La contundente tapada de boca que se le propinó a las estrellas mundiales del fútbol argentino nos dejó sin circo. ?Cada carancho a su rancho y cada paloma a su loma?? Un baldazo con la contundencia de la verdad: no se hace un equipo de un día para otro. Al menos, es lo que opinan los entendidos. Tampoco, ya se sabe, se puede tener la ingenuidad de creer que un excelente otrora marinero o soldado, sólo por eso, puede ser general o capitán de un barco. También lo dicen los entendidos. El montaje en que consistió esta ficción no pudo tapar la pura y cruda verdad que mostró tan lapidaria eliminación: la peor de todas las de los cuartos de final; humillante?
Ahora nos topamos con la cruda cotidianidad: inflación, y otras yerbas de la política que no pueden ser sobrellevadas con la euforia de una copa que nos la habían pintado segura, casi como otrora echar a los ingleses de las Malvinas?
Se desnudó la verdad que impone la realidad?. Y así, hay que saberlo, se desnudará la verdad de una política que se llama popular y empeña grandes aparatos circenses para hacérnoslo creer y hasta muchos parecen tentados a soñar con el país popular, libre, soberano, y todas esas cosas maravillosas publicitadas; por supuesto, a futuro, porque el hoy nos dice otra verdad al poner el puchero en la olla (si acaso hay para puchero?) Antes, para tapar la falta de pan, teníamos el circo; ahora, con el hielo de la fenomenal goleada, no tenemos el pan, tampoco el circo.
Con un ejemplo solamente, veamos el adormecimiento de ?silbido en la oscuridad?, que publicita un progreso loco y embriagador, ?temulento? diría nuestro Joaquín Castellanos, de ese poco delicado falderismo presidencial, como se vio en el publicitado viaje a Canadá, al almuerzo ?social? con los jerarcas de la Barrik Gold. (Entre paréntesis, digamos que uno de los viajeros, Gioja, de San Juan, tiene más bien a la Presidencia a la saga, pues éste obligó a la Sra. Cristina Fernández a vetar la ley de protección de glaciares, votada unánimemente por el Senado). Chocha de locuacidad, con sonrisas de goleada mundialista (de los que ganan, por cierto), declaró nuestra Presidente que los invasores mineros canadienses, con prontuarios de avezados piratas, no hacían más que felicitarla por la decisión inapelable, tanto del Gobierno Nacional de convertir a la Argentina en país minero, ?para el oro?, como de los monaguillos provinciales más allegados, los que están haciendo el negocio grupal-empresarial privado con estos depredadores de guante blanco para desarticular ecología y poblaciones, mediante sus serviles políticas de entrega.
Fantástico negocio: nosotros, ponemos los mal llamados recursos, la infraestructura con la deuda externa que genera, la gente que se contaminará, a la que le aumentará la cuota de cáncer groseramente, ellos ponen dólares para multiplicarlos a lo loco, y se llevan todo, dejando contaminación y muerte; todo presentado, repito, como progreso a un futuro? de nunca.
Ya lo mostró la ?cabecera de playa? de la ?invasión minera? en Catamarca, con Aguas del Dionisio-Bajo la Alumbrera: euforia para la gente durante los publicitados preparativos; luego, el balde de agua de la desocupación, la contaminación de las producciones tradicionales criollas, el crecimiento del cáncer en cuotas de entre el 600 y 800%, entre otros gravísimos pasivos ambientales y sociales. Hoy, a los mismos que entonces soñaban, les pasa lo de la selección: creían en los reyes magos publicitados, y ahora, desilusionados, son los más fervientes opositores a nuevos proyectos extractivos.
Nada digamos de nuestra Salta? El Sr. Gobernador asistió, también locuaz y a plena sonrisa, al banquete de los empresarios-corsarios, que ni vienen a hacer caridad, ni ayuda a ningún desarrollo, como no sea su propio acaparamiento de nuestra naturaleza, porque en sus países se les prohíbe actuar con el desparpajo ecogenocida con que lo hacen en todo el mundo ?en desarrollo??
En efecto, como en cada negocio provincial importante, el Gobernador de Salta, socio original del gobierno anterior, del cual aprendió las astucias empresariales a costa del estado y de sus conciudadanos, no cambió nada en lo tocante a minería; antes al contrario: como su mismísima continuidad, ahonda aquella política de sabotaje contra la naturaleza y su población y, sobre todo, contra las futuras generaciones, a las cuales aún no las tienen para que les pongan a rendir cuentas de esta gruesa miopía de inmediatez de urpila de la euforia minera, nada menos que esos foráneos, más colonialistas que las tropas de Pío Tristán o los otros invasores de Salta en la época gloriosa de Güemes? Se visten de gauchos, emponchados, pero los negocios los hacen como los peores enemigos de Güemes, en beneficio de los colonialistas, lógicamente bajo poncho?
Nos toca sólo advertir, ya que no podemos hacer nada más por ahora, y llamar a la población, como la llamó doña Martina Silva de Gurruchaga, a pelear y oponer la resistencia fuerte y patriótica que valió la victoria en la Batalla de Salta. Hay una diferencia: estos que van a las llamadas ?relaciones carnales? por el canciller menemista, a los agasajos de los asaltos mineros, tienen armas y experiencia para reprimir la resistencia como ilegal y, llegado el caso, como terrorista o cualquier otra causa de judicialización. Es la experiencia no sólo argentina, también de toda nuestra Abia Yala. A prepararse para esta nueva gesta libertaria en la tierra de Güemes?