LA CATEGORÍA DE GENERO Y EL ESTEREOTIPO DE FEMINEIDAD

El propósito de este trabajo es reflexionar acerca de los aportes de la categoría género, sus ventajas y desventajas para comprender la noción de femineidad, asimilada a las características de pasividad, debilidad, inacción, no agresividad, no poder, ideal estipulado como requisito a cumplir para las mujeres, so riesgo de no ser consideradas ?femeninas?.

Me parece oportuno relatar una anécdota personal que ilustra mi incomprensión acerca de este tema. Hace dos años, una joven psicóloga, quien en ese momento oficiaba como mi terapeuta personal, me dijo en una sesión, en instancias en que yo había sufrido un desengaño amoroso, que yo tenía una ?cosa muy yang? entendido este concepto como energía masculina. Y que lo femenino estaba ligado al no poder (entendido como poder personal, la capacidad de modificar el entorno inmediato), la pasividad, la vulnerabilidad, y para ilustrarme esta idea metafóricamente me relacionó la imagen ?las piernas abiertas de la mujer?, desprotegida y expuesta al hombre, con el prototipo de la feminidad. El impacto de sus palabras fue enorme, me produjo una gran sorpresa inicial, pero dado que yo estaba pasando por un momento emocionalmente difícil, terminó calando en mí.

Ahora me pregunto si esta definición de lo femenino como débil e impotente obedece al ?orden natural?, al ?orden espiritual? (recordando la noción de Yang como opuesta a Yin perteneciente a la cosmovisión religiosa oriental). Y entiendo que la categoría de género me abre un abanico enorme de interpelaciones a esta noción de feminidad revindicada por mi psicóloga, porque este hecho puntual de aceptar como válida o no esta conceptualización, le da toda una dirección a una vida humana, la mía. No es una opción menor para una mujer ELEGIR ser femenina según lo culturalmente consensuado: pasiva, débil, impotente, quejosa, pendiente de la apariencia personal, dependiente de un vinculo con un hombre, víctima de los caprichos y demandas de ese hombre, (?con las piernas abiertas?), o ser fuerte, activa, agresiva para defender mi dignidad y mi espacio personal, y vivir respondiendo primordialmente a mis necesidades y entonces? ?¿con las piernas cerradas??

Es decir, si yo quiero desarrollar cualidades que me permitan ser decidida y orientada hacia metas personales, profesionales, vocacionales, políticas, artísticas y no a cumplir el requisito de ser madre y esposa; y si además estoy dispuesta a enojarme y ser agresiva cuando la situación lo requiera, dispuesta a combatir las adversidades que la vida me va presentando… ¿debo tener pene? Porque si ser mujer es ser impotente, ¿voy a dejar de ser mujer si no quiero aceptar la impotencia?

En esta introspección, la noción de Género aportada por Rosa Cobo Bedía: ?como construcción cultural que se ha plasmado históricamente en forma de dominación masculina y sujeción femenina?(1) abre las puertas al interrogante de cuales son los resortes en los que se asienta esta potestad androcéntrica y si cabe la posibilidad de que lo que se entiende por femenino o masculino simbólicamente sea uno de los mecanismos en que se asienta este dominio.

Acordando con la autora sostenemos que ?toda sociedad construida sobre una profunda desigualdad genera mecanismos ideológicos ? definiciones sexuales ? que justifican y legitiman esa desigualdad?. Y Cobo Bedia identifica como primer artificio al Estereotipo: ?conjunto de ideas simples, pero fuertemente arraigadas en la conciencia, que escapan al control de la razón?(2), por ejemplo, los atributos de impotencia y debilidad relacionados a lo femenino. Este concepto es muy ilustrativo acerca de cuales son los elementos esperables en la noción de feminedad: impotencia, debilidad, suavidad, intuición, y en todo caso, si una mujer quiere conseguir ciertos fines, apelará a la manipulación culpabilizadora para que otros ejecuten esas tareas. En cuanto al varón, el estereotipo manda que sean fuertes, racionales, combativos, aventureros, valientes, y ¡que no lloren!

Otra contribución importante para analizar este ejemplo la realizan Candance West y Don Zimerman cuando introducen distinciones entre tres conceptos que suelen confundirse. Aunque los autores los pueden analizar con lograda independencia: ?Sexo es una determinación hecha sobre la base de criterios biológicos socialmente convenidos para clasificar a las personas como macho y hembra?(3). En tanto, la Categoría Sexual es conceptualizada como: ?las demostraciones identificatorias socialmente requeridas que proclaman nuestra pertenencia a una u otra categoría?(4). Retomando el ejemplo anterior, mi psicóloga juzgaba que yo tenía una ?cosa yang? que responde a algo que estaba en su nivel de percepción, pues no se trataba de algo material como el vestuario, ni siquiera en la gestualidad. Según ella tenía que ver con una ?energía?.

Afortunadamente, su aparente visión de cierta ?masculinidad? en mi persona no era lo suficientemente fuerte para hacerla dudar de mi categoría sexual, porque si como sostienen los teóricos ?suponemos que otros la están exhibiendo para nosotros?, yo demostraba todos los signos materiales e inmateriales para que se me clasificara dentro de la categoría femenina.

Por último, entendido como Genero es ?la actividad consistente en manejar una conducta determinada a la luz de conceptos normativos de actitudes y actividades apropiadas para la categoría sexual de cada persona. Las actividades relacionadas con el genero surgen de la exigencia de ser miembro de una categoría sexual y la apoyan(5)?.

Dentro del ?paquete de comportamientos? natural esperable para una mujer que había vivido un revés amoroso, estaba la acción de llorar amargamente su desengaño, sentirse víctima y mártir y quejarse ante todo el mundo sobre sus penas. Si yo hubiera sido varón se me hubiera instado a ser duro, no dejar rodar una lágrima y salir a buscar nuevas ?aventuras?, a lo ?macho?.

Por supuesto que si yo hubiera seguido esta última conducta siendo mujer, generaba una situación más conflictiva socialmente a merced de lo que los teóricos llaman ?Rendición de Cuentas? que sostiene que ?los miembros de la sociedad interactúan dándose informes descriptivos del estado de las cosas? y que estos informes ?son serios y tienen consecuencias?. Y que los sujetos orientan sus conductas ?por el hecho de que sus actividades están sujetas a comentarios(6)?. Para una salteña viviendo en esta sociedad patriarcal, la libertad sexual todavía es algo vedado culturalmente.

En este último punto, queda claro que la rendición de cuentas es una prescripción social, que impone diferencias en lo aceptable y permitido en las conductas de las mujeres y los varones.

Bien, este desigual trato en el juicio ajeno que sufrimos las mujeres por nuestras conductas ¿tiene que ver con un hecho biológico?

Yo creo que no. Y ese es uno de los lugares donde el concepto de género como construcción social de la diferencia sexual aporta enormes ventajas para entender este asunto puntual de las conductas permitidas y las censuradas. Y también para explicar como una mujer, profesional, psicóloga define la feminidad en términos de no poder, y vulnerabilidad ante el hombre. Y lo que es aún más grave, la postulación de esa debilidad, sumisión y rendición al poder masculino como destino.

West y Zimmerman sostienen que en cualquier situación, nuestra categoría sexual es relevante y está sujeta a evaluación ajena. Y que la categoría de género hace visibles los convenios sociales mediante los cuales los hombres hacen dominio y las mujeres sumisión, construyendo un orden social que ?supuestamente refleja las diferencias naturales? aunque en realidad refuerza y legitima el orden jerárquico. Rosa Cobo Bedía retoma los conceptos de Kate Milet: ?la socialización implica que cada género tiene que haber interiorizado las pautas necesarias para saber que tiene que pensar o hacer para satisfacer las expectativas de género?(7). Y puntualiza que las ideologías sexuales son más resistentes al cambio ?porque están integradas en sistemas de creencias más amplios, sobre todo en las religiones y en visiones sociopolíticas y culturales del mundo que abarcan todos los aspectos?. Esto se aplica a la cuestión Ying-Yang.

Y para explicar con más precisión la observación de mi psicóloga, Rosa Cobo Bedia cita a Hanna F. Pitkin, quien sostiene ?las ideologías sexuales incluyen la idea de que el varón es el titular nominal o potencial de todo posible poder y la mujer la expresión del no poder(8)?.

Para promover un cambio es necesario ?reconceptualizar el género, no como simple propiedad individual sino como una dinámica integral de los órdenes sociales?. Imaginemos sólo miles de psicólogos mujeres o varones transmitiendo este concepto de feminidad a sus pacientes y tendremos una estructura patriarcal convincente. Ni hablar de los otros múltiples dispositivos de inducción que no consideraremos en este trabajo.

Acerca de las desventajas que se plantan en la noción de género, considero ilustrativa la reflexión realizada por Linda Nicholson, quien advierte que ?muchos de los modos en que pensamos sobre el género son consecuencia de una cultura histórica específica?.(9) Es decir que estamos condicionados históricamente por nuestro modo de pensar, nuestra cosmovisión, incluso nuestro modo de organizar el lenguaje.

También la autora hace referencia al ímpetu con el cual el feminismo describió puntillosamente las diferencias entre las psiquis de las mujeres y los varones, pasando por alto la forma en que varones y mujeres se desvían de la descripción del género y de cómo y porque esto ocurre. Argumenta que: ?La tarea de explicar porque las mujeres no orientan siempre sus relaciones hacia la atención y cuidado de otros o los varones no siempre son individualistas, dominantes y traficantes de poder fue implícitamente considerado no feminista?(10).

Otra desventaja que plantea la noción de genero, o la forma en que primordialmente se la ha estudiado, es enunciada por Marta Lamas cuando evoca los estudios de Ortneer y Whitehead acerca de la sociedad organizada como sistema de prestigio. El diccionario español entiende esta última noción como influencia, ascendente, autoridad.

Al introducir el análisis del sistema de prestigio en la noción del género, queda en evidencia uno de los motivos por los cuales, a pesar de la condición de universalidad de la subordinación femenina, no fue posible lograr una unidad de lucha política, debido a las separaciones de clases sociales y económicas. ?Los hombres y las mujeres de un mismo rango están mucho más cerca de sí que los hombres y mujeres con otro estatus?(11) sostiene la autora. Igualmente la dificultad para generar vínculos de solidaridad y colaboración entre las mujeres en ordenes donde la clase social no entra en consideración debería ser una materia primordial de estudio. ¿Por qué las mujeres tienen esa imperiosa necesidad de competir entre ellas, a veces desalmada y descarnadamente, por la atención masculina?

Para finalizar y a modo de corolario retomo las palabras de Marta Lamas: ?En muchas partes se suele valorar la fuerza sobre la debilidad, y se considera que los varones son los fuertes y las mujeres son las débiles?(12).

Considero que los seres humanos nos catapultamos a partir de un deseo de poder y prestigio, entendidos como la búsqueda de la realización personal, de libertad, de capacidad para dirigir nuestro destino, de ser reconocidos en aquella actividad que nos apasiona. Y ese deseo no distingue varones de mujeres. El hecho de que los hombres tengan mayor ímpetu para buscar su autorrealización y desarrollar su vida pública y profesional tiene relación con la prescripción simbólica y genérica a las que tuvieron acceso. En cambio, las mujeres para desarrollar esta tarea tienen que realizar una deconstrucción del genero, que introyectado en su propia psiquis a través de mecanismos principalmente simbólicos y a menudo inconscientes, les dice que no pueden o que no deben, porque su lugar de realización se encuentra en el matrimonio con un hombre de reconocido status. Considero que una de las tareas fundamentales para el feminismo, es la promoción de la toma de conciencia del PODER PERSONAL por parte de todas las mujeres, que es individualmente una tarea psicológica, y estructuralmente una labor de generación pública de nuevos significados y estereotipos, para así impulsar la desidentificación femenina con la debilidad, la pasividad, la impotencia y el víctimismo que las somete a la voluntad ajena.

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(1) Cobo, R. ?Diez palabras clave sobre Mujer?, ?Genero? en Amorós C. (comp.). EDV, 1995, p. 62.
(2) Idem, p. 66.
(3) West, C. & Zimmerman, D. H. ?Haciendo género? en Navarro, M. & Stimpson, C. (comp.) Sexualidad, género y roles sexuales, Buenos Aires, FCE, 1999, p. 112.
(4) Idem anterior.
(5) Idem anterior.
(6) Idem, p. 126.
(7) Cobo, R. ?Diez palabras clave sobre Mujer?, ?Genero? en Amorós C. (comp.). EDV, 1995, p. 75.
(8) Idem, p. 76.
(9) Nicholson, L. ?La genealogía del género? en Hiparquía, V. 1, 1992, p. 53.
(10) Idem, p. 56.
(11) Lamas, M. ?La antropología feminista y la categoría de género? en Nueva Antropología, vol. VIII. 30, 1986, p. 12.
(12) Idem, p. 11.

Trabajo presentado en el Posgrado de Especialidad de Estudios de Género. comisión de la Mujer Universidad Nacional de Salta 2007- 2008- 2009

FOTO: www.actosdeamor.com