Benito Gil, el rostro visible de la impunidad

Mientras José Llanes pide justicia por la muerte de su sobrino, ocurrida el 29 mayo de 2005, el presunto asesino de Fabio Ramiro y entonces policía, José Benito Gil, en calidad de prófugo se exhibe por las calles del Barrio Juan Pablo II y hasta se atreve a abordar las líneas urbanas en horas del día sin temor a ser reconocido.

Si bien los familiares del joven asesinado dicen desconocer el paradero del acusado, vecinos del lugar aseguran haber visto al ex uniformado hace no más de 15 días tomar la línea urbana del corredor 6 «B», momento en el cual se llevaba a cabo el proceso oral y público por la muerte de Fabio, que derivó en la condena con fallo dividido de Juan Eduardo Méndez a 11 años de reclusión por hallarlo «penalmente responsable como partícipe primario del delito de homicidio agravado por el uso de arma».

Desde la muerte del joven, que en aquel entonces tenía 21 años, Gil se movió con total impunidad, permitiéndosele asearse antes de ser detenido y ser transportado en el móvil policial sin ser esposado. A partir de allí, según el relato de los Llanes se fraguó un enfrentamiento desestimado más tarde por las pericias de criminalística, ya que lejos de encontrarse rastros de ataque en la propiedad del policía, las marcas de los proyectiles que un primer momento se habían querido tapar, tenían como destino el cuerpo del joven asesinado.

Gil gozó de libertad en los inicios de la causa en cuanto se consideró que ?homicidio con exceso? había sido perpetrado en legítima defensa. Más tarde, la Cámara de Acusación resolvió el cambio de carátula, calificando al oficial como ?probable autor responsable del delito de homicidio simple, ordenando que se proceda a su prisión preventiva?, tiempo suficiente para que éste se diera a la fuga.

El testimonio de José Llanes

El tío de Fabio, pintor de obra que iniciaba a su sobrino en el oficio, recuerda con dolor la noche del asesinato del joven.

Con la mirada triste, José rememora el instante en que se desató la tragedia, la breve agonía del muchacho que murió en sus brazos y el terrible dolor de la impunidad que llevó a que después de tres años y dos meses, tanto Gil como Francisco Humano se encuentren prófugos y a que su familia sufra el constante acecho de las fuerzas de seguridad de la Provincia.

Llanes niega una y mil veces el supuesto enfrentamiento entre patotas y el ataque a la vivienda del oficial, en tanto repite una y otra vez, que esa noche, cerca de las 23 mandó a Ramiro a comprar pollo y yogurt, cuando desde la casa del presunto homicida comenzó a ser increpado por éste y un grupo más de uniformados que lo acompañaban aquella noche. Cuando el joven intentó la retirada, lo alcanzaron los disparos que le provocaron la muerte. Uno de los impactos perforó su pulmón izquierdo, el otro proyectil alcanzó su nuca.