9 de julio. Esta medida fue levantada tras presentarse una orden judicial de desalojo, durante el mediodía del sábado 30 de abril.
Ante esta situación, la lectura vergonzosa es que fue más urgente garantizar la libre circulación de una arteria ciudadana, que los derechos humanos constantemente violados en esta comunidad.
En carne propia
Carmen Poli es una joven qom de 28 años de piel morena, rostro circular y mirada esperanzada. En la tarde del sábado, fue ella la encargada de recibir los alimentos que donan quienes se solidarizan con la lucha de este pueblo.
«Queremos que nos devuelvan nuestras tierras», dice Carmen a SEMlac. Su voz es tan leve que se pierde en el revuelto paisaje intoxicado del pesado bullicio de la Avenida 9 de julio.
Carmen es una de las mujeres que está acampando desde hace cinco meses en Capital Federal. Llegó a esta «ciudad difícil», según la califica ella, con su marido y sus dos hijas, una de cinco y otra de ocho años. Edgardo, su hijo de 11, se quedó en Formosa.
«Exigimos que nos devuelvan nuestras tierras, nos prometieron que el lunes 2 de mayo nos atenderán», comenta Carmen a SEMlac. Los Qom han levantado el corte de la arteria ante la promesa de diálogo a partir de esta semana.
Las esperanzas de Carmen van más allá de la restitución de las tierras; y no es casual que sus palabras hayan brotado todas juntas, al final del diálogo con SEMlac.
Carmen nos relató que su hijo Edgardo aún no sabe leer ni escribir y que está trabajando en la cosecha de algodón, junto a un tío; que las mujeres «no tenemos información»; que los hospitales están alejadísimos de sus parajes, que una parturienta «puede morir a la espera de una ambulancia que nunca llega», que cuando vamos a los hospitales «no nos atienden»?
¿Por qué?, pregunta esta periodista que no supo darse el tiempo para pensar, «porque nos discriminan», fue la ingenua pero a la vez aguda respuesta de Carmen.
La realidad Qom
La Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas revela que, por el tamaño de su población, éste es el tercero entre los pueblos indígenas que habitan en Argentina, con 69.452 personas. Además de «representar una variada y rica tradición histórico-cultural, preserva su lengua nativa. Sin embargo, su situación social, económica y educativa se encuentra en desventaja en relación con otras etnias».
«Los toba se encuentran principalmente en las provincias del noreste argentino de Chaco, Formosa y Santa Fe, y, en un número menor, en la provincia de Salta (ubicada en noroeste). Recientes movimientos migratorios han generado asentamientos toba en Rosario y en varias zonas del Gran Buenos Aires», sostiene un informe denominado Situación socioeducativa de niñas, niños y adolescentes de comunidades toba, realizado por UNICEF.
«En Paraguay vive un pequeño grupo toba de 600 personas y a principios del siglo XX se localizaron algunos integrantes de este pueblo en Bolivia, aunque posiblemente ya hayan migrado a Salta», precisa ese estudio del organismo de las Naciones Unidas.
El mencionado informe revela que en Argentina, la mayoría de la población nativa de cinco a 14 años asiste a un establecimiento educativo, en una proporción similar a la observada para el total del país (95%). Pero cuando esta observación es trasladada al pueblo toba, se aprecia que la proporción de niños, niñas y adolescentes que acuden a la escuela es significativamente menor y sólo alcanza al 87,7 por ciento.
Los datos muestran también que los varones han logrado niveles de educación bastante más elevados que las mujeres, algo que no ocurre en el caso de otros pueblos indígenas (por ejemplo, entre los kolla y los mapuche) ni tampoco a nivel nacional. Muy posiblemente, la brecha educativa por sexo es más pronunciada entre las generaciones adultas que entre las más jóvenes y se irá disipando con el avance educativo de las nuevas generaciones.
A la vez, se evidencia falta de acceso a los servicios de salud en las comunidades nativas de Formosa y por eso las muertes a causa del mal de chagas y la tuberculosis ?dos enfermedades comunes a la pobreza? son una constante.
Respecto a este punto, el mencionado informe pone de manifiesto que el acceso a los servicios sanitarios es «prácticamente nulo» «Sólo el 10 por ciento de la población toba cuenta con algún tipo de cobertura médica. Este bajo porcentaje de personas que no tienen cobertura indica la ausencia de empleos de carácter regular para estas poblaciones y, por consiguiente, la imposibilidad de acceder a una obra social», puntualiza.