EL FEMINISMO HOY: ¿UN MOVIMIENTO SIN FUTURO O LA BÚSQUEDA DE UNA ?NUEVA CULTURA??(1)

En la era de los ?pos?, la existencia del feminismo también ha sido replanteada y cuestionada de muchas maneras. Se ha discutido su legitimidad, con el argumento de los logros ya conseguidos; se ha tratado de reducirlo al tipo de pequeño partido de ideología contestataria, preocupado por desbancar de ?todos? los lugares a los varones; se lo ha desalojado de los ámbitos académicos, convirtiéndolo en ?políticamente correcto?, -esto es, domesticando su faz revulsiva y transgresora- para no perder prestigio intelectual y poder participar de las reglas de juego de la institución académica. Doctorarse con una tesis que avance sobre la crítica (en el sentido kantiano) de la diferencia sexual todavía tiene un gusto a ?tema menor?.

¿El feminismo ya no le interesa a nadie, salvo a unas pocas académicas dedicadas a ?rizar el rizo?, discutiendo dentro de espacios cerrados, y a las otras, las militantes, que se manifiestan ruidosamente en las calles demandando la participación activa en políticas que afectan su derecho a decidir, cada vez que el estado y los poderes establecidos quieren seguir decidiendo por ellas?

Creo que la mirada sobre este fenómeno social y político, que se remonta a dos siglos atrás y todavía tiene mucho para ofrecer, debe ser puesta dentro del marco de las modificaciones que, también por su impronta, se han producido en gran parte de la humanidad. Y esto quiere decir pensarlo como un cambio de formas de ver el mundo, como una nueva alianza de pensamiento, sentimiento y acción, en la creación de una nueva cultura de las relaciones entre los seres humanos, cualquiera sea su sexo.

En esta dirección, Marcela Lagarde (Lagarde, 2000) habla de una ?aculturación feminista? que provoque, desde las prácticas feministas en todos los niveles, un efecto de transmisión de largo alcance de un nuevo orden simbólico. Debe producirse una transformación radical de las condiciones sociales de producción de esas rutinas que permiten la repetición -por parte de unos y otras- de comportamientos que renuevan día a día el punto de vista de la subordinación de género.

Es importante el reconocimiento de que las construcciones sociales binarias erigidas a partir de las diferencias biológicas no lo son sólo de papeles funcionales diferentes, sino que implican jerarquización, con la hegemonía masculina como núcleo central. El papel subordinado de las mujeres en la estructura social ?en todos los planos: cultural, económico, político y en la propia construcción de las identidades individuales? debe poder ser percibido y reconocido, para dar lugar a la interrogación ¿por qué esto es así?

Es decir, el paso a las explicaciones, que intenta conocer los mecanismos que operan en todos los niveles: subjetivo, relacional, objetivo, y que producen una situación donde las relaciones de género aparecen y se expresan (de distinto modo y con diferente intensidad de acuerdo al contexto, el grupo social, el tiempo, etc.) en forma jerarquizada como relaciones de poder entre varones y mujeres, con la dominación masculina operando en forma explícita y/o implícita. Y las consecuencias que esto produce en el desarrollo de las relaciones sociales. El conocimiento de estos mecanismos (y su carga desestructurante) debe llevarnos a un compromiso para cambiar esta situación. Implica trabajar, desde el conocimiento y los sentimientos (en primer lugar con nosotras mismas), sobre todos los aspectos que confluyen para impedir que se produzca la identificación con el género subordinado, con las otras mujeres, cualquiera sea su condición, y fundamentalmente implica la búsqueda de la solidaridad entre las propias mujeres.

?Ponerse en el lugar de? puede dar buenos resultados para trabajar sobre las dificultades que supone el posicionamiento múltiple que implica ser mujeres. Tener conciencia de los obstáculos que la propia sociedad genera para que se produzca un sistema de competencias, en donde una importante parte del poder patriarcal se asienta en la división que se produce entre las propias mujeres. Es común, históricamente lo es, que los varones hagan alianzas de distinto tipo (desde las ?fratrías? primitivas), no así las mujeres, educadas para competir entre ellas por los favores del varón.

Hay que luchar contra dos peligros, simultáneamente: el individualismo egoísta fomentado hasta el hartazgo por la sociedad actual (?salvarse solo/as?) y su manifestación particular en las relaciones entre las propias mujeres. La identificación con la otra (diferente pero igual) es un paso imprescindible para el desarrollo de la ?aculturación feminista?, que permita operar sobre nosotras mismas (sobre nuestra subjetividad), sobre la relación con las otras mujeres, y finalmente, sobre las estrategias que deben ponerse en juego para la transformación paulatina de las relaciones de género en la sociedad.

En síntesis, transitar estos tres momentos: primero, el reconocimiento que provoca un sentimiento de rechazo (?algo está mal?), segundo, el conocimiento, saber por qué, que permite objetivar y clarificar aquello de que habíamos partido, y un tercer momento integrador y superador de ambos: sentimiento y conocimiento en el compromiso que aúna teoría y práctica, creo que es la manera de poder pensar y actuar para modificar las reglas, establecer otro pacto moral donde podamos reconocernos, unas y otros, como sujetos morales dignos.
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(1) Publicado en la Revista DIÁLOGOS, Junio de 2003.

FOTO: web.eaburgos.org