Buenos Aires, marzo.-La paridad podría definirse como uno de los pilares esenciales de una sociedad democrática. A pesar de ello aún parece un objetivo difícil de concretar debido a las barreras culturales que subordina a las mujeres a roles inferiores. Sin embargo, lentamente, el panorama se torna alentador gracias a algunas medidas afirmativas que acercan a la paridad.
Actualmente cuatro países de América Latina y el Caribe son liderados por mujeres: Cristina Fernández en Argentina, Dilma Rousseff en Brasil, Portia Simpson Miller en Jamaica y Laura Chinchilla en Costa Rica.
Pero este acceso al liderazgo en la región no es un hecho aislado, ya que desde hace varios años se inició un proceso de inserción de las mujeres a cargos políticos. En la última década de los años noventa y primera de 2000, varios países incorporaron cambios de forma paulatina a sus códigos electorales, entre ellos: Argentina, Estado Plurinacional de Bolivia, Brasil, Costa Rica, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y la República Bolivariana de Venezuela.
El Observatorio de igualdad de género de América Latina y el Caribe manifiesta que el cupo/cuota representa una forma de garantizar que las mujeres «conformen al menos un porcentaje mínimo (entre 20 y 40 %) en un órgano de gobierno o de toma de decisiones».
Algunos detractores consideran que esta medida implica una manera de contrariar «los principios de la universalidad del ciudadano y de la competencia en igualdad de condiciones en reconocimiento al mérito personal» y añaden que podría «estimular la diferenciación de nuevos grupos y formas de representación corporativa de intereses grupales.»
Pero a decir verdad, el cupo/cuota es una herramienta que se basa «en el concepto de equidad, que viene a contrarrestar el déficit democrático que significa la ausencia de la mitad de la humanidad -las mujeres- en los lugares de decisión», señala el Observatorio de igualdad de género de América Latina y el Caribe.
A pesar de los evidentes avances de liderazgo femenino en la región, «estamos a mitad de camino» subraya a SEMlac Lidia Heller, licenciada en Administración, consultora y experta en management femenino.
«Argentina junto a Costa Rica -continúa Heller- son dos países que están muy bien en ese sentido, son los de mayor número de parlamentarias; y si comparamos este panorama con el de 40 o 50 años atrás podemos decir que sí hemos avanzado. Hoy tenemos más mujeres parlamentarias, más alcaldesas que hace10 o 15 años. En este sentido estamos mejor».
Sin embargo, «el cambio viene lento», señala Heller. «Hay muchas mujeres con carreras universitarias o estudios superiores, pero están un escalón más abajo que los varones o tienen que mostrar algún requisito más para acceder a cargos de poder y decisión».
La experta manifiesta a SEMlac que no sólo es importante medir los avances cuantitativos, sino también los cualitativos y la continuidad, porque son pocas las mujeres que permanecen en la política, ellas entran y salen de la política más que los hombres».
Las barreras de siempre
La famosa expresión «techo de cristal» acuñada en los años ochenta, para referirse a un techo invisible que impide avanzar a las mujeres en la carrera laboral, sigue tan vigente como entonces.
Algunos expertos dicen que los avances en el liderazgo femenino permiten suponer que, finalmente, el techo de cristal se ha perforado, a lo que Lidia Heller acota: «tanto en la política como en las empresas y en cualquier ámbito que analicemos podemos observar que las mujeres en los cargos de decisión representan entre el 15 al 20 por ciento. Con estas cifras podemos suponer que el techo de cristal no se ha perforado».
La consultora señala que no es sólo el techo de cristal lo que se debe analizar a la hora de medir la igualdad, sino que «la posibilidad de acceso a ingresar en diferentes instituciones y las barreras visibles e invisibles que impone la cultura aun siguen siendo muy inhóspitas en el tema de la diversidad de género».
El mundo empresarial es otro de los escenarios donde se replican todos los aspectos de las relaciones de género y con ellas todas las exclusiones. Durante 2008, la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas realizó un estudio entre 2.300 empresas y se detectó que sólo el 11 por ciento de los puestos jerárquicos están ocupados por mujeres.
Es decir, que esta cifra no traduce la otra realidad: que las mujeres representan el 50 por ciento de la matrícula universitaria y el 60 por ciento de los alumnos que egresan.
En Argentina, en el año 2009, el Instituto Nacional contra la Discriminación puso en marcha el Programa Piloto de Certificación de Empresas en Equidad de Género que pertenece a la Red de Empresas por la Diversidad, una experiencia que otros países de la región también han puesto en práctica.
Se trata de una acción en la que las empresas se comprometen al Modelo de Equidad de Género como Sistema de Gestión, con el fin de promover la equidad entre mujeres y varones, detectar las desigualdades existentes y establecer medidas estratégicas para corregirlas.
Esto incluye aspectos vinculados a la selección de personal, ascenso y formación, desarrollo profesional; conciliación de la vida familiar y laboral, prevención del acoso sexual, mejora del clima laboral y promoción de imagen de equidad.
En cuanto a la cuota/cupo en las empresas de la Unión Europea (UE), se están dando pasos importantes en discriminación positiva. En este sentido la Deutche Telekom, durante el año pasado, dio a conocer un sistema de cupos que propone elevar la presencia de mujeres gerentes del 13 por ciento actual al 30 por ciento en 2015.
En tanto que la Comisionada de Justicia de la UE, Viviane Reding, estudia la posibilidad de disponer la obligatoriedad del cupo y que en un plazo de cinco años los cargos directivos pertenezcan en un 30 por ciento a las mujeres.
En este sentido, Heller manifiesta estar de acuerdo «relativamente», pero reconoce que «las pautas culturales son tan densas, y el mundo empresarial al igual que el político son huesos difíciles de roer y si no se impone -a través del cupo/cuota- la presencia de las mujeres podría esperar un siglo más en el acceso a oportunidades».