Paraguay: El Aedes aegypti pica y se extiende

Asunción, marzo (Especial de SEMlac).- Aquella mañana, Angélica Tapia, de 27 años, despertó con un fuerte dolor de cabeza. Como todos los días, fue a trabajar a su puesto callejero de ropas en el Mercado 4 de Asunción, pero al cabo de unas horas el dolor se extendió al cuerpo y sobrevino la fiebre.

«Mis huesos se rompían, me sangraban la encía y la nariz?», cuenta la mujer a quien le diagnosticaron dengue hemorrágico.

Hoy, ya recuperada, Angélica forma parte del grupo de casi 500 personas reportadas oficialmente como enfermas de dengue en lo que va del año en Paraguay, un país mediterráneo de seis millones de habitantes.

El último reporte de la Dirección de Vigilancia de Salud del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social da cuenta de 1.984 presuntos casos notificados de dengue en lo que va de 2009. De esta cifra, 476 están plenamente confirmados, 865 descartados y bajo observación se encuentran 643.

Por una sumatoria de factores como el clima tropical con constantes lluvias, la fragilidad estructural sanitaria y el movimiento de la población, este es un país endémico para el dengue, afirma el doctor Iván Allende, director de la citada dirección.

Paraguay tuvo históricamente tres grandes epidemias de dengue: 1988 (25.000 casos), 2000 (40.000 casos) y 2006 (30.000 casos). Para Allende, «existen graves problemas de ordenamiento ambiental en las zonas periféricas de la capital. Por la falta de agua potable, las familias pobres tienden a almacenar agua para el consumo en recipientes poco apropiados, criaderos potenciales del mosquito».

Hasta la fecha, hay una ligera prevalencia de la enfermedad en las mujeres. «Podría decirse que la distribución es bastante heterogénea, pero ligeramente se inclina hacia las mayores de 15 años y menores de 50», refiere el médico.

«A mí me afectó bastante, durante un mes no pude trabajar y fue difícil mantenerme porque yo solo vivo de las ventas», cuenta Angélica mientras se prepara para asistir a una minga ambiental en su barrio.

Minga, regionalismo sudamericano de origen quechua, significa reunión de amigos y vecinos para realizar un trabajo de beneficio común. Las mingas existieron desde la época de la conquista y como modalidad cooperativa alcanzaron auge en Paraguay, en la década de los setenta. Las mingas ambientales se implementan en municipios que buscan la participación ciudadana y el compromiso con la comunidad.

Minga ambiental

Ante la preocupación por el rebrote epidemiológico, las comisiones vecinales en muchas ciudades de Paraguay plantean, como opción, la realización de mingas ambientales, en las que se realiza un completo «rastrillaje» con limpieza de baldíos, eliminación de criaderos y basura acumulada.

Sin embargo, ante la falta de infraestructura, las mingas son acompañadas por efectivos de las Fuerzas Armadas y coordinadas por el Comité de Emergencia Nacional.

Este sistema de trabajo con los militares se ha implementado en años anteriores, en especial en 2007, cuando soldados salieron de sus cuarteles y trocaron fusiles y tanques por escobas, rastrillos y bolsas de basura. «Cuando la ciudadanía así lo requiera, siempre vamos a ayudar» dice al respecto el Contralmirante Cibar Benítez, comandante de las Fuerzas Militares.

Actualmente, los trabajos están focalizados en el Departamento Central, uno de los 17 en que está dividido Paraguay. Esta zona es donde más casos se han registrado, en especial en las ciudades de San Lorenzo, Capiatá y Luque, distantes en promedio a sólo 15 kilómetros de la capital.

En opinión de Dilia González, una vecina del barrio San Roque de Luque, «es impresionante la irresponsabilidad de los propios pobladores. No podemos esperar que los militares solucionen los problemas que nosotros mismos hemos causado por falta de conciencia», reclama esta mujer, madre de tres hijos, uno de ellos recién nacido.

Todos los martes, ella y su esposo Casimiro patrullan el barrio eliminando posibles criaderos y, en algunos casos, limpiando los patios y veredas de los vecinos. «Hay que prevenir, porque enfermarse nos cuesta muy caro», explica, al tiempo que reúne a un grupo de vecinos para iniciar el recorrido barrial.

Arroyito

Por su parte, el director del Servicio Nacional de Erradicación del Paludismo (Senepa), doctor Julio Manzur, apoya iniciativas como las mingas ambientales. Pero insiste en que, además de la limpieza, se deben denunciar los casos febriles inmediatamente para tener una detección precoz, dar una respuesta rápida y actuar en la zona donde aparece el caso.

Senepa trabaja en la fumigación de las zonas denunciadas como peligrosas contando con camionetas fumigadoras, 60 máquinas pesadas y 360 motomochilas. Sin embargo, el esfuerzo no es suficiente cuando no se cuenta con la voluntad de los pobladores, como el caso de la localidad de Arroyito en el Departamento de Concepción, a 400 kilómetros de la capital.

Arroyito es de difícil acceso por los constantes cierres de ruta hechos por campesinos sin tierra, quienes además invaden las propiedades privadas y viven en asentamientos precarios.

Ni las instancias privadas ni estatales tienen acceso fácil al lugar para la búsqueda activa de febriles. «Será necesaria una gran capacidad de negociación para llegar hasta ahí. Los dirigentes campesinos niegan el ingreso a los asentamientos. Utilizaremos un método diferenciado, ya que los casos registrados en Arroyito son más de 100 y en los núcleos poblacionales hay más de 5.000 personas», concluye el doctor Allende.

Mientras tanto, Angélica voltea la última botella vieja de cerveza, sale agua de lluvia acumulada y las larvas del mosquito alojadas en ella dan contra el suelo de tierra roja. «Cualquier cosa haré con tal que no me piquen de vuelta. Aquella vez del dengue pensé que ya me moría», recuerda.