Según los especialistas «el crimen perfecto no existe, lo que existe son las investigaciones imperfectas». El enunciado es prácticamente un principio inconmovible en el ámbito policial de más acendrado profesionalismo, incluso también con fuerte raigambre en el fuero judicial que en definitiva es el encargado de hacer emerger de la oscuridad la verdad real y, consecuentemente, asignar responsabilidades. Sin embargo, por arriba de esta verdad revelada respecto de la puja de dominio entre crimen y pesquisa, que no es otra cosa que una suerte de batalla entre el bien y el mal, hay un factor que vuelve distintivo cualquier acto criminal: su relato. En ocasiones llega a convertirse en un elemento determinante que consigue edificar una historia sobre los cimientos de la causa.
Así hasta el más ordinario de los hechos delictivos -si es que hay alguno dentro de la tabulación penal que merezca esa calificación- se vuelve un caso de nota con un relato ajustado para satisfacer la demanda del interés público que, se sabe, es siempre permeable a la narrativa de intriga, especialmente cuando se la dosifica con un pizca de misterio y maquinación política. Por muy urticante que resulte la comparación, el caso Loan es un perfecto ejemplo de esta probada experiencia.
A un mes de la desaparición del pequeño de 5 años en un paraje rural de la diminuta localidad de 9 de Julio, el caso parece todavía bastante lejos de su resolución; el caótico procedimiento que se desarrolló desde el jueves 13 de junio -el día que se lo tragó el camino- encuadra en una «investigación imperfecta», que resulta tributaria de la novela sin fin, repleta de giros atrapantes que no llevan a ninguna certeza..
El silencio de la Justicia Federal en las últimas dos semanas, al menos desde el aspecto formal, ha puesto a los medios de comunicación a cargo de la narrativa y ninguno ahorró inventiva. Las fuentes «calificadas», que no son otros que los propios directores de la investigación, ayudaron al relato. Además la intervención preliminar de la Justicia de Corrientes dejó un cúmulo de excelente material para alimentar el libreto, con las autoridades provinciales haciendo un excepcional aporte, más la estelar participación del gobernador Gustavo Adolfo Valdés. Todo esto en el marco de una familia unida hasta el borde de la grieta, que se congrega para compartir unos tallarines en la casa de la abuelita del campo, más los parientes, los amigos y los entenados que podrían llenar varios placares con sus secretos ¿Y quién no?
El escenario siniestro que da marco a su desaparición (que de por sí constituye un acto siniestro) es por el momento un cortinado que se sostiene en la mediatización. Con independencia de la legítima presunción de estar frente a un caso de trata, que muy posiblemente cumpla con los parámetros de complejidad propio de ese tipo de delito, resulta pertinente mirar el comportamiento de los medios. ¿Ayudan, complican o solamente entretienen?
Por ejemplo, los canales porteños trasmiten cotidianamente supuestas novedades del caso Loan que ninguna fuente oficial lo confirma ni lo desmiente. Buena parte de la sociedad correntina lo ve como una garantía: «vienen a desnudar lo que aquí se oculta», dicen. Y ellos mismos se presentan como fiscales de una verdad que se construye con la fragilidad que tiene la necesidad de cubrir minutos de transmisión.
Sin embargo, ¿qué es lo que hace que TN y un puñado de medios permanezcan en Corrientes tanto tiempo? ¿Es por un compromiso humanitario; es sólo por el rating que estriba en el morbo y el repudio o hay alguna otra intención oculta?
Todo interés periodístico, hasta el más genuino, siempre tiene un límite, que generalmente lo impone el costo del despliegue de recursos humanos y técnicos. La corporación no acostumbra al dispendio sin objetivos puntuales.
Si el «operativo Laudelina» fue parte de una estratagema pergeñada desde la política, del mismo modo no hay mucho espacio para pensar que casi un mes de trajín periodístico en las calles polvorientas de un pueblito perdido, persiguiendo secretos que se balbucean sin ningún respaldo concreto, es sólo un entusiasmo desmedido sin más recompensa que una causa noble.
Si fuese todo por Loan, bienvenido, pero la prudencia -y la experiencia- aconseja no caer en conclusiones ingenuas. Tan luego en este caso donde se percibe de todo, menos ingenuidad.
Pero, ¿por qué Loan se mantiene tanto tiempo en primera plana? Aunque suene desagradable señalarlo, no hay que dejar de computar que no es el primer caso en una provincia empobrecida de la periferia de un país, que multiplica noticias espinosas todos los días. Desde la economía, pasando por la política, hasta los episodios policiales, hay títulos impactantes cotidianamente, sin embargo la mirada sigue enfocada en 9 de Julio, en un rincón de Corrientes. Lo sostiene la insistencia de los medios de comunicación que conscientemente relegan el tratamiento de la agenda pública (con el presidente Milei dentro de ella) por un relato con todos los ingredientes que empuja a empatizar con un niño extraviado en el misterio.
Loan se ha convertido en la víctima perfecta en un país donde, lamentablemente, las investigaciones son casi siempre imperfectas.