LA CONSTRUCCIÓN DE LO FEMENINO

Como pone de manifiesto Alicia Puleo, la Ilustración es testigo de una intensa polémica en torno a los sexos: D?Alembert, Condorcet, Madame de Lambert, Théroigne de Méricourt y Olimpe de Gouges, entre otros, defendieron la igualdad entre los sexos y refutaron las opiniones contrarias de quienes sostenían la inferioridad natural de las mujeres, ya que ningún destino biológico, físico o económico define la figura que reviste en seno de la sociedad la hembra humana; la civilización en conjunto es quien elabora ese producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica como femenino.

La teoría feminista ha vinculado el sexo a la biología y consecuentemente a la naturaleza, por lo tanto podría decirse que es invariable, mientras que el género es vinculado a la cultura y a la sociedad; por lo tanto es maleable. La categoría de género no es culturalmente neutra porque los roles masculino y femenino se construyen en el seno de la sociedad, varones y mujeres desempeñan distintas tareas y ocupan espacios distintos pero no existe sociedad en la que las mujeres posean mayor poder que los varones. Con la distinción sexo/género es posible enfrentar argumentos que sostienen que por ?naturaleza? y en función de su anatomía las mujeres son ?femeninas?, es decir vulnerables y débiles y se tiene que reconocer que las características llamadas femeninas se asumen mediante el proceso de adquisición de género. Celia Amorós señala que al conceptualizar a las mujeres como naturaleza se las excluye de la individualidad. Los varones son conceptualizados por la ideología patriarcal como individuos por ser creadores de la cultura y capaces de elevarse a la abstracción. En cambio lo femenino es tematizado por el patriarcado como una masa inseparable e incapaz de producir individualidades.

El conjunto de los ?seres humanos? adquiere características especiales cuando se pone en relación con las condiciones de las mujeres, un ejemplo claro es la Revolución Francesa, hecha para conquistar los derechos para la humanidad en nombre de la Razón Universal, pero que eliminaba a las mujeres de la ciudadanía. Olimpe de Gouges, cuando pretende actuar de acuerdo a con los derechos que declamaba la Declaración se da cuenta que ésta se aplica efectiva y exclusivamente a los varones, por lo cual decide redactar la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana (1791) pero es guillotinada por el delito de haber olvidado las virtudes de su sexo para mezclarse con los asuntos de la República (Levy, 1999: 63) De este modo, el discurso producido por la Razón Moderna pone de manifiesto que la Universalidad se aplica al dueño de la razón: el varón, mientras que las mujeres sólo tienen acción en el mundo privado, lo que se sustenta en la imposibilidad de aceptar las diferencias y que redunda en la desaparición de todo sujeto que no sea igual al que ha generado el discurso.

Esto se refuerza en la educación que reciben las mujeres, ya que las encamina a ser simples objetos de placer y procreadoras, manteniéndolas en un ?perpetuo estado infantil? al decir de Wollstonecraft, Recordemos que en la obra el ?Emilio de la Educación?, Rousseau afirma que ?no es bueno que el hombre esté solo? es necesario buscarle una compañera, pero ?uno debe ser activo y fuerte, débil y pasivo el otro; de precisa necesidad es que el uno quiera y pueda, basta con que el otro se resista un poco (?) toda la educación de las mujeres debe estar referida a los hombres. Agradarles, serles útiles, hacerse amar y honrar por ellos, criarles de pequeño, cuidarles cuando sean mayores, aconsejarles, consolarles, hacerles la vida agradable y dulce: estos son los deberes de las mujeres de todos los tiempos y lo que ha de enseñárseles desde la infancia?. El discurso se condice claramente con una sociedad patriarcal en la cual el hombre ?es? y la mujer ?debe ser? ya que su destino especial es el de agradar al hombre ?desde su infancia?, mientras que el mérito del varón consiste en el poder/dominar. Con razón Flora Tristán sostiene; la Iglesia que ha dicho que la mujer es el pecado(1), el legislador que dice que por ella misma no es nada, que no debería gozar de ningún derecho; el sabio filósofo(2) que afirma también que por su constitución no tiene inteligencia; de todo esto se ha concluido que es un pobre ser desheredado de Dios, y los hombres y la sociedad la han trazado en consecuencia.

El debate sobre la femineidad, sobre el origen cultural e histórico del papel y la actitud femenina encuentra sus orígenes en Simone de Beauvoir, quien formula que ?no se nace mujer, se llega a serlo?. Según Amorós, la autora de El Segundo Sexo puede ser considerada ?una visagra entre el feminismo ilustrado y el neofeminismo de los ?70: por una parte (?) desde el punto de vista restrospectivo dota de una fundamentación filosófica elaborada y consistente a las posiciones partidarias de la emancipación femenina dentro de los parámetros ilustrados- derecho a la educación igualitaria, ciudadanía, igualdad de oportunidades, de realización existencial- Por otra, su reconstrucción de los mitos sobre la feminidad, que se contrastan con la descripción de la experiencia vivida de las mujeres, captadas por una inusual agudeza en todos los aspectos, anticipa en parte lo que serán temas propios de la Segunda Ola de los 70?

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(1) Biblia: Génesis 2 cap 3

(2) Desde los tiempos de Aristóteles en la Política, que había separado para la mujer el rol de ?conservar? y para el varón el de ?adquirir?, diferenciando los espacios en los cuales estas actividades se desarrollan; la Economía (Oikonomía, de oikos: casa) y la Política.

Trabajo presentado en el Posgrado de Especialidad de Estudios de Género. comisión de la Mujer Universidad Nacional de Salta 2007- 2008- 2009

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