Salta

Los caballeros las prefieren niñas

Clientes ávidos de “consumir” adolescentes, es lo que revelan las escuchas telefónicas que constan en el expediente del juicio por trata de personas con fines de explotación sexual que se desarrolla en Salta. Hoy lunes habrá una nueva audiencia.

Imagen : Del Decálogo sobre tratamiento periodístico de la trata y la explotación sexual. Red PAR

Circuitos clandestinos aunque muy habituales venden a menores de edad para su consumo sexual, una tradición en las despedidas de solteros y también un servicio muy solicitado por los turistas que visitan la provincia.

Esto es lo que exponen las escuchas telefónicas incluidas en el requerimiento fiscal del juicio que afrontan Claudia Marcela Castro y Jessica Marisol Aguirre, acusadas de integrar una red de trata con conexiones en Chile, y que este lunes tendrá una nueva audiencia. En la investigación está implicado un ciudadano chileno llamado Anthony Mark Rodríguez, quien permanece prófugo y es dueño de varios prostíbulos que funcionan en el norte del vecino país.

La investigación se inició en 2012, cuando una persona de identidad reservada reveló cómo funcionaba el circuito clandestino que aprovecha la vulnerabilidad de las mujeres para ingresarlas al negocio de la prostitución. Además de llevarlas a Chile -según esta denuncia- la red las utilizaba para explotarlas en fiestas privadas en La Maroma, Tres Cerritos, Vaqueros y San Lorenzo.

Una modalidad que incluye el uso de la violencia, las drogas y las amenazas, tal como quedó expuesto luego de otra denuncia efectuada en 2014 por F.R.A, una joven de 21 años que intentó apartarse de ese círculo y que debió ser hospitalizada debido a las graves lesiones que le ocasionaron Castro y Aguirre, junto a otras dos mujeres.

De las intervenciones a los teléfonos de una de las agresoras, se extrajo una conversación que da cuenta de la violencia habitual a la que se ven sometidas las mujeres en situación de prostitución: “gorda le metían en la cara zarpado, sin piedad en la cara”. A lo que la interlocutora le responde: “de todas maneras es prostituta, tiene conflicto con todo el mundo, salen con otros tipos y bueno como podés andar así cualquiera la puede hacer cagar”.
Por aquel hecho ocurrido en la casa de F.R.A. en el barrio de Tres Cerritos, en 2015 Castro y Aguirre fueron condenadas a un año y medio de prisión. En tanto, la víctima contó cómo a los 16 años, estando sin recursos por haberse enemistado con su madre, se contactó con Castro, que recibió dinero prestado, que luego debió devolverlo aceptando tener relaciones con un hombre y que un año más tarde, ya estaba siendo prostituida en Chile.

Los perversos permanecen ocultos

La explotación de adolescentes es lo que sobresale en las muchas de las escuchas que dio a conocer la fiscalía federal que interviene en el proceso. Por el momento, no se dieron a conocer las identidades de quienes pagaron para tener sexo con las chicas ni cómo continuará la investigación que parece ramificar en todas las direcciones.

En una de las escuchas se revela que Castro aseguró la presencia de una chica de 15 años en una “fiesta” que se estaba organizando en Lumbreras y de la que iban a participar unos “yanquis”.

Otra grabación contiene una comunicación en la que un cliente llamado Luis le pregunta a Castro si tiene una chica “jovencita” y “bien blanquita”, un pedido que es respondido afirmativamente pocos minutos después a cambio de una tarifa de 800 pesos.

En una comunicación efectuada en junio de 2014, Castro y un tal Pablo mantienen una charla en la que este último le anticipa que están por llegar “funcionarios nacionales” y le solicita los servicios de una tal “Nicol” y de “Loli”. También le pregunta si “Antonella” se encuentra en Chile, a lo que Castro responde que sí. De acuerdo a la información que brindó esa escucha, pudo establecerse que la red estaba explotando sexualmente a una chica de 17 años.

En otra grabación, un hombre de identidad desconocida le dice a la imputada que una vez estuvo en Salta con un amigo médico y que la contactaron para obtener los servicios de una señorita con la que el visitante quedó “muy contento”. “Tuvo muy buena experiencia mi amigo con una mina que vos le tiras, le facilitaste”, señala el interlocutor al explicar que esta vez quería contratar los servicios sexuales para otros amigos.

En este último caso, cuando el hombre le pregunta si puede ver a la mujer antes de concretar el pedido, Castro le responde que no era posible pero que no se iba a arrepentir, que “es un círculo cerrado, tranquilo”, que la“conoce mucha gente” y que “se maneja con referencias”.

La demanda de niñas está expuesta en este juicio y acentúa la responsabilidad de los consumidores de prostitución, los perversos que permanecen ocultos y, por el momento, impunes.