Buenos Aires, junio 11, 2012.- Las memorias se robustecen con el paso de los años y enunciar Malvinas significa abrir la puerta de aquel 1982, en el sur argentino. Gran Bretaña y Argentina enfrentadas por un territorio. Malvinas, un archipiélago aturdido en bruma.
Expresar Malvinas es, también, rememorar el último coletazo de la dictadura militar que azotó a este país. Militares almirantes, leyes marciales, comandantes, buques, cruceros hundidos, jóvenes combatientes.
Margareth Tatcher es otra referencia oscura y obligada en la memoria argentina que experimentó aquel conflicto. Eran los años ochenta del siglo pasado y aún pocas mujeres desempañaban cargos de responsabilidad. Aquellos eran tiempos en que los idearios se negaban a entender tanto poder y tanto ensañamiento por parte de una mujer que era capaz de ordenar a sus fuerzas un enfrentamiento bélico. Aquello no era lo que se esperaba de una mujer.
Pero no toda la historia está escrita, ni íntegramente narrada. ¿Qué relato es completo cuando las voces que cuentan los sucesos tienen casi siempre un tinte desequilibrado, que se enciende a veces en automático y otras interesadamente?
La historia sistemáticamente se empeña en divulgarse inconclusa. Este relato pretende dar voz a un matiz poco conocido de aquella guerra: las mujeres. Y no se trata de aquellas que perdieron a sus compañeros en la guerra, pues se enfoca en la vivencia de una mujer que estuvo en la guerra haciendo su trabajo de enfermera en aquel conflicto bélico.
Las noticias de la época tenían las ineludibles señas de un femenino estereotipado: «Están muy nerviosas. Escucharon en la radio que las Georgias habían sido atacadas por los británicos, violando todas las normas internacionales. Saben que se resiste en esas latitudes, saben que la sangre derramada no será negociada.»
«Son cinco mujeres de uniformes de combate y perfume de mujer», narra una de aquellas notas. Esta periodista encontró a una de ellas: Alicia Reynoso, de la provincia de Entre Ríos (ubicada a aproximadamente 500 kilómetros de Capital Federal), es madre, abuela y dicen que desde hace poco tiempo se animó a hablar de Malvinas. Es que el trauma de una guerra a veces se convierte en un silencio que, implacablemente, se empeña en demoler el alma.
Alicia Reynoso tenía 23 años cuando le dijeron que su destino era Malvinas. Ella fue una de las pocas mujeres que participaron del conflicto: era enfermera profesional de la Fuerza Aérea y estuvo destacada en un hospital móvil en Comodoro Rivadavia (ciudad de la provincia de Chubut, a 1.760 kilómetros al extremo sur de la Argentina). Pasó allí los peores días de su vida, rodeada de horror, maltrato, dolor y sangre.
Muy pocos saben que hubo mujeres cumpliendo distintas funciones en la guerra. «Somos enfermeras, pero estamos preparadas para lo peor y no dude que defenderemos lo nuestro, hasta derramar la ultima gota de sangre», declaraba ella a una publicación de 1982.
Hoy Alicia cuenta a SEMlac que la presencia de mujeres en Malvinas fue un aspecto poco tratado por muchos años.
«Mi destino primario fue las Islas Malvinas. Luego, cuando llegamos a Comodoro Rivadavia, la superioridad decidió que el hospital reubicable se quedara allí.»
Alicia no estaba sola. En el trabajo de enfermería de ese hospital había cinco mujeres a las que luego se sumaron otras cinco. La guerra vivida en aquel hospital tuvo la dureza del campo de batalla. Recibir heridos, enfermos, muertos, fueron moneda corriente.
Lejos, muy lejos, quedaba la imagen de una enfermera en guardapolvo blanco y de inmaculada servidumbre. Ellas vistieron como soldados, en verde oliva y borceguíes.
Alicia relata que una noche hubo alerta de bombardeo y aún no habían construido un refugio, por lo que tuvieron que meterse en una cloaca y pasaron la noche entre aguas podridas y ratas.
La bitácora virtual de Alicia refleja la dureza de ser mujer en la guerra.
Foto 1: «Así se empezó a construir nuestro refugio, mientras tanto las cloacas sirvieron para tal fin?., que noche oscura a los sentimientos y jamás olvidaré ese momento….»
Foto 2: «¡¡¡ya teníamos refugio!!!, ¡¡¡qué tranquilidad!!!, adiós cloacas»
Foto 3: Ellas, las cinco caminando. Alicia comenta la imagen: «nunca perdimos la sonrisa, aunque por dentro se nos desgarraba el alma»
La capitulación: «Después de meses de compartir con nuestros héroes el frío, la angustia, el dolor de sus heridas, de sus amputaciones, donde se dio todo por la patria? la guerra había terminado», refiere Alicia.
La historia es injusta por incompleta, siempre. Dicen que la historia padece de ginopía; es decir, esa ceguera cultural que desconoce el aporte de las mujeres. Esa forma de androcentrismo invisibiliza la experiencia femenina. Malvinas, la guerra y las mujeres en el campo de guerra lo evidencian: la historia padece de ginopía.
Alicia dice a SEMlac que las mujeres fueron la parte oculta de aquella guerra, «porque en mi caso particular, y en el de muchas otras, tenemos aún una sensación de olvido, de ocultamiento de la presencia femenina. Es parte de la sociedad machista, sobre todo en esos ámbitos militares, en donde desde hace muy poco se está reconociendo la labor de la mujer».
Cada 2 de abril en Argentina se conmemora el Día del veterano y de los caídos en la guerra de Malvinas. En esa víspera, impera un nacionalismo melancólico. En cada ciudad y pueblo se les rinden honores a sus veteranos.
Fue necesario que pasaran tres décadas para que aquellas mujeres fueran invitadas a alguna ceremonia oficial. «Por primera vez este año fui convocada a desfilar para el aniversario de fuego de la fuerza, junto a los demás veteranos», señala Alicia.
La guerra de Malvinas se desarrolló entre el 2 de abril, día del desembarco argentino en las islas, y el 14 de junio de 1982, fecha del cese de hostilidades entre la Argentina y el Reino Unido de la Gran Bretaña. Lo que motivó el enfrentamiento fue el reclamo argentino de la soberanía sobre estos archipiélagos australes, que formarían parte de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. Hasta hoy, Malvinas permanece bajo poder de Gran Bretaña.
Traducida en pérdidas humanas, aquella guerra se cobró la muerte de 649 militares argentinos, 255 británicos y tres civiles isleños.
«Ninguna guerra lleva a resultados triunfantes cuando de ambos lados muere gente. En ese momento el sentimiento de euforia lo sentíamos todos. Sentía que ese era mi lugar y mi decisión de estar allí, sin saber lo que se venía después. Nadie fue pensando en un mañana, fuimos seguras de que era nuestro deber, que la patria nos llamaba», reflexiona Alicia.