Cuba : comunidad LGTB, abriendose espacios

La Habana, junio.- De miércoles a domingo, en la tarde-noche, hay un movimiento inusitado cerca del Café Colón, un lugar algo alejado del centro de La Habana. Personas de diferente orientación sexual, vistos como «raros» por algunos vecinos, acuden al cercano Show Fashion Bar, un restaurante privado con espectáculo de transformistas.

«Es todo muy fino, con muebles del renacimiento español y buen gusto, el menú está conformado por platos con nombres relacionados con las telas y la moda», comenta a SEMlac Luis Antonio Véliz, al frente de este negocio particular.

«Desde el principio, nos propusimos que fuera un espacio gay, pero que no discriminara a personas heterosexuales, ni a quien quiera pasar una velada tranquila, con un espectáculo musical de transformistas», explica.

Angelis, una transexual que trabaja durante el día en el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), es a su vez una de las artistas del show e invita a todos y todas a conocerlo.

«Hay canto y danza. La entrada es por reservación, que se hace por vía telefónica. Es un lugar seguro para los clientes y con gran aceptación», comenta.

«Para nosotros es como El Mejunje de La Habana», comenta Veliz en alusión a un centro cultural de la ciudad de Santa Clara, 276 kilómetros al este de La Habana, donde hace más de dos décadas confluyen variadas identidades, expresiones culturales y generaciones.

En La Habana, aunque no son muchos los espacios con estas características, la comunidad LGTB (lesbianas, gays, trans y bisexuales) ha ido «ocupando» algunos lugares, sin olvidar que en años anteriores tuvieron que abandonar sitios a los que acudían a divertirse con un poco de música y bebida, como hace la «gente normal», por el asedio policial.

«Antes íbamos a un club de la calle Línea, pero nos hicieron la vida imposible y dejamos de ir», comenta Isidro, de 37 años, quien acude las noches de viernes y sábado al Divino, en el Café Cantante Mi Habana, ubicado en el Teatro Nacional de Cuba, muy cerca de la Plaza de la Revolución.

Quienes van al Café Cantante, cuenta Mary, trabajadora del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), van creando una suerte de complicidad y la voz se corre entre personas conocidas, lo que ha generado buena clientela.

Félix Vega es uno de los jefes de turno de la seguridad del Café Cantante Mi Habana. Al principio, hace unos meses, cuando comenzó la afluencia al lugar de personas de la comunidad LGTB, no lo entendía. Hoy asegura que su percepción de la homosexualidad y la diversidad ha cambiado en algo.

«Me era muy extraño ver a parejas de hombres bailar y besarse. A veces, algunos se excedían en su pasión en público», comenta a SEMlac este hombre de piel oscura y una estatura por encima de la media de los cubanos.

«Hoy los veo de otra manera, como a cualquier persona. Hemos establecido cierto respeto y ellos lo defienden porque es una forma de defender este espacio. Entre las 11 de la noche y las seis de la mañana, bailan con importantes orquestas y cantantes, toman y algunas veces, actúan», dice.

No tiene igual visión el supervisor Fernando Castro, quien para recibirlos se viste de cuello y corbata y los trata con respeto, porque, como se dice en la isla, «le tocó hacerlo (no le quedó más remedio)», lo que significa que no es de su agrado.

En su mayoría, son «educados y con nivel», pero «por mi formación militar no me acostumbro a ver esas cosas. Cambiar lo que uno ha visto, creído e incorporado durante 46 años, es difícil», reconoce.

El lugar se llena y coinciden allí hasta 300 personas, pese a que la entrada cuesta tres pesos convertibles (CUC), equivalente a 72 pesos cubanos en los que el Estado paga los salarios. Al cierre de 2010, el salario medio fue de 448 pesos.

«Al Divino no he ido, la entrada es en CUC y mi salario no me lo permite, o al menos, no lo necesito tanto como para pagarla», dice un profesional que se identifica como gay.

No todas las personas parecen satisfechas con el público de viernes y sábado. Según reconoció Castro, se han recibido cartas anónimas sobre el lugar, criticando la apertura del espacio y afirmando que se permite la entrada de menores de 18 años, algo prohibido por las normas del lugar.

«En ocasiones se dan algunos altercados, lo que es común a los lugares donde se reúnen muchas personas y hay alcohol», sostiene el supervisor.

Pero ese no es el único espacio de su tipo que emerge por la ciudad. Las Vegas es un antiguo cabaret ubicado en una céntrica esquina habanera. Perteneciente a la empresa estatal Recreatur, es visitado en la medianoche de los jueves por personas que acuden allí a una función conducida por transformistas.

Según algunas fuentes, este es el primer centro nocturno estatal (y hasta ahora el único) que presenta regularmente espectáculos de transformismo en La Habana, con el auspicio del Ministerio de Cultura. Existe otro espacio, el Piano Bar Habaneciendo, en la Casa de la Música de Galiano, en pleno corazón de La Habana, donde también se reúnen personas homosexuales para bailar.

Si hay quienes aplauden esta inclusión, tampoco faltan quienes la ven como una exclusión porque «el precio de la entrada en pesos convertibles no es una opción posible».

De acuerdo con Ricardo Olbera, activista en el trabajo de prevención del VIH entre Hombres que tiene sexo con hombres (HSH) de La Habana Vieja, deben fomentarse otros espacios que sean asequibles para quienes no pueden permitirse ir al Divino o a Habaneciendo.

Por eso defiende opciones diferentes, más comunitarias. «El proyecto cine club «Luces, cámara, diversidad» funciona los primeros jueves de cada mes en el cine Payret, una sala emblemática de La Habana, a solo unos pasos del Capitolio, el Parque Central y el Paseo del Prado, zonas de usual confluencia gay».

Mientras, el proyecto Concierto Protegido se desarrolla en el Café Alhambra, los cuartos miércoles del mes. Allí acuden artistas reconocidos y, entre canción y canción, se habla de prevención, cuenta.

Con entrada gratis, estas acciones van dirigidas a todos los públicos, pero fundamentalmente a los hombres que tienen sexo con otros hombres, debido a que la epidemia de vih/sida se concentra en esa población y la zona es neurálgica en el tema de sexo transaccional, explicó.

Según Olbera, desde hace cinco años, en la Casa de la Poesía, sita en la calle Muralla 63, en la Habana Vieja, funciona la peña Gracias a la Vida, donde se reúnen los diferentes proyectos de prevención: jóvenes, personas que practican sexo transaccional, mujeres, consejería, HSH, entre otros, junto a artistas de fama nacional.

Valdría preguntarse, sin embargo, si lo que se está dando hoy en Cuba es una mayor aceptación de la diversidad.

Para el periodista Francisco Rodríguez Cruz, «más que de apertura, yo hablaría de un incremento de opciones recreativas y culturales que toman en cuenta la naturalidad mayor con que se asume hoy la diversidad sexual en el país».

«Es lógico que, en la medida que la sociedad gana en cultura del respeto a la libre orientación sexual e identidad de género, pues comiencen a surgir alternativas que tengan en cuenta a la población homosexual, bisexual y transgénero, como cualquier otro público», señala el también activista gay.

Si antes, dice, existían las fiestas en casas particulares, donde se cobraba la entrada, había transformismo, música y bebidas, «ahora comienzan a tener la competencia de sitios estatales, con mejores condiciones y ofertas variadas», valoró ante SEMlac.

A su juicio, «la comunidad LGBT es otro segmento de mercado bien definido y hasta algo esquematizado, para el cual surgen las ofertas por obra y gracia de los intereses del capital, se crea una subcultura gay a los efectos de estimular el consumo y beneficiar, en última instancia, a ese sistema económico».

Sin embargo, para Rodríguez, «todo lo que contribuya indirectamente a combatir la homofobia y la discriminación será bueno para que las personas LGBT no sientan miedos ni presiones al asumir la sexualidad que le ponga en riesgo», sostuvo.

«Pienso que son necesarias las opciones inclusivas y también las específicas para las personas LGBT, que son importantes, sobre todo, en un primer estadío de reafirmación de la diferencia como un derecho. Al fin y al cabo, la orientación sexual no heterosexual no nos hace esencialmente distintos como seres humanos».