Un abordaje posible al tratamiento de las imágenes femeninas en los medios de comunicación

GÉNERO, MEMORIA Y REPRESENTACIÓN

El prestigio de la razón y la neutralidad de los instrumentos reposan en buena medida en los dispositivos de visibilidad en que se han convertido los medios de comunicación cuya importancia no radica solamente en ser correas de trasmisión de las representaciones dominantes, sino que son además productores ?impunes? de esas representaciones, despliegan todo su poder clasificatorio y estigmatizador bajo la coartada de su exclusiva mediación tecnológica.
Rosana Reguillo

Los medios y la lucha por el poder de la representación

En las sociedades poscapitalistas, los medios de comunicación, en general, y la prensa, en particular, constituyen los escenarios ideales de la lucha por las representaciones sociales, por esos mecanismos articuladores altamente significativos que van constituyendo los imaginarios de una sociedad y una cultura determinada. Licuados los prestigios y las capacidades formativas de las instituciones tradicionales de formación de los ciudadanos (escuela, familia, iglesia, entre otras), los medios de comunicación han ido adquiriendo cada vez mayor capacidad de intervenir en la construcción de las subjetividades individuales y sociales. La cultura mediática se ha transformado, en los últimos años, en el espacio simbólico donde se libran las batallas por la visibilidad y la audibilidad de los diferentes grupos sociales.

Transformado en una máquina de escenificar y de construir realidades que se muestran como únicas, el espacio mediático permite visualizar -a la vez- los campos de interlocución(1) que constituyen los espacios de decibilidad de los diversos grupos sociales. Se establece de esta manera una serie de regímenes de visibilidad en los que determinados grupos son los encargados de la construcción de las representaciones y sus voces adquieren un carácter fuertemente performativo mientras que otros apenas si son objeto de la mirada de las cámaras en el mejor de los casos.

De hecho, las producciones que circulan en los medios constituyen mediaciones privilegiadas en la producción de imaginarios que integran la experiencia cotidiana de los ciudadanos textualizando y colaboran en la construcción de una serie de representaciones sociales. Una primera definición de representaciones sociales es la que las considera como imágenes de mundo que, de un modo no siempre consciente, nos dicen cómo decir, cómo hacer y cómo valorarnos a nosotros y a quienes nos rodean. Participan en los procesos de reproducción social, naturalizando los lugares y las jerarquías sociales. Se trata de formas de mapear la sociedad y de jerarquizarla mediante un complejo sistema de coordenadas de ubicación territorial y simbólica.

Las representaciones sociales son, entonces, imágenes de mundo más o menos codificadas, portadoras de valores que nos dicen quiénes son personas o ciudadanos y quiénes no. Participan en los procesos de inclusión/exclusión y se relacionan con los modos de producción/circulación/apropiación del poder a la vez que van construyendo imágenes epocales de una sociedad determinada.

Género y representación

Dentro de la galería de las representaciones que van conformando los diferentes grupos sociales se encuentran las que se refieren a los géneros. El género es una construcción social, un producto cultural, estrechamente relacionada con el funcionamiento de representaciones sociales en cada estado de sociedad. Claramente, no se nace siendo mujer, ni hombre. Éstas y otras identidades se asientan en representaciones instituidas que, aprehendidas en los habitus, funcionan como ofertas o ?ropajes? donde asentamos nuestras identidades, siempre cambiantes y contingentes aunque se entramen en la memoria colectiva(2).

Las nociones de hombre y de mujer son imágenes identitarias construidas en ámbitos históricos y culturales específicos y dan cuenta de posiciones de poder y de saber de acuerdo a las dominaciones vigentes en cada estado de sociedad. Remiten a posiciones y lugares de poder al entramarse con otras representaciones que van configurando las centralidades y las periferias de las sociedades en cuestión. Las representaciones de género, entonces, se vinculan con las de clase, de raza, de etnia, de posición económica, entre otras configurando una compleja interacción para conformar una imagen de la sociedad como una profusa y compleja red.

Además, las representaciones están estrechamente relacionadas con las modalidades de reproducción de la hegemonía de turno ya que existe siempre una intención de homogeneizar y esquematizar la visión de las sociedades. Como ya se dijo, las identidades de género son atravesadas por posiciones de estamento, clase o grupo, etnia y saber y se asientan en representaciones capaces de conservar la memoria de valores que, atravesando los tiempos largos de la historia, se dejan ?leer? ?como a través de un vidrio esmerilado- en representaciones aparentemente novedosas.

Este es el caso de las representaciones femeninas que, más allá de las pátinas de la novedad, conservan las cargas valorativas y los ecos de las formaciones sociales y discursivas que la preceden. En este sentido, se pueden ver circulando por las publicaciones periódicas y por publicidades diversas los más cristalizados estereotipos de ser mujer que postulan los grupos hegemónicos de la sociedad. Por lo tanto, un análisis de las representaciones de mujer circulantes en una formación social como la de Salta y Argentina a comienzos del milenio requiere de un rastreo de las relaciones que mantienen con otras representaciones vigentes y de qué manera los discursos de la prensa y de la publicidad se articulan con otras prácticas discursivas.

En ese sentido es que el valor y la significación de las representaciones femeninas dependen de las cadenas equivalenciales(3) del horizonte de referencias vigente en cada estado de sociedad. De esta forma se van construyendo redes solidarias de significación que entonan las representaciones de acuerdo a la ideología que atraviesa una cadena determinada.

En este juego, las representaciones sociales construyen ataduras entre los agentes sociales y el mundo y entre los agentes entre sí, dándoles una identidad individual y colectiva permitiéndoles entender y justificar pero también negociar y luchar por el lugar que ocupan en la sociedad y en el mundo. Se produce un mapeo de la sociedad en la que se otorgan y se reconocen lugares de decir, de saber y de poder a los que los sujetos responden de manera más o menos obligatoria.

Se trata, entonces, de identidades que se relacionan con el modo en que cada cual se representa, cómo los representan los otros y como se podrían representar. A la vez, se instituyen posibilidades de decirse, se sostienen campos de interlocución que determinan quién puede decir, qué cosas y desde dónde. De allí que la lucha por la representación sea también la lucha por la toma de la propia palabra.

La lucha por el poder de representación no es nueva, es una práctica constitutiva de las sociedades. De las llamadas sociedades simples a las complejas, de la creencia a la razón y viceversa, el poder de representación ha sido un bien en disputa por diferentes instituciones, actores sociales y comunidades que tratan de imponer sus modos de ver el mundo. Es una lucha que consiste en obtener la capacidad de instalar un lugar de visibilidad y de decibilidad de la propia cultura y de las propias problemáticas. Se trata de una confrontación por evitar ser objeto de discurso y transformarse en un sujeto activo de la posibilidad de construir una imagen de sí.

El poder de representación está fundamentado en la capacidad que tienen estas construcciones mentales para configurar imaginarios, conducir colectivos, comprometer voluntades y producir imperativos en cuyo nombre se actúa. En este contexto ser mujer, entonces, significa y significó ocupar un lugar de enunciación cuya legitimidad hubo y hay que ganar, apropiarse a los efectos de reacentuar saberes, depósitos e inventarios del capital simbólico. Es una tarea deconstructiva y reconstructiva de las representaciones instaladas en el imaginario social para evitar la mera reproducción de los imaginarios o la inclusión subordinada a las estructuras sociales.

La escritura pública salteña como escenario

Ayer una niñita decía a su madre:

-Mamita, ¿las nubes son las que caminan o la luna?

-Pero la luna, pues hija ?contestó la madre.

Esa madre es una ignorante.

La civilización: Periódico crítico, político, literario y comercial (1879)

Un pobre marido al ver

De gran gala a su consorte

Le dijo: ¡viva ese porte!

Cien pesos vales, mujer

-Cien pesos, ¡bobada!

Eso vale mi vestido.

Así es respondió el marido

Pues sin él no vales nada

La civilización: Periódico crítico, político, literario y comercial (1879)

Más allá del caso paradigmático de Juana Manuela Gorriti, las mujeres salteñas ingresan a la escritura pública poco a poco, aprovechando los resquicios que les dejaban publicaciones periódicas del siglo XIX, más allá de que las mencionadas publicaciones estuvieran caracterizadas por un patriarcalismo altamente represivo y castrador. La tarea consistía en tratar de insertar una tímida voz y la propia representación en un espacio escriturario que re-circulaba representaciones femeninas estigmatizantes. Este proceso de tomar la palabra implicó el comienzo de una lucha pública por el poder de la representación.

La irrupción de la voz femenina en la escritura periodística se produjo de la mano de escritoras como Benita Campos quien comienza a escribir en las revistas ?de circulación familiar? de finales del siglo XIX bajo seudónimos muchas veces masculinos. Se establece una estrategia de trasvestimiento de la voz o de las marcas discursivas y referenciales de la firma a los efectos de evitar las miradas y las lecturas prejuiciosas de la sociedad del momento.

Los periódicos del siglo XIX en Argentina, en general, y en Salta, en particular, estuvieron abocados -en la mayoría de sus secciones- a la producción de textualidades que colaboraran activamente con la conformación de los estados nacional y provincial. Constituidos como terreno de lucha ideológica y como espacio de construcción de los capitales simbólicos de las personas que se harán cargo de la conducción de dichas instituciones, los periódicos fueron uno de los lugares privilegiados donde los actores sociales iban constituyéndose como sujetos políticos y, a la vez, cimentando el campo de interlocución.

Organizado así, el espacio simbólico de la prensa quedó en manos de los hombres de leyes, de armas o de fe prioritariamente quedando excluidas las mujeres de los sectores dominantes salvo como objeto de referencia o de educación. Las únicas posibilidades de asunción de la voz en los periódicos se concentraban en las escrituras que colaborarán con los procesos de ?invención de las tradiciones? como es el caso de Juana Manuela Gorriti a mediados del siglo XIX en el periódico La libertad en el orden o las que colaboraban con la construcción de la imagen de mujer ya instituida en el imaginario de ?la dominación masculina?(4).

Hay que esperar a los últimos años del siglo XIX o a las primeras décadas del XX para que asuman su rol de escritoras, aunque siempre respondiendo a las representaciones más legitimadas: el ángel del hogar, la educadora. María Torres Frías publica a fines del siglo XIX el siguiente plan de

PARA LA MUJER SALTEÑA

La mujer salteña debe escribir, debe levantar la frente y ahuyentar las sombras que la cubren para confundir su canto de victoria con el himno sublime que nace de mil corazones femeninos amantes del progreso y de la luz. Porque no sólo se educa en el hogar y en la escuela, sino también con la pluma, desde la arena calcinada del periodismo.

No sólo es mérito practicar la virtud, también consiste en enseñarla y para ello está la mujer, base de la sociedad y fundamento del mundo.

María Torres Frías, La Revista (1897)

La prescripción que implica la búsqueda de la toma de la palabra va a marcar una de las tareas más importantes entramada en el mandato de cumplir el rol de mujer como ?base de la sociedad y fundamento del mundo?. El rol de educadora y, por lo tanto, de reproductora de los valores dominantes se transforma en el imperativo en el momento de la fundación de la nacionalidad. La representación de la mujer está al servicio de construcción de la nacionalidad. Corazón femenino para cumplir la prescripción del himno nacional. De esta manera se da cuenta de las formas en que se constituye una representación femenina: ángel del hogar y medio de reproducción de los valores vinculados a la construcción de la ciudadanía. La lucha por el poder de la representación está claramente articulada con la lucha política de la consolidación del estado en tanto espacio privilegiado de fines del siglo XIX.

Memorias y reelaboraciones

En los dos últimos siglos los depósitos e inventarios de representaciones sociales estuvieron culturalmente orientados por instituciones que históricamente habían operado como espacios del poder-saber: la iglesia, el estado, las elites políticas e intelectuales; instituciones que mantienen casi intacto su poder en la provincia. Hoy por hoy, la mundialización marcada por un neoliberalismo y una globalización cada vez más marcada, privilegia el espacio mediático como escenario de esta lucha por el poder de la representación, por la toma de una palabra capaz de contradecir estas representaciones denigrantes cuyo espesor temporal se hunde en la memoria de la cultura.

Paralelamente a las representaciones del rol de la mujer vinculado a la reproducción de los valores estatales, ciertas identidades femeninas negativas y las imágenes femeninas que las refieren se han naturalizado en el discurso hegemónico y son reproducidas con frecuencia por los medios, que se transforman en portavoces del nuevo juego de poder, impactando en los procesos de identidad y diferencia.

Estas imágenes recogen los ecos de construcciones anteriores que van cargando semánticamente de lo semas, en este caso negativo, que informan las representaciones circulantes. Así representaciones femeninas de larga vida en la memoria colectiva se actualizan en los textos mediáticos, conservando sus acentos disfóricos según las líneas editoriales y los frames(5) de las empresas periodísticas.

Las representaciones construidas se entraman en los textos mediante una serie de estrategias que profundizan las cargas negativas. Entre las estrategias más frecuentes son la parodia y el humor que tocan los imaginarios típicamente machistas circulantes en una sociedad conservadora como la salteña. Esto se hace muy evidente en la sección policial de los diarios locales. Las noticias y las crónicas, muy contaminadas por el discurso policial ?extremadamente patriarcal y sexista- suelen recircular imágenes peyorativas de las mujeres sobre todo de sectores subalternizados que protagonizan estos hechos ya sea en forma de víctimas o victimarias.

En su casa del barrio Don Emilio

Un hombre fue atacado por dos «viudas negras»

Le dieron un somnífero mientras compartían unos vasos de vino.

Un ciudadano italiano de 75 años, que reside en el barrio salteño Don Emilio, fue víctima el miércoles pasado de dos «viudas negras». Las mujeres, con escotes profundos y caderas anchas, de 20 y 50 años, según dijo, llegaron a su domicilio por la noche y luego de platicar unos momentos compartieron un poco de vino. En esa bebida pusieron el somnífero que lo desvaneció.

El Tribuno / Policiales / 09-06-07(6)

La imagen devaluada de la mujer se construye desde lo físico. La descripción apela a la iconografía circulante en el imaginario de la mujer demonio que utiliza sus encantos para seducir y engañar. La imagen disfórica se asienta en una tradición que se asocia a las ?viudas negras? tan populares en los relatos policías: seduce, engaña y mata a su presa. Llevada al terreno de las alimañas, la imagen femenina se construye desde la frialdad, la planificación y la falta de ética en el manejo de las relaciones. Demonio en lo físico y alimaña en lo moral se articulan como los semas constitutivos de la representación femenina como victimaria.

Aun cuando se las presenta como víctimas, la representación va tiñiendo la imagen femenina con los semas de la negatividad. Este es el caso de un hombre que acosaba a una mujer que salía a realizar sus caminatas:

Le escribía cartas vulgares y amenazantes

Su obsesión erótica lo llevó a delinquir

Un hombre acosaba a una gimnasta con groseros mensajes.
Por su extraña conducta se llegó a la detención de César Pastrana (27), acusado de amenazas contra una mujer.

La víctima tenía la costumbre de realizar su rutina física sobre la ruta provincial 28, pero al volver a su automóvil, donde fuera que lo estacionase, encontraba siempre notas manuscritas con diferentes amenazas, algunas de índole sexual.

Al parecer, la imaginación erótica le explotaba en la cabeza a este hombre cuando veía pasar a la joven atleta, corriendo dentro de sus ajustadas y coloridas prendas deportivas.

«Pastrana es una persona que imagina demasiado», dijeron al respecto fuentes policiales.

El Tribuno, Salta, 18 de Marzo de 2007

Más allá que la mujer es presentada como víctima de los delitos masculinos, la imagen que se construye tiene un correlato con la figura de la provocación. Las ?ajustadas y coloridas prendas deportivas? van construyendo la descripción de una mujer que sale a provocar, imagen que se refrenda en el imaginario circulante. El victimario se no se lo presenta como alguien que cometió un delito sino de quien tiene una imaginación frondosa que se canalizaba por el erotismo. En el mismo título se constata esta construcción: no es él quien delinque sino que ?su obsesión erótica? es la que lo hace cometer el un acto fuera de la ley. Provocado y víctima de su imaginación el hombre queda, según la redacción periodística, casi libre de culpa mientras que ella se la presenta como una femme fatal.

Las formas de dar la palabra

En la lucha por la representación, resulta fundamental la posibilidad que tienen los diferentes actores sociales para tomar la propia palabra y proponer, de esa manera, sus propias formas de representación de sí mismos y del mundo. El modo en que se cita la palabra femenina raya y regula el campo de interlocución.

Un campo de interlocución es un marco dentro del cual ciertos modos de identificación tienen muchas posibilidades de argumentar mientras otros tienen menos e inclusive, quedan excluidos. Esto da cuenta de la distribución desigual del poder. Un rastreo por las formas en que las publicaciones periódicas otorgan a las mujeres la posibilidad de asumir su propia voz, daría cuenta de las formas en que se construyen los campos de interlocución.

«No niego que lo ataba, pero era en acuerdo con Ubaldo; él sabía lo que pasaba con ese hombre. No entiendo por qué me denunció. Debería de haberlo hecho en contra de ese depravado de la radio», espetó la mujer.

Por su parte, Estrada, el abogado del locutor acusado, de apellido Ovando señaló que?.
Estrada sentenció: «Sólo??

EL TRIBUNO Salta, 25 de Abril de 2006

La noticia se publicó en ocasión de un caso en el que una mujer para evitar la salida de su hijo, lo ataba a la pata de la cama. El uso de los verbos dicendi dan cuenta claramente de las formas en que se construyen los campos de interlocución. La mujer ?espeta? lo que tiene que decir con toda la carga valorativa que tiene el lexema. A lo largo de la crónica se la construye como agresiva, violenta hasta cuando sólo expresa su punto de vista.

Por su parte la figura del letrado se la construye desde la representación de un hombre que acierta en sus comentarios ya que no opina, ni dice, ni declara sino que señala. Además se trata de mostrarlo como una figura jerárquicamente superior y con una voz que es indiscutida. El uso de la palabra implica la sentencia con toda la carga jurídica que el verbo tiene.

Se construye así una representación doblemente subalternizada. Por una parte, porque la voz de la mujer está fuera de cualquier racionalidad, se deja llevar por la pasión y pierde distancia; por otra, porque su rol social le impide que sus dichos tengan la performatividad que tiene la palabra del hombre de leyes. Las voces, en esta estrategia de textualizar las palabras ?otras?, van construyendo lugares de poder y de saber en los que lo genérico tiene un rol central.

En otros casos, los medios también pueden poner en circulación representaciones femeninas positivas, inclusive de aquellas mujeres que pertenecen a sectores periféricos casi invisibles para el resto de la sociedad. Este es el caso de algunas publicaciones de El Nuevo Diario de Salta, una publicación que tiene fuertes características de la prensa popular. En este espacio gráfico se pueden escuchar algunas voces femeninas que tratan de quebrar las representaciones más consolidadas. No por casualidad, se trata en su mayoría de artículos firmados por mujeres periodistas comprometidas con una mirada de género.

?Mujeres indígenas advierten sobre casos de extrema desnutrición y enfermedades?

Denunciamos que en nuestras comunidades se está llegando a extremas condiciones de desnutrición en todas las edades, de parasitosis, de chagas, de anemias severas, de enfermedades respiratorias, de diarreas, de muertes por enfermedades de fácil curación (que ya provocó la muerte de dos niñas)?, señala un petitorio que representantes de 22 comunidades indígenas del norte provincial entregaron al ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos el 10 de diciembre pasado, el día en que asumieron las nuevas autoridades. En él hacen también ?un llamado de atención para frenar los ya crecientes casos de desnutrición y muerte por abandono del Estado? y solicitan que se las ?visibilice como representantes de sus comunidades?.

Nuevo Diario de Salta, 15 de enero de 2008

El tratamiento periodístico de una palabra doblemente marginada ?por ser aborigen y por ser femenina- pone en equidad voces y decires muy alejados en las jerarquías socioculturales de la región. El artículo se hace portavoz de uno de los objetivos del documento presentado a Urtubey por las mujeres en el que exigen no sólo ser escuchadas sino vistas, quebrando el tradicional silenciamiento e invisibilidad a que los medios suelen someterlas.

Tanto la inscripción de estos discursos habitualmente silenciados como el registro de las formas de decir y de mirar(se) de estas comunidades y de sus líderes resignifica y relocaliza representaciones muy devaluadas en la memoria colectiva. La textualización mediática de esta toma de palabra realizada por mujeres aborígenes resquebraja el sistema representacional en el cual éstas aparecen devaluadas y marginadas. Sus decires, al modo de una foto movida, recuerdan que las representadas rara vez se reconocen en la mirada ajena, sobre todo cuando esa mirada reposa en siglos de violencia simbólica de los unos sobre los otros.

Una conclusión provisoria

Al abrir estas reflexiones, que buscaron mostrar el funcionamiento representacional y el espesor histórico que van informando los usos de las mismas, se tomaron algunas palabras de Rosana Reguillo quien aborda el problema de la representación y de la visibilidad. Centrar las miradas sobre los modos en que las representaciones posibilitan u ocluyen la visibilidad de los diversos grupos sociales implica preguntarse acerca de los modos en que una sociedad se concibe y planifica el futuro.

Las preguntas sobre los modos en que se transmiten y circulan las representaciones está en estrecha vinculación con los mecanismos de reproducción de las imágenes más cristalizadas que tiene el imaginario social. La tarea no trata sólo de ver funcionamientos textuales sino de mostrar cómo dichas operatorias se entraman en las formas en que la sociedad va a determinar los roles genéricos y las implicancias que dichas determinaciones tendrán en las prácticas sociales concretas.

Preguntarse sobre los modos en que una representación se constituye, a qué tradiciones apela para construir su sistema de valoración y de qué manera se entrama en las producciones discursivas, sobre todo las de mayor circulación y prestigio social, es inquirir acerca de la formas que una cultura prescribe modos de percibir, de conocer, de ser y de hacer.

El poder clasificatorio de las representaciones es un poder de sujeción que estigmatiza a la que vez que busca construir imágenes de mundo consolidado y casi imposible de cambiar. Una lectura que devuelva a los actores y a los grupos sociales diversos la capacidad de agencia y la complejidad que tienen posibilitará comenzar a construir sociedades un poco más justas. Sin esa mirada oblicua, transversal y hasta desconfiada de las producciones circulantes sólo estaremos condenados a la reproducción de las representaciones dominantes que nos estigmatizan tanto como a los grupos representados.

Salta, octubre de 2009.

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(1) La noción de ?campo de interlocución? proviene de los estudios antropológicos e históricos y da cuenta de las posibilidades de decir y de ser escuchado que tienen los grupos sociales en un estado de sociedad. Alejandro Grimson, tomando la noción de Rita Segato, define a los campos de interlocución como un espacio en el cual los actores y los grupos sociales se posicionan como parte de un diálogo y de conflictos con otros actores y otros grupos sociales. Cada Estado nacional define sus campos de interlocución los que necesariamente son históricos y se explican desde la conformación heterogénea de las sociedades que integran un llamado país. Este concepto explica el impacto que este campo de interlocución tiene en el campo de la política, de lo cultural, de la cognición y de lo afectivo (2006, 21-54).

(2) Cfr. Segato, 2003 acerca del desarrollo de las concepciones de género y sus implicancias sociales y académicas.

(3) La noción de cadena equivalencial que provine de la semiótica (Roland Barthes, entre otros, hizo un desarrollo de la noción) es retomada por Chantal Mouffe y Ernesto Laclau para dar cuenta del funcionamiento de los discursos que luchan por la hegemonía en instancias coyunturales. En un momento de crisis hay significantes (como los de ?Nación?, ?Patria?, entre otros) que entran en crisis y se vacían de significación, estos se denominan ?significantes flotantes?. Cada vez que se los usa se entraman en una serie de relaciones con otros significantes muy cargados semánticamente y van a ?contagiar? y a entonar ideológicamente al significante flotante dotándolo de un sentido definido (Cfr. Laclau y Mouffe: 2003)

(4) Cfr. Arancibia: 1999, 2001 y 2005.

(5) La noción de frame está vinculada con la construcción de un marco que delimita la mirada y que se postula como un mecanismo restrictivo del recorte social. La teoría del framing para el campo periodístico ha funcionado como complemento de las teorías de la agenda setting tratando de explicar el modo en que se construyen las miradas y los recortes de la realidad.

(6) La cursiva es nuestra.

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