Mercedes Polo López

Mercedes Polo López. 80 años. Ama de Casa. La Habana- Cuba.
Una infancia marcada por el maltrato físico que recibía de su madre y por un padre jugador, fue la de Mercedita. Una niña que desde muy pequeña realizó todos los quehaceres de su hogar. Su padre era un hombre trabajador pero incapaz de resistir la tentación del juego por dinero. Por eso paso de ser apodado El Figurín al triste sobrenombre de Negro bobo, por su facilidad para perder en el juego y su honestidad casi ingenua al devolver unos bultos bancarios con varios miles de pesos que encontró olvidados en el baño de una cafetería. El hallazgo contenía la recaudación de un importante circuito de tiendas de la capital.

La infancia de Mercedes se desarrollo entre la barriada del Cerro en la Habana y el pueblo de Artemisa en Pinar del Río. En Artemisa recogió estiércol de vaca para abono, huesos de reses para vender a los artesanos y hasta cortó madera que recogía en los montes para vender a las familias que cocinaban con leña.

Mientras su padre a escondidas de su mamá empeñaba las sábanas y se gastaba el dinero en el Juego de Dominó. La madre por su parte realizaba el lavado y planchado de enormes cantidades de ropa para obtener con que pagar los alimentos. A la medre de Mercedita también le atraía el juego, los fines de semana en compañía de otras mujeres del barrio jugaba a las cartas y a la bolita.

Recuerda que su mamá le contaba que a la edad de 18 años se había casado con su padre de 43, como única salida para escapar de la casa de una tía en la que le obligaban a limpiar seis habitaciones diariamente y hacer el resto de las labores domésticas.

Años después la historia se repetía. Ahora era Mercedita, que con menos de diez años cargaba con todas las labores del hogar. Y en caso de no cumplir correctamente con todo, recibió golpizas con palos de guayaba, gajos de Guira, escobas de palmiches,? ¡Como picaban esas escobas de palmiche!…dice con una triste sonrisa? Nunca olvidaré, cuenta, la vez que mi mamá me amarro desnuda a la pata de la cama y que en mi afán por cubrirme, apenada, me escondí debajo de la cama, sin percatarme que dejaba al descubierto mis partes más íntimas.

Merceditas había nacido enferma del corazón, pero su enfermedad no es descubierta hasta muchos años después. Mientras a la edad de once años recorría diariamente más de doscientos metros con cubos de albañilería que vacíos pesaban de 2 a 3 kilos debía cargar en ellos el agua para los quehaceres del hogar.

Con tan sólo quince años, Merceditas conoce el amor. Un descendiente de andaluces robo su corazón. Fue amor a primera vista. El entonces chofer de tranvía, de la ruta que pasaba frente a su casa logro romper el recio control que ejercía la madre sobre la adolescente y llegar hasta su ventana.

Así se inició un noviazgo que culminó con la fuga de la joven del hogar ante la negativa de la madre a consentir el amor entre jóvenes de diferentes razas y edades. Ella en plena flor de su juventud y con la ingenuidad propia del encierro en que se había criado, aparentaba más edad por su esbelta figura de modelo. El, nueve años mayor, quedo deslumbrado ante la genuina belleza criolla, por cuya sonrisa no cesaba de hacer piruetas en su tranvía.

Ocho hijos tuvieron la feliz pareja. La vivaracha Mercedes compartía su tiempo entre atender a sus hijos y el trabajo del hogar. Su celoso marido no le permitió continuar los estudios, ni trabajar fuera de su casa y hoy confiesa a sus ochenta años que nunca aprendió a leer correctamente y que no sabe escribir.

A fuerza de mucho trabajo, Enrique, el andaluz, reunió lo necesario para tener casa propia y allí se mudó con toda su familia. La mayoría de sus hijos nacieron en los años cercanos al triunfo revolucionario y gracias a los cambios de justicia social que se sucedieron, los jóvenes estudiaron y se hicieron técnicos y profesionales.

Merceditas enviudó hace varios años. Recuerda con cariño a su difunto esposo Enrique, aunque no olvida aquella aventura que tuvo con una mujer que vivía cerca de su casa en Marianao. Fue la única vez que ella se vio precisada a defender su matrimonio y entonces el celoso y machista Enrique conoció de la firmeza y decisión de aquella mujer que hasta entonces había acatado mansamente todas sus decisiones.

Hoy Mercedita vive en un cómodo apartamento de dos cuartos, en el municipio Playa, la acompañan dos de sus nietos. Disfruta pasear por el barrio, el mismo barrió que no la aceptó por ser negra y en el que todavía algunos vecinos le reprochan su condición humilde y el color de su piel.

Da gracias a esta revolución por el presente distinto que vive su familia y mira hacia el futuro con la certeza de que sus hijos y nietos no padecerán ni carecerán lo que ella. Con envidiable agilidad me acompaña hasta la puerta y se asoma a la escalera donde me despide con una sonrisa.

FOTO: www.paraconocer.com