Literatura: una mirada de género

El lugar histórico de la mujer y los planteos actuales al respecto abren la posibilidad de analizar textos literarios desde una perspectiva de género, lo que permitirá no sólo la necesaria reflexión acerca del rol de la mujer sino que posibilitará un cambio en las pautas culturales que ha establecido y esclerosado un estereotipo de mujer. La literatura – como producción cultural – no es ajena a esto, al contrario, puede rastrearse en ella la perpetuidad de una suerte de sujeción de la mujer al dominio del varón.

La literatura infantil, con todas sus princesas obedientes y a la espera de un príncipe azul que las despose para ser felices para toda la vida, ha creado la imagen de una mujer delicada y sumisa, características por las cuales es premiada con un varón y la boda; acercándonos en el tiempo, la película ?Manuelita?, éxito de taquilla en 1999, muestra una Manuelita que luego de sus peripecias en París, vuelve a Pehuajó a casarse con su tortugo, el final del film es por demás elocuente, el reciente matrimonio parte a su viaje nupcial en un gigantesco globo decorado como pastel de bodas. Nuestras niñas y nuestros niños reciben así un conjunto de valores en el que a ellos les será permitido la conquista del mundo, mientras que a ellas sólo les corresponderá esperar y atenerse a sus maridos; y aun para Manuelita, que se atreve a salir al mundo, como redención sólo obtendrá el derecho de volver a su lugar de origen, envejecida, ¡y para casarse! volviendo a oficializar de este modo el principal destino que la cultura le asigna a la mujer.

La literatura funciona así como convalidación de un modelo que niega la individualidad de género y en particular el derecho de la mujer a ser la única protagonista de su destino… aún si éste significara la ratificación de pautas consolidadas, pero elegidas como ejercicio del libre albedrío y por no por el peso de los ?usos y costumbres?.

Estos textos literarios ?y los ejemplos serían infinitos- nos obligan a replantear su significado más allá de la cuestión eminentemente técnica de la creación o su valor estético. Esta realidad, que es indiscutible en sus efectos, nos abre la posibilidad de repensar precisamente desde la práctica docente qué roles y valores estamos proponiendo a los niños y niñas y cuáles son nuestras concepciones al momento de elaborar propuestas de lecturas literarias.

Orientaré mi propuesta a otros textos, algunos de los cuales son leídos en la escuela sin una mirada de género que amplíe su sentido en torno al contexto de su producción y a las lecturas que pueden realizarse desde el hoy. Propongo a continuación un conjunto de textos y su posible lectura, con la necesaria aclaración de que el recorte no significa exclusión, todo lo contrario, implica iniciar un diálogo entre textos y entre docentes para que el corpus se amplíe y la mirada de género sea un principio en nuestras lecturas y en nuestras prácticas.

Propuesta

La imagen de la mujer ha sufrido cambios en el tiempo, de ella se han fijado determinadas conductas, modos de ser, actividades; en suma, roles que debía y ¿debe? cumplir para ser ?mujer?. A partir de la lectura crítica de los textos, será posible relevar el ser mujer para cada época y las diferencias con la actualidad; analizando las modificaciones ? si existen ? y fundamentalmente, nuestras creencias, concepciones y posturas.

La lectura de ?Consejos de un padre náhuatl a su hija? revela claramente el lugar que en la cultura ocupa la mujer ? amén de las diferencias de clase ? y cuál el varón, los consejos y su minuciosa descripción de lo que debe hacer la mujer son, en realidad, un mandato, cuya desobediencia ?tácita o explícita- acarrea sanciones, deshonra para la mujer y su familia, que además son mayoritariamente entendidas como ?justas?.

Resulta interesante oponerle a este catálogo de conductas y actitudes el poema ?Hombres necios que acusáis? de Sor Juana Inés de la Cruz , pero ampliando su significado sobre todo porque, a pesar del tiempo transcurrido desde su aparición y el presunto progreso de la humanidad, su denuncia sigue siendo percibida antes que nada como un hecho principalmente literario, lo que inevitablemente reduce y acota su profundo significado político, pero también y demasiado a menudo, como la opinión de una mujer inteligente, por lo tanto excéntrica; proceso de percepción que termina anulando o debilitando el sentido principal de sus versos: una clara y fuerte denuncia de negación de justicia. Esto a pesar de la manifiesta indicación que hace la escritora al explicitar el rol del varón y las consecuencias que debe asumir la mujer, opiniones fuertes que superan el contexto de época y destacan la mirada de Sor Juana hacia lo que la actitud masculina tiene por consecuencia; el texto denuncia que las mujeres son lo que hace el varón de ellas, un estereotipo que la autora percibe y denuncia, que era vigente sigue siéndolo ahora, prescindiendo de cuánto haya aumentado la visión crítica del problema.

El escenario ha comenzado a incorporar una legitimidad que incluye a la mujer, pero aun no ha cambiado lo suficiente como para que sea justo. A lo largo de los años, por ejemplo, el erotismo femenino ?un fenómeno aceptado y practicado sólo como prerrogativa masculina- ha pasado de la negación de su existencia a su aparición y asunción como propio de la mujer.. Esto se aprecia claramente en la escritura de Delmira Agustini, que muestra a una mujer que se opone a los estereotipos propuestos por la literatura; desde este lugar también puede leerse ?Tú me quieres blanca? de Alfonsina Storni.

Estos ejemplos quizás sean importantes si se admite que el erotismo quizás sea la expresión cultural que más fácilmente explique la alienación que la cultura dominante impone a la mujer. Este tema es entendido, por su propio imperio, como un tema masculino, más aún, hecho ?a su imagen y semejanza?, en el que el rol femenino es funcional a una variante de la sexualidad que la pone en el centro del interés al mismo tiempo que la ignora como persona. Una cuestión ajena a la vida femenina, en un territorio propio del varón.

La lectura de cada uno de estos textos permitirá relevar características de lo femenino y masculino, de los roles de mujer y varón, asignados o pretendidos; este análisis y puesta en comparación, nos confrontará con un conjunto de concepciones en distintos momentos históricos que deben ser revisadas a la luz de lo que hoy se entiende por perspectiva de género; esta tarea implica una mirada abarcadora y una lectura desde el hoy para analizar las modificaciones y/o supervivencias de los estereotipos de género.

Conclusión

No debemos soslayar que la educación es una práctica social inserta en redes de poder que determinan las mayores o menores oportunidades de los sujetos que quieren acceder a la posesión de bienes culturales. Tampoco le es ajeno el hecho de que la posesión de estos bienes marca una diferencia de status dentro de la misma sociedad. Ante esto, una mirada política respecto del poder que tiene la institución educativa para perpetuar el status quo de los que accederán o no a las distinciones y privilegios es central, pues mirar las instituciones educativas desde este lugar permite la posibilidad de reflexionar acerca de lo institucional como perpetuador de situaciones sociales de privilegio o marginación.

Verónica Edwards aborda esto analizando cómo el conocimiento escolarizado puede convertirse en un instrumento de alienación del sujeto a partir de las formas que el conocimiento adquiere en la escuela. Así, las formas de conocimiento «tópica» y «como operación», establecen una relación de exterioridad del conocimiento respecto del sujeto, impidiéndole situarse en el lugar de poseedor de un conocimiento que le sea significativo, que implique su emancipación.

Siguiendo a Edwards y su planteo del conocimiento situacional como aquel que permitiría al sujeto apropiarse de un conjunto de saberes significativos, consideramos crucial el concepto de emancipación, tal como lo plantea Shirley Grundy en su análisis del curriculum como praxis.

«La praxis supone un proceso de construcción del significado que reconoce a éste como construcción social. Para todo conocimiento, dar sentido e interpretar son fundamentales. Esto lleva consigo que el proceso del curriculum sea inevitablemente político, pues la operación de dar sentido a las cosas incluye también significados conflictivos»(1)

Así, la educación es una praxis, un hacer político que puede determinar la emancipación o la alienación del sujeto. En una forma situacional de conocimiento y de relación de interioridad, el sujeto puede situarse en un lugar de apropiación del conocimiento, en un lugar desde el que podrá operar para modificar su entorno, en un lugar de crítica, de encuentro creativo con los otros, en suma, en un lugar en el que la praxis sea, efectivamente, una práctica política.

Desde esta concepción de la educación debemos, como docentes, crear las condiciones necesarias para estos cruces de lecturas y reflexión crítica de la realidad, se conviertan en herramientas de emancipación, pues la equidad y la justicia sólo se logran a partir de un reconocimiento de la realidad, de las posibilidades de leer en ella las posibles injusticias que en lo que a género se refiere, constituyen una clara injusticia pues ubica a las mujeres en una situación de inferioridad establecida sólo desde lo cultural.

* Esta presentación es parte de un trabajo presentado en la Maestría de Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Salta.
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(1) Grundy, Shirley (1994). Producto o praxis del curriculum. Madrid: Morata

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