Las Charapas representan al colectivo Otrans, un grupo de 10 trabajadoras que se organizaron como cooperativa para generar sus sustento. Pagaron sus estudios y gracias a la voluntad de una docente e investigadora que cedió parte de su vivienda, lograron abrir el local que les permitió abandonar el trabajo sexual callejero.
![Imagen : Diario Registrado](http://www.laotravozdigital.com/altervox/wp-content/uploads/2016/12/chicas-peluqueras.jpg)
Fueron varias las piedras en el camino que tuvieron que sortear, pero lejos de achicarse ante la adversidad, las dificultades las hicieron más fuertes: Las Charapas es un grupo de 10 trabajadoras trans que abrieron el primer local de peluquería y manicuría totalmente atendido y gestionado por ellas mismas, sin ningún tipo de ayuda estatal.
Un trabajo de investigación consultó a las trabajadoras que trans que habitualmente están en las calles platenses, y en el sondeo se determinó que el 75 por ciento de ellas cambiaría la prostitución por otro tipo de empleo, si pudieran elegir. Gracias a la iniciativa de la Asociación Otrans, pudieron elegir una salida a esa peligrosa vida callejera.
Claudia Vásquez Haro es la presidenta de dicha organización, y pieza fundamental de este logro: «Esto es una práctica política y pedagógica, por una parte, para ellas pero también para los vecinos e instala la pregunta sobre qué va a hacer el Estado con las demás compañeras en situación de prostitución a la vez que vuelve a poner en escena la ley de cupo laboral», explicó en declaraciones a Infoplatense.
Vásquez Haro reveló que las cooeprativistas no recibieron ningún tipo de ayuda gubernamental. A la hora de concretar la creación del espacio físico encontraron más trabas: «Nadie nos quería alquilar o nos cobraban carísimo porque asocian trans con prostitución y prostitución con droga», detalló la presidenta de Otrans.
Fue la propia titular del grupo, la que acondicionó su casa para que existiera ese local con una entrada independiente, un baño y todo lo necesario para que la peluquería funcionara en calle la 18 Nº 389, entre 39 y 40, y como si fuera poco, con precios cuidados.
«¿Sabés cuántas noches de frío pasé, recibiendo botellazos o piedrazos de vecinos?», recordaban las compañeras durante el acto inaugural de su nueva vida, en la que ya no dormirán de día y se turnarán entre la noche y la mañana, en un refugio crucial para la comunidad local.