Por ser mujer

El número de mujeres que resultan víctimas fatales de la violencia de género se mantiene en índices altos. Los medios hegemónicos reproducen la caracterización del crimen pasional y de la separación de la mujer respecto de su cuerpo. En la región se debate el reconocimiento del feminicidio como un particular delito.

Buenos Aires.- En el Congreso Nacional, y en América Latina toda, se avanza en discutir la tipificación del feminicidio como un delito penal. En México, la iniciativa se impulsa desde el Ejecutivo con el fin de incorporar la violencia de género en el delito de lesiones, exclusión, subordinación o discriminación contra un sujeto pasivo. Es decir, contra una persona con la que se haya tenido una relación afectiva, laboral o en una institución educativa, y en la que el sujeto activo haya ejecutado conductas sexuales, crueles o degradantes y en las que el Ministerio Público demuestre conductas previas de violencia contra la mujer.

Este reconocimiento del feminicidio como un delito en particular, puede darse a través de modificaciones a los códigos Penal y de Procedimientos Penales, o de las leyes orgánicas del Poder Judicial y de la Procuraduría General de Justicia. También puede viabilizarse a partir de cambios a la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia; todas normativas del Estado de México. Se propone para el feminicidio penalidades de 40 a 70 años de prisión, y de 700 a 5 mil días de multa.

Esta reglamentación agitó la discusión en otras orillas: el triángulo más peligroso para nacer mujer está formado por Guatemala, Honduras y El Salvador -1.798 mujeres muertas en 2009-. En Guatemala, el año pasado, los servicios forenses registraron más de 4.300 violaciones. Es el país con mayor tasa de feminicidios de América y el segundo del mundo, después de Rusia. Sólo en enero de este año, 37 mujeres han sido asesinadas, muchas de ellas tras ser torturadas. En 2010 fueron 838.

En Brasil cinco mujeres son gravemente maltratadas por hombres cada dos minutos, y 41.532 fueron asesinadas por sus parejas o ex parejas entre 1997 y 2007, según un estudio dado a conocer esta semana. En Chile la violencia aumenta en los noviazgos. Perú este año ya enterró cinco mujeres asesinadas por sus conyugues, según el Centro de Emergencia Mujer (CEM), luego de que 606 costarricenses fueran muertas en 2010.

Se suele afirmar que las mujeres avanzan en la obtención de derechos, lo cual es innegable. Pero también lo es que cada vez mueren más por su sola condición de mujer. Las organizaciones feministas están buscando instalar el debate sobre el delito, pero frente a ellas no sólo están los delincuentes, si no quienes desde la propia visión de género creen que no es beneficioso dar ese paso. Algunos porque piensan que es darle una categoría distinta al hombre, en lugar de igualarlas, otros sólo por excusas penales, administrativas y reglamentarias.

El punto es que las mujeres ya tienen una categoría diferente, y menor, a la del hombre. Se siente en los cuerpos maltratados y violados, se ve en nosotras mismas ?en los roles que dicen que debemos representar- y se lee en la prensa.

Es notable tomar el estudio que hizo El Observatorio Regional de Medios del Equipo Latinoamericano por la Justicia y el Género, en el cual se registró la publicación de un promedio de 227 noticias por mes referidas a diferentes manifestaciones de violencia sobre las mujeres; más de la mitad estaban en la sección Policiales de los 15 diarios de circulación nacional y local relevados en Argentina.

El tratamiento mediático encasilla y resignifica el hecho como un mero caso policial en el que hay una víctima, un victimario, pistas y algunas certezas. Para la corporación que controla las voces y sus mensajes, es menos víctima una víctima cuando las variables mujer y sexo entran en juego. Todo se relativiza y se hace novela.

Mientras se escriben éstas, otras letras aseguran que crece la hipótesis del crimen pasional en cualquier caso en el que el cuerpo de una mujer esté implicado. Paradigmático fue el tratamiento de la bella empresaria de Río Cuarto, provincia de Córdoba, Nora Dalmasso. Se trató de uno de esos casos en los que el hacedor de la crónica se relame de placer por los detalles eróticos y macabros que primero consigue y luego intuye. ?Habría mantenido relaciones sexuales consentidas poco antes de morir asesinada?. El orden del mensaje, sí altera su sentido ¿Por qué primero se le dice al lector que había tenido relaciones sexuales consentidas y después se relata que fue asesinada? ¿Qué es más importante? ¿Qué se intenta decir?

?Fuentes de la pesquisa confiaron que en esa última relación sexual se habría practicado la hipoxifilia, un peligroso juego sexual, que consiste en buscar la excitación al asfixiarse en el momento de alcanzar el orgasmo?, aseveraban con sabiduría y experiencia en el diario La Nación, cual gigoló.

?Tanto el marido como los hijos de Nora tienen en claro que ella fue una excelente mujer y madre, y que no hay que juzgarla por un último desliz?. Metía cola el gran diario argentino al tirar un dato fundamental para esclarecer la causa: ?hay una línea muy pequeña entre la muerte que implica un orgasmo y la muerte real; es muy leve y difusa?.

El cuerpo de la mujer no es de la mujer, ese es el primer problema. Las mujeres no tenemos derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo, no podemos abortar, porque la cosa pública tiene más ingerencia sobre nuestros órganos, sobre nuestra piel, que nosotras mismas. Es en ese escenario principal del debate público ?en los medios- donde el fetiche de la carne y la moral nos vuelve a maltratar, a violar, a asesinar. Por puta, por virgen, por flaca, por gorda. Por ser mujer.

Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de la Plata, Argentina.