La Habana, abril.- Aunque se ha ido incrementando la presencia y participación de las cubanas en la agricultura, no siempre se reconocen sus esfuerzos, de acuerdo con indagaciones periodísticas en varias zonas del país.
Un sondeo realizado por la revista Bohemia, de circulación nacional, en fincas familiares, cooperativas de producción y de servicios en cinco provincias del occidente, centro y oriente del país, reveló que todavía la cultura patriarcal limita la incorporación femenina a las labores agrícolas y recarga a las mujeres.
«Muchas de las entrevistadas en estos espacios sí desempeñan labores agrícolas, pero no se les reconocen», precisó la periodista Dixie Edith Trinquete, al comentar los resultados de varias entrevistas realizadas el pasado año en las provincias de Granma, Holguín, Matanzas, La Habana y Ciudad de La Habana.
«En cinco de los casos visitados, los esposos son miembros de la Asociación Cubana de Producción Animal, porque en sus patios familiares y fincas crían, sobre todo, ganado menor», expuso de ejemplo.
«Sin embargo, cuando intentamos profundizar, resulta que quienes se encargaban de los animales eran las mujeres, y lo hacían sin dejar de ocuparse de las labores domésticas y los hijos», agregó Edith al presentar la ponencia «Eva sale a buscar semillas», durante el encuentro de medios nacionales sobre Género y Comunicación, el pasado 31 de marzo.
En su opinión, ese resultado está en línea con los obtenidos por una investigación precedente de la Oficina Nacional de Estadísticas sobre el empleo del tiempo de cubanas y cubanos, realizado a inicios de esta década en municipios seleccionados de la Isla.
Dicho estudio reveló que, como norma, las mujeres trabajan más que los hombres cuando se suman las llamadas labores «no remuneradas», fundamentalmente realizadas puertas adentro del hogar. En particular en las zonas rurales, se estimó que por cada 100 horas de trabajo de los hombres, las mujeres sumaban poco más de 110.
De acuerdo con la información recogida por Bohemia, la falta de información clasifica como la primera causa para que se mantenga esta situación, unida a la sobrecarga de las labores domésticas y el cuidado casi exclusivo de los hijos e hijas, que sigue recayendo sobre las mujeres.
«A menor edad, la situación cambia, pero emerge un peligro potencial para los campos cubanos: sin ser todavía una generalidad, tras alcanzar estudios superiores, incluso vinculados al agro, las mujeres tienden a emigrar», agregó Edith.
La periodista dijo que, por obra y gracia de la persistente herencia patriarcal que predomina en los campos de la isla, aún son pocas las cubanas incorporadas formalmente a las labores agrícolas, en contraste con el peso que la fuerza femenina ha alcanzado en otros sectores de la vida nacional.
Las mujeres suman alrededor del 47 por ciento de las personas que habitan en áreas rurales de la nación caribeña. Sin embargo, en julio de 2009 apenas llegaban al 19,2 por ciento de la fuerza agrícola en el país, según datos del Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPDE), de la ONE y el Ministerio de la Agricultura.
Un estudio realizado a mediados de la actual década por las investigadoras Niurka Pérez Rojas y Miriam García Aguiar, integrantes del Equipo de Estudios Rurales de la Universidad de La Habana, encontró que, sobre todo al interior de las cooperativas de créditos y servicios, había un marcado desacuerdo de los hombres ante la posibilidad de que sus esposas se incorporaran a tareas productivas. Además, ninguno de los campesinos entrevistados declaró consultar con esposas o hijas sus decisiones laborales.
Entre las mujeres, la razón más mencionada para explicar por qué no se acercaban al surco fue que tenían «que atender la casa y a los hijos». Pero las estudiosas confirmaron, además, un motivo indirecto: en la mayoría de los casos, estas amas de casa no tenían una imperiosa necesidad económica ni social.
No obstante, una vía «que tienen las cubanas para encontrar su sitio en el surco, por encima de tradiciones, tozudeces y prejuicios, es el conocimiento», asegura Edith.
Ellas se han convertido, sin discusión, en avanzada de la fuerza laboral calificada de la isla, al representar más del 60 por ciento de sus profesionales y técnicos.
«El campo cubano está apostando a una paulatina introducción de técnicas de la agricultura intensiva, junto a otras tecnologías que requieren de mano de obra especializada, lo cual resulta, por transición, una oportunidad para ellas», acotó.
En julio de 2009 laboraban en el agro más de un millón 340.000 personas, sumados el sector estatal y cooperativo. Las mujeres representaban apenas el 19,2 por ciento de esa cifra. Sin embargo, de los 101.846 trabajadores considerados fuerza calificada, representaban casi el 39 por ciento.
Por otra parte, datos recogidos por la Federación de Mujeres Cubanas, única organización femenina que agrupa a unos cuatro millones de cubanas, dan cuenta de que las campesinas dirigentes en la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños aumentaron de 12 a 32 por ciento entre 2000 y 2007.
En la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA), una de las organizaciones del campo cubano con mejor definición de sus objetivos en función de la equidad de género, 38 por ciento de los órganos de base son dirigidos por mujeres, precisó.