Isadora Duncan *

?Nací a la orilla del mar. Mi primera ideal del movimiento y de la danza me ha venido seguramente del ritmo de las olas??

Isadora Duncan influyó en el mundo de de la danza, no sólo con revolución, sino también con un baile genial. La innovación y el estar libre de ataduras la convirtieron en una gran artista. Fue una crítica de la cultura y del arte, y defensora de los derechos de la mujer. La muerte de sus dos hijos (ahogados en el río Sena) y el suicidio de su marido, marcaron su vida trágica que acabó con su propio estrangulamiento, debido a que el largo chal que llevaba puesto se enganchó en una rueda de su descapotable mientras conducía.

La bailarina norteamericana cuyo verdadero nombre era Dora Ángela Duncan, nació en San Francisco el 27 de mayo de 1878 y murió el 14 de septiembre de 1927 en Niza. Nacida en una familia donde el padre abandonó el hogar muy temprano, las penurias económicas llevaron a que se convirtiera en una atea feroz.

En su autobiografía titulada Mi Vida, escribió ?Nací a la orilla del mar. Mi primera idea del movimiento y de la danza me ha venido seguramente del ritmo de las olas? A los diez años abandonó la escuela para dedicarse a su pasión.

La familia se mudó a Chicago cuando Isadora alcanzó la adolescencia, y allí estudió danza clásica, pero tras un incendio que dejó a la familia en la ruina, debieron mudarse a New Cork, donde la Duncan ingresó a la compañía teatral del dramaturgo Augustin Daly, la que abandonó dos años más tarde, partiendo con su familia hacia Inglaterra. Ésta fue una época de formación artística.

Los éxitos comenzaron a llegar de forma inmediata. Su estilo basado en la danza de la Antigua Grecia , implica un ruptura con la danza clásica, por lo que se siente como una revolucionaria.

Isadora Duncan afirmaba que el baile debía ser una prolongación de los movimientos naturales del cuerpo, que ella consideraba hermosos y bastante más bellos que los que efectuaban los bailarines clásicos, a los que tildaba de forzados y antinaturales; por ello se negaba a constreñir los pies en las zapatillas de baile.

Sentía una admiración estética por la belleza del cuerpo humano, influida por los cánones de las estatuas y pinturas de la Grecia clásica. Sus puestas en escenas eran minimalistas, algunos tejidos celestes o azules, sustituían a los decorados tradicionales. Su vestimenta era escandalosa para la época. Danzaba descalza, sin maquillaje y con el pelo suelto, con una simple túnica griega de seda transparente sobre su cuerpo desnudo, como una sacerdotisa pagana transportada por el ritmo, a la que llamaron ?la ninfa?. Esta actitud le valió, en reiteradas ocasiones el abucheo del público.

A partir de ese momento, no dejó de viajar, reclamada por los mejores teatros de Europa. Con motivo de su primer viaje a San Petersburgo, en 1905, la ya entonces famosa, Isadora fue invitada por la no menos célebre bailarina rusa Anna Pavlova.

Su vida personal y su arte estuvieron alejadas de lo convencional y de la moral y tradiciones. Apasionada y bellísima, ejercía un poder de seducción irresistible entre cuantos la rodeaban. Se comenzó a asociar muchos nombres masculinos con el de Isadora, y pronto nacería la leyenda de un maleficio que parecía emanar de su persona y abatirse sobre todos los seres a los que entregaba su amor, un maleficio que acabaría de forma terrible con su propia vida.

Isadora tuvo dos hijos, aunque no quiso revelar el nombre de los padres, se supo que fueron: el diseñador teatral Gordon Craig, y Paris Singer (hijo del magnate de las máquinas de coser). En 1913, agobiada por los ensayos, confió sus hijos Deirdre y Patrick, a la institutriz para que los llevara en automóvil a Versalles. Minutos después, el auto bordeaba el Sena y, al girar para cruzar uno de sus puentes, los frenos no respondieron, el coche se precipitó en las oscuras aguas y los dos niños perecieron ahogados.

Esto sumió a la bailarina en el alcohol y el exceso sexual, manteniendo romances con algunas mujeres conocidas en la época. Interrumpió su carrera, dedicándose a la enseñanza y sumergiéndose en un trabajo agotador para tratar de olvidar su desgracia.

Varias veces pensó en quitarse la vida, pero siempre la disuadió la idea de que otros niños, empezando por los alumnos de la escuela que había creado en 1904, estaban necesitados de ella. Comenzó a participar en campañas benéficas y trató de llevar sus enseñanzas a diferentes países, lo que la condujo hasta Moscú en 1921, después de que el gobierno soviético mostrase su interés por recibirla.

Con el inicio de nuevas peregrinaciones volvieron los romances. En la Unión Soviética conoció a Sergei Esenin, poeta y cantor oficial de la Revolución de 1917, y se entusiasmó con el ambiente pletórico que se respiraba en el país. Pero Sergei se hundió en el alcoholismo y la locura, y, a finales de 1924, ya divorciada Isadora abandonó la Unión Soviética. Un año más tarde supo que su ex marido se había quitado la vida.

Sus cualidades y ateísmo le valieron el descontento de la burocracia soviética y el capitalismo europeo. Su carrera declinó. Lo que le ocasionó problemas económicos y la llevó a protagonizar escándalos sentimentales y a presentarse alcoholizada en público.

Vivió sus últimos años, alejada de su arte, endeudada, viviendo en hoteles y escribiendo su autobiografía. La muerte de Isadora fue trágica y esto contribuyó a crear el mito de la bailarina, pues no pudieron aclararse completamente los sucesos que la rodean. Murió en un accidente automovilístico en Niza, el 14 de septiembre de 1927 en Niza, ahorcada por su largo chal rojo, el mismo que había agitado ante la multitud que la esperaba a su regreso de la Unión Soviética , cuando se enredó en los radios de una de las ruedas posteriores del automóvil deportivo de un guapo mecánico italiano. Su cuerpo fue cremado y sus cenizas fueron colocadas en el columbario de un cementerio de París.

* Mujeres que revolucionaron el mundo, Creadoras, Publicación de
Convergencia de Izquierda, C.A.B.A, 2010

FOTO: aguiareal.com.br