En días como hoy,es necesario pensar en los cientos de miles de niñas y mujeres que son forzadas a maternidades obligatorias, con embarazos producto de violaciones o no. No hay un Día de la Madre igualitario para todas, en tanto es un día creado por el sistema patriarcal y capitalista.

Los eslóganes y frases edulcoradas sólo encubren que la maternidad es agente de desigualdad entre los géneros y clases sociales. Desde la construcción hegemónica de las salutaciones que abundan en íconos de consumo comercial- peluches, flores, moños-e invisibilizan las distintas formas de ser madres en un contexto multicultural y social diverso,a desconocer, abiertamente, la efectivización de la universalidad de los derechos, objeto de lucha del movimiento de mujeres feministas.
Convenientemente, no se recuerda hoy, a las muchas mujeres y niñas muertas por abortos clandestinos,ante la falta de un Estado que garantice el derecho al aborto legal, seguro y gratuito.O a las niñas y adolescentes embarazadas producto de una violación.
A la luz de las reflexiones de muchas feministas -que han definido al patriarcado como un sistema de opresión donde se forjan las relaciones asimétricas de poder entre los géneros, se celebra a la “madre” que se sacrifica, que vela por todxs lxs integrantxs de la familia, que realiza todas las tareas domésticas y/o de cuidado no valoradas social ni económicamente. Ese trabajo de las madres, originarias ,lesbianas, travestis y trans que continúa soslayado como trabajo no remunerado, pero que contribuye a la riqueza del sistema, se considera por debajo de la economía de subsistencia, ya que al menos los productos q se generan bajo esta modalidad, tienen algún valor para el mercado.
Es imposible no relacionar madre con esfera doméstica y madre-esfera doméstica con la distribución desigual del trabajo que el patriarcado construyó sobre la base distorsionada del biologicismo y la naturaleza, tópicos sostenidos y propagandizados por la Iglesia Católica.
Españoles y portugueses como primigenios conquistadores europeos de nuestro continente iberoamericano, se valieron de la religión católica para someter a lxs nativxs. Desde entonces, la iglesia católica se ha convertido en la gran reguladora de las relaciones sociales y estatales, como si los presupuestos del medioevo no hubieran sido superados. Dogmáticamente esencialistas, los hombres de la iglesia conciben a las mujeres en la única doble dimensión de madres o vírgenes. Nadie mejor que las feministas católicas, Catholics for a free choice,(1989:3) para deconstruir las complejidades del discurso patriarcal de quienes dirigen la iglesia: ”Maternidad y castidad, dos estados ideales, pero imposibles de ser cumplidos simultáneamente por una católica convencida. Tremenda frustración si pensamos que el modelo de mujer preconizado por el catolicismo es la virgen madre. Pero como todo modelo, la Virgen María es, fundamentalmente un símbolo, un paradigma. El acto sexual en la medida que despoja a la mujer de su virginidad, sólo puede permitirse dentro del matrimonio y para fines procreativos. Mediante la maternidad, la mujer vuelve a recuperar su honor. Se verá reflejada en la imagen de María.”
Para esta anacrónica institución, las cuestiones más controversiales en relación a las mujeres tienen que ver con su cuerpo y su sexualidad (concebida únicamente con fines de procreación), la anticoncepción y el aborto. En este contexto, las prescripciones eclesiásticas, en relación al cuerpo y la sexualidad de las mujeres, adquieren fuerza de dogma en nuestra sociedad patriarcal, un muro que, en nuestro país y el mundo, está logrando perforar la fuerza del movimiento feminista.
Al respecto, dice la médica Cristina Ravazzola (Feminaria VIII:15,13) “ A partir de las épocas históricas en que quedamos degradadas a guardadoras o nodrizas, o actuales en las que resultamos ”portadoras” de embriones, difícilmente esas imágenes sacralizadoras del ejercicio de las funciones maternales alcancen para reivindicarnos”
El lenguaje es el lugar desde donde nos describimos y describimos el mundo. Es el sistema mediante el cual expresamos nuestras ideas, valores y creencias y el que vehiculiza los contenidos de desigualdad entre los géneros En el proceso en el que se internalizan estos contenidos sexistas, participan activamente, la familia, la escuela, la iglesia, la sociedad, los Medios de Comunicación, el Estado.
El grito de millones de mujeres en las calles, es el grito subversivo de quienes, contra el orden social establecido, crean y recrean nuevos lenguajes, no aceptan maternidades impuestas,ni coerciones ni determinismos biológicos, se dan sus propias normas morales, ejercen soberanía sobre sus propios cuerpos y continúan construyendo el camino histórico hacia la emancipación.