»Nuestras genealogías tienen múltiples y contradictorias raíces que es posible localizar en el terreno abrupto de
nuestra compleja y a menudo trágica historia, en las disímiles experiencias de explotación y dominación, pero también, en los combates y resistencias de mujeres y feministas en estas tierras.» Alejandra Ciriza ,filósofa mendocina, compañera y amiga militanta feminista.
A las mujeres feministas, que pudieron identificar las creencias religiosas, como un modo de colonización, de subordinación y herramienta de explotación.
![](http://www.laotravozdigital.com/altervox/wp-content/uploads/2021/05/maxresdefault.jpg)
Dios no existe
Alguien dijo ‘’Dios ha muerto’’
Otro respondió ‘qué sacrilegio’’
Si Dios, el Creador Supremo
Omnipotente, eterno
existe, es solo porque lo nombramos,
porque su nombre,
liberador o esclavizante,
ha sido construido
en milenarias amalgamas
de milenarios textos.
Qué pasaría,
Si toda la humanidad,
al menos, la que puebla,
lo que conocemos como universo
decidiera callar? No nombrar,
no decir, no mencionar
el nombre a quien,
muchxs mortales atribuyen
nuestras vidas,
dichas, malestares
y autoridad sobre nuestros sufrimientos?
Qué es Dios, al fin?
Quién es? Quién es esa autoridad
celestial que nos premia o nos condena
al paraíso imaginario,
o al peor de los infiernos?
Si somos creación a su imagen y semejanza
Qué falló ahí?
Qué fuerza fundante universal
Nos alejó del plan divino
Para hacernos ángelxs, custodixs de la fe,
o ángelxs, caídxs
Ese Dios del que nos hablaron
en la inocencia patrocinada de la infancia,
no existe. No existió nunca.
No puede haber un padre,
supuestamente, amoroso, protector,
que no perdone, que no abrigue,
sin pasar, por los ritos
de la flagelación humillante de rodillas,
para obtener un céntimo de amor,
que se esfuma,
como el agua truculenta,
de las alcantarillas
Nada está dicho, al fin,
excepto, para quienes tienen la certeza
que hay un otro suprahumano,
quien promete el fin de las desdichas
de las desgracias, de todos los dolores,
de los delitos, de la concupiscencia,
a cambio de arrepentimiento,
rezar un millón de Padrenuestros
con misas públicas o subrepticias,
aunque al final, nos demos,
con que que ha sido, el regio botín itinerante
de la maligna teocracia pontificia.
Dónde habita Dios?
Dónde sus premisas
de premios y castigos?
Es dimensión interna individual?
Imaginario colectivo humano?
Divino holograma de los tiempos
que se hace carne en lxs desesperadxs
o en quienes, en confortable paz
confirman su existencia,
solo porque es nombrado.
Dicen que nos creó
A su imagen y semejanza.
Majestuosa alteridad inexistente,
espejo donde no podemos vernos.
Él es perfecto, eterno, de toda eternidad,
el resto, insectos
aplastadxs por el peso de las culpas
de haber nacido humanxs,
cargando la mochila inexplicable
del pecado original de lxs ancestrxs.
Él, es el universo, lo infinito,
el mejor del canon.
O mejor dicho, el canon mismo.
El resto, partículas humanas
investidas de lo peor,
del peor creacionismo.
Eso sí, con libertad para elegir.
Libre albedrío:
desde lograr la perfección,
a un plato de comida, un techo,
un modo de habitar el mundo
que no es nuestro,
elegir morir o vivir el día a día,
según los santos machos,
que escribieron los sagrados textos.
Las imbricaciones de la historia,
nos hablan sobre apóstoles, cátaros y sarracenos,
eremitas, mercedarios
caballeros templarios,
que murieron o mataron en su nombre,
bendecidos por Él, según los pensamientos,
que a espada y sangre pretendieron
custodiar la llave inexistente,
de un inalcanzable e inexistente reino.
Qué pasaría, si por un momento
de segundos o siglos, según sea,
callamos su nombre, las mujeres del mundo,
las malparidas, las putas, las brujas,
las lesbianas, las trans o no binarias?
Las intelectuales, obreras, estudiantas,
las amas de casa, las originarias?
Si sumamos el silencio compañero,
de nuestros compañeros,
que no han pasado
por la experiencia vital de ser mujeres,
en su diversidad,
pero que, en solidario gesto,
se aunaran al apagón de voces
que lo nombran y veneran
con un poder supuesto?
No. Mejor, no hagamos el esfuerzo.
Si no lo nombramos, Él, no existe.
Él, es el miedo, o respuesta
a la angustia existencial,
de nuestra finitud.
Es el padre, el hermano, el hombre golpeador.
Mejor, ni verlo.
El que impone las reglas inflexibles
de camino al cielo o al infierno.
Él, no existe.
Hagamos un silencio planetario,
dejemos de mediar, nuestros
humanos miedos,
hagámonos cargo de nuestras finitas vidas,
saquémoslo del medio.
Hagamos silencio, no nombremos,
no redundemos en su nombre.
Corramos el pesado telón de las creencias,
para crear nuestra propia luz originaria,
un nuevo Génesis igualitario
que la ciencia, nos pone al alcance de las manos.
Hagamos silencio, no nombremos,
Porque Él, no existe.
Es solo texto.
Salta,Marta César- 01/05/2021