La libertad de elegir

Según una de las versiones del catecismo de la iglesia católica, el bautismo es el medio ?mediante el cual nos liberamos del pecado y, renacidos como hijos de dios, nos transformamos en miembros de Cristo y nos incorporamos a la iglesia como partícipes de su misión?.

Como es obvio, el bautismo es un acto de aceptación y sumisión temprano. La manera en que un niño de pocos días pueda asumir la responsabilidad de sumarse a la ?misión de la iglesia? es ?para el Vaticano- un ?misterio de la fe?.

En varios países del mundo, pero sobre todo en Europa, grupos de ciudadanos -bautizados en su infancia- han llegado a la conclusión de que el bautismo y este ?compromiso? son un abuso.

La iglesia sostiene que los recién nacidos llegan al mundo ?con una naturaleza humana contaminada por el pecado original? y que necesitan del bautismo para ?quedar libres del reino de las tinieblas e incorporados al reino de la libertad de los hijos de dios? (según consta en un catecismo católico).

Si bien podría entenderse que sólo se trata de un rito ?espiritual?, el hecho es que tiene sus efectos en la vida terrenal.

El número de católicos practicantes en el mundo se basa en gran medida en las estadísticas de los bautismos, y estos datos sirven en muchos casos para determinar la entidad del apoyo económico que el Vaticano recibe de múltiples estados que por el mismo motivos son reconocidos como ?mayoritariamente? católicos.

El tema incorpora entonces explícitas implicaciones ?terrenales?, por lo tanto jurídicas, basadas en la inexistente potestad de niños recién nacidos, incapaces por definición de asumir ningún acto de ?aceptación? o ?compromiso?.

Es tan evidente esta contradicción que el Vaticano dispuso en su momento el acto de la ?confirmación?, es decir la aceptación en edad adulta de ese ?compromiso?, aunque también la confirmación se realiza en la práctica durante la minoría de edad.

Esta situación ha provocado que en muchos países, ciudadanos adultos bautizados en su infancia como católicos hayan comenzado a  cuestionar la adhesión forzosa a una fe determinada.

De lo que estamos hablando es del derecho a la apostasía, o sea, la posibilidad de cambiar de fe o dejar de tenerla. Un concepto legitimo que las religiones esgrimen como si se tratara de un delito, y que en algunos países musulmanes puede ser motivo de condena a muerte.

Esta petición tiene alcances de manifiesto interés general: en primer lugar por la obviedad de que no se puede construir una pertenencia religiosa o de ninguna índole a partir de la inexistente ?voluntad? de un recién nacido, y en segundo lugar ?aspecto determinante en términos políticos- para poner a prueba la voluntad del estado de respetar la voluntad de grupos ?al menos por ahora- minoritarios.

Por todos  estos motivos, un grupo de ciudadanas y ciudadanos argentinos solicitarán en marzo de 2009 su derecho a apostatar. No ?en contra? de la iglesia, sino a favor de su derecho a decidir a estar o no inscriptos en algún registro como pertenecientes a determinado culto.

En suma, solicitarán su des-bautismo y declararán su apostasía. Es importante destacar que las razones para esta solicitud son variadas pero ninguna tiene que ver con la fe sino con el derecho de las personas a creer en lo que quiera o a no creer en nada.

Quienes solicitarán ser excluidos del registro como católicos, sostienen que la iglesia católica y el Vaticano han operado a lo largo de los años una apropiación indebida de las personas ? sobre todo de las mujeres ? impidiéndoles el goce pleno de sus derechos.

Apropiación que implica la negación de diversos derechos civiles y que extrema sus exigencias en materia de sexualidad ?antigua y predominante obsesión de la iglesia católica- mediante la imposición de usos y costumbres que exceden  – con largueza ? las cuestiones de fe, para invadir la privacidad de las personas. 

El Vaticano y su iglesia se oponen a cualquier intento de educación que no se enmarque en sus preceptos; en este sentido, la lucha encarnizada que sostiene contra la educación sexual, es una especie de cruzada.

Para una iglesia tan motivada por lo que considera ?moral sexual?, una adecuada educación sexual permitiría ?por ejemplo-  dotar a niños y menores en general de mecanismos de reconocimiento de pedófilos, permitiría reducir los índices de embarazo adolescente, las enfermedades de transmisión sexual y la muerte por abortos clandestinos.

La férrea oposición eclesiástica a la difusión de estos conocimientos elementales e inherentes a la naturaleza humana, deja a infantes y adolescentes a la merced de la ignorancia, que es el verdadero mal que afecta a la sociedad. 

Sin olvidar por último que en general todas las iglesias ?importantes o no- son organizaciones férreamente masculinas que cultivan a través de los siglos una idea de profunda subestimación y sumisión forzada de la mujer.

Como consta en los textos de Agustín de Hipona, padre fundador de l cristianos y ?doctor? de la iglesia, según el cual: «No veo para qué fue creada la mujer si descartamos la razón de la gestación de los hijos? (?De Genesi ad Litteram?), entre otros infinitos testimonios de la arraigada misoginia clerical.

Estas ideas siguen plenamente vigentes en la acción y mentalidad eclesiástica, e implican el desconocimiento de varios derechos.

Elegir libremente la propia fe, el modo de creer, o de no creer, es el motivo de estas iniciativas destinadas a asegurar el derecho a la apostasía, el des-bautismos y a tener en cuenta ?en su momento- sus pleno efectos jurídicos en la sociedad.  

(Para mayor información ingresar a: www.apostasiamasiva2009.blogspot.com )

IMAGEN: catanpeist.blogspot.com