«Las mujeres están más cómodas cuando vienen a la gomería»

Tiene 19 años y eligió ser gomera, un oficio propio de los hombres. Cuando se enteró del oficio que había elegido, el padre la echó de la casa porque tenía miedo de que le pasara algo grave. Un día de mucho trabajo atiende unos 30 vehículos, entre autos y motos.

NEUQUÉN
Detrás de una montaña de cubiertas apiladas sale una joven menuda con el cabello recogido y un mameluco con manchas de aceite para el automotor. Jaquelín González, con solo 19 años, es la mujer que está a cargo de una gomería en el extremo del oeste de la ciudad.

Tardó casi dos años en convencer al propietario de que podía trabajar a la par que cualquier hombre. Él evitaba tomarla porque en ese momento era menor, pero también por su condición de mujer para desempeñarse en una profesión que se requiere de cierta fuerza física. Ahora, no solo dice estar conforme con su trabajo sino que de tomar más personal sin dudarlo contrataría a una mujer por la responsabilidad y dedicación que le imprime.

“Insistí tanto… es que el burro no gana por burro sino por insistente”, suelta entre risas la joven que se muestra charlatana y a la vez con cierta timidez.
“Hasta que finalmente pasé un día y le dije que me había quedado sin trabajo, yo por ese entonces cuidaba a unos nenes. Bueno, me dijo, vamos a probar. Yo no sabía nada, ni lo que era un parche. Ahí empecé a aprender, la gente me ayudó y me tuvo paciencia. Hay de todo, hay algunos que te felicitan y otros que se te quedan mirando”, cuenta Jaquelín.

Su familia está integrada por un hermano y su padre, que tiene la mitad del cuerpo paralizado como secuela de un ACV. Su madre no vive con ellos y la necesidad de trabajar, de salir a buscar dinero para contribuir en el hogar, siempre estuvo latente.

También supo vender por las calles para juntar unos pesos antes de afianzarse en esta nueva profesión a la que le tomó el gustito, aunque aún le queda pendiente poner en práctica su pasión, que es la cocina.

Destinos

“Hace como un año, cuando mi papá se enteró de que había empezado a trabajar en una gomería, me echó de la casa. Tenía miedo de que me pasara algo, por el trabajo que tenía que hacer y por el entorno masculino. Después lo aceptó, es un buen laburo”, asegura la adolescente.

“Me siento como una hormiguita en medio de tantos hombres. Es como todo, hasta que te acostumbrás. El primer tiempo fue difícil”, dice porque los clientes, en su mayoría, no se esperaban que quien vaya  a repararles una cubierta  sea justamente una chica.

En el local, contrario a lo que podría suponerse, no hay calendarios ni de mujeres ni tampoco de hombres en paños menores. Es una esquina que sobresale por sus paredes vidriadas y las columnas de neumáticos para todo tipo de autos y motos.

“No es un trabajo difícil, es pesado pero no tanto”, agrega mientras saluda a un cliente.

A metros del acceso a los barrios Hibepa, sobre la calle Novella, dice que trabaja tranquila, no le da miedo ni inseguridad porque todo el mundo ya la conoce.

“Hay mucho machismo acá pero te respetan. Hay gente que pasa y se queda charlando, pero ninguno al verme se fue a otra gomería. Te miran cómo trabajás, están encima. Le digo: ‘Caballero, si se escapa algo, yo no me hago cargo’”, sin tutearlo, para guardar distancia.

A las clientas les da mayor garantía de que no se va a aprovechar del desconocimiento y les va a cobrar de más.

“La mujer se siente más cómoda porque saben que está lleno de hombres y cuando me ven a mí se relajan más. Se respeta más a la mujer. En general, son muy piolas, muy agradables”, admite.

Confianza, es verdad. Hay veces que le dicen que se tienen que hacer más parches de lo que en realidad son.

También están las que sienten celos. “Hay muchos celos, mujeres que son muy controladoras que ni se bajan del auto cuando vienen con el marido. Yo a quién voy a darle celos, toda sucia, llena de grasa”, se mofa de sí misma.

De cara al futuro, guarda otros planes. Primero quiere rendir unas materias que le quedaron sueltas para terminar el secundario. En lo posible, darse el gusto y meterse en una cocina profesional para dedicarse al servicio de catering para eventos.

Aunque su gran meta es poder concurrir a la universidad y decantarse por alguna de las dos carreras que más le interesan: abogacía o psicología. “Por ahora habrá que esperar, igual este trabajo me encanta”, asegura Jaquelín.