La Habana, marzo.- Los hombres de hoy, o al menos una parte de ellos, buscan mujeres que ya no existen: que los esperen con las pantuflas en la mano y la comida recién servida. Mientras, para muchas de ellas, todavía no existen los hombres que desearían, resueltos y colaboradores, que las traten como iguales y sean también cariñosos.
El desencuentro entre los dos géneros, trazado siglos atrás por la sociedad y recalcado con la reproducción de viejos patrones, abre una brecha en las relaciones entre mujeres y hombres que solo cerrarán juntos, y a través del diálogo, considera la estudiosa Marina Subiráts, de la Universidad Autónoma de Barcelona, España.
Todo comenzó hace mucho. Desde tiempos ancestrales, las mujeres asumieron la reproducción y el cuidado de las familias, mientras los hombres eran educados para no tener miedo, ser valientes y hasta matar, en épocas en que se miraba al enemigo y se decía: «es o él o yo», y lo que importaba era vencer y sobrevivir.
Según explicó en La Habana Subiráts, durante el Coloquio Internacional Mujeres y ambiente en la historia y la cultura latinoamericanas y caribeñas, «nosotras hemos sido más proclives al cambio, pues teníamos más que ganar que los hombres, que tenían también mucho que ganar, pero algo que podían perder».
En la cita, realizada entre el 22 y 26 de febrero, y organizada por la Casa de las Américas, institución promotora del arte de la región, la estudiosa destacó que, durante mucho tiempo, de lo que se trataba era de ocupar los puestos masculinos que durante siglos les habían sido negados a las mujeres.
A su juicio, independientemente de las características y los ritmos de cada país, «existen dos velocidades de cambio. Las mujeres han evolucionado tanto que buscan otros compañeros, y los hombres están en el pasado y quieren mujeres de otra época, pero las que estamos ya no funcionamos así».
Hace algo más de medio siglo, «éramos educadas para ser madres y esposas, casi ni se podía pensar en ir a una universidad o tener una cuenta corriente si no la autorizaba el padre o el esposo»; pero «hemos roto nuestros límites anteriores e ido ocupando aquello que parecía más importante: los puestos masculinos que nos habían sido negados, que representaban espacios de poder, de autonomía, de libertad», agregó la académica española.
Sin embargo, aún no se ha completado el ciclo. Incluso, en los países bastante avanzados y en camino hacia otro tipo de igualdad, las mujeres siguen conservando todo su trabajo de mujer y hacen, además, el trabajo que antes solo hacían los hombres, «con desgastes y alegrías de muchos tipos», advirtió.
En su opinión, «la cultura androcéntrica no se ha movido, solo que ahora nosotras podemos entrar a ese círculo masculino. Hay que cambiar las reglas del juego, modificar ese androcentrismo, incluyendo los valores que tienen que ser aceptados y actuados por hombres y por mujeres», señaló.
La exploración de «nuevas masculinidades» pasa porque los hombres recuperen su capacidad para expresar «sentimientos», asegura. «Esos nuevos hombres son nuestros aliados y la esperanza de que sigan avanzando en ese rumbo», enfatizó Subiráts.
Ambiente en tensión
En el mundo masculino se oprime tanto a las mujeres como al ambiente y, precisamente por su posición de poder, los hombres pudieran ser calificados como los grandes depredadores.
El encuentro anual de Casa de las Américas se dedicó, en esta ocasión, a las mujeres y el ambiente, y no de forma casual. En declaraciones a SEMlac, Luisa Campuzano, al frente del Programa de Estudios de la Mujer de esa institución, indicó que este tema ha tenido mucha representación en las creaciones de las mujeres, pero ahora cobra un significado particular.
«En 1992, cuando la Cumbre de Río sobre medio ambiente, se crearon muchas expectativas de que el mundo se volvería hacia este tema, pero eso no sucedió. Más recientemente, en diciembre pasado, fracasó la Cumbre de Copenhague, con lo que se pone en peligro la humanidad misma».
Para la estudiosa española María José Guerra, de la Universidad La Laguna, de Santa Cruz de Tenerife, en el contexto actual, la globalización neoliberal tiene impacto directo sobre las mujeres, creando desigualdad y pobreza. Ante ello, el ecofeminismo ha sido un pensamiento pionero en vincular desarrollo humano y sostenibilidad.
Al respecto, explicó a SEMlac que debe revalorarse el tiempo social, que no es compatible con el biológico de las necesidades humanas y, por lo tanto, desprecia toda la labor de las mujeres en el ámbito reproductivo, el cuidado de los otros, y también el tiempo ecológico, pues no damos oportunidad a que haya una renovación y regeneración de los recursos naturales, con los modos depredadores de tratar a la naturaleza.
«El momento social está construido por la aceleración para conseguir el mayor beneficio y la mayor productividad, por lo que es necesario revisarlo. Esto lo legitima el discurso económico oficial de no tener en cuenta los costes ambientales y humanos, en concreto de las mujeres, que son generalmente quienes se ocupan de lo que no está incluido en la economía, que es la reproducción social», declaró la autora y editora española.
Una crítica necesaria a toda economía es que no están contabilizados los costes ambientales ni lo que se inserta en el ámbito de la reproducción social, de la que históricamente se han ocupado las mujeres, quienes lo siguen haciendo muchas veces bajo la doble jornada.
A su juicio, «eso hay que traerlo a primer plano para tener una visión completa y compleja de lo que se requiere para satisfacer las necesidades humanas y avanzar en el desarrollo humano».
Para ello, existen propuestas de revisar cómo se organizan los espacios básicos desde los barrios, zonas rurales u organizaciones más grandes, así como las políticas de cercanía dentro del urbanismo, para que se minimicen los trayectos y con ello, el gasto de energía y tiempo.
El poder contra brujas y hechiceras
Los documentos históricos demuestran que, en los siglos XV y XVI, representantes de la nobleza y la iglesia acudían a hechiceras en busca de amuletos, hechizos y pociones, en la mayoría de los casos, relacionados con la concepción.
En su investigación «Diosas, brujas y sabias», Guadalupe Flores Grajales, de la Universidad Veracruzana, México, sostiene que, desde aquellos tiempos, la brujería se asociaba a las mujeres y la santidad a los hombres.
La estudiosa señaló en La Habana que, a través de una cantidad considerable de documentos, se puede concluir que la actividad de algunas mujeres del siglo XVI tenía un efecto benéfico en sus comunidades, curaban con ensalmos y pociones, ayudaban a nacer a los niños, practicaban abortos, daban consejos de amor y mantenían el equilibrio entre los habitantes de la comunidad.
Tradicionalmente separadas del oficio del sacerdote o el doctor, ellas acudían a sus propias fuentes de información y a las habilidades heredadas de sus madres y abuelas para ejercer de curanderas y consejeras privilegiadas.
Las curanderas, destaca Guadalupe, siempre fueron respetadas e incluso consideradas como necesarias para la población. De pronto, hacia el siglo XVI, curiosamente comienzan a despertar sospechas debido al poder que su conocimiento herbolario y mágico ejerce sobre los demás.
«Y el poder engendra miedo, y el basado en la magia puede provocar pánico. Los documentos referidos a la caza de brujas revelan ese miedo que despertaron las mujeres sabias, especialmente en los hombres. Así es como la sociedad de aquellos tiempos inicia una terrible venganza», considera Guadalupe.
Al respecto, agrega que «las curanderas, a diferencia del conocimiento al que tenía acceso el sector masculino, eran campesinas iletradas, cuyos poderes se basaban en la observación detenida de las leyes de la naturaleza y del corazón humano.
«Si al principio se aceptaban como un sujeto útil a la sociedad, después las culparon para convertirlas en un ser renegado, una mujer maléfica y despreciable. Finalmente, bajo tortura, se confesaban culpables de todas las acusaciones con tal de concluir el castigo. Así fue como se le dio muerte a cantidad de mujeres sabias en terribles rituales públicos», destacó.
«Este tipo de presiones, recalcó Flores, denota una acción deliberada del hombre en general y de la clase culta, en particular, para acabar con la competencia que ejercían las sanadoras, pues las mujeres sabias resultaron un peligro para la naciente profesión médica».
Coloquios desde Casa
El Programa de Estudios de la Mujer de Casa de las Américas surgió hace 17 años. Desde entonces ha realizado el coloquio internacional abordando los más disímiles temas, siempre desde la óptica del género, precisó Luisa Campuzano, quien ha guiado este proyecto desde sus inicios.
En esta ocasión, participaron 55 expertas y estudiosas de naciones como España, México, Guatemala, Canadá, Estados Unidos y el país anfitrión, entre otros.
Las jornadas teóricas, que se combinaron con presentaciones de libros, trataron temáticas como la ecocrítica, «una corriente de crítica literaria y cultural muy interesante, porque va a leer en la literatura, los textos pictóricos o musicales y la presencia de la naturaleza, que ha tenido un desarrollo muy importante en los últimos tiempos» dijo la intelectual cubana.
Las escritoras románticas españolas contra la esclavitud, la construcción genérica de las mujeres guatemaltecas según Rigoberta Menchú; capitalismo y ecología en Violeta Parra y el movimiento Mapuche contemporáneo, fueron otros de los asuntos abordados.
Entre las ponencias que presentaron especialistas de la isla estuvieron varias relativas a la mujer rural en Cuba, medicina homeopática en la familia, conservación de la diversidad vegetal y rol de la mujer en los huertos familiares, mujer y naturaleza en el refranero cubano y roles y perspectivas de la mujer en barriadas de La Habana.