Careció de todo y nada pide para sí. Sólo la fuerza para continuar su lucha diaria y un cambio de mentalidad de los políticos, quienes tienen en sus manos la posibilidad de mejorar la vida de las personas.
Careció de vestimenta, de afecto, de familia. Careció de identidad hasta que, en algún momento, decidió que había llegado el tiempo de recuperarla. Aún cuando nació con padre y madre y se le sumaron once hermanos. Antes de cumplir los seis años de edad, sus padres determinan trasladarse desde San Lucas, su lugar de nacimiento, a Salta. Instalados en Salta y por cuestiones que jamás entendió, sus padres resuelven separarse y abandonar los hijos. Disuelta la familia, sus hermanos son distribuidos entre amigos, parientes y vecinos. Angélica de seis años, fue enviada a servir en casas de familia. Habla de ello con su mirada mansa y la herida aún abierta ?quedamos desamparados por los padres, se separaron y se fueron. Antes las comunicaciones eran muy lentas, así que mi abuela en el cerro tardó casi dos años en enterarse .Me manda a llevar de vuelta con una tía, pero con tal mala suerte, que dos días antes de que yo llegara, muere mi abuela, el transporte era muy lento en esa época, así que no pude llegar ni siquiera a su velorio.. Ya no volví al cerro, me quedé ahí en el pueblo de San Carlos, en la finca de los Nanni y ahí pasé otra etapa de mi vida??
Volvió a ver a sus padres, hoy fallecidos, de adulta, muchos años después. A su madre con nueva pareja en Salta y a su padre en el río Pilcomayo, luego de vagar como aventurero por Brasil, Perú y Bolivia y de haber convivido sin saberlo, con hombres del Che Guevara.
De regreso en San Carlos, por un hecho fortuito, junto a tíos y primos, Angélica comienza a recorrer el sendero de un largo y doloroso calvario.. Por su condición de pobre y mujer. Trabajando de empleada doméstica y pastoreando ovejas. Llorando y suplicando para que la enviaran a la escuela, pues lo que más deseaba era estudiar.?Yo me escapaba de la finca, dejaba botando a las ovejas y me iba a la escuela, muchas veces yo me acuerdo que me iba quemándome los pies por la arena caliente que hay ahí, a veces me esquivaba la arena caliente y me espinaba, pero el asunto era llegar a la escuela?recuerda.
Continúa? esa fue parte de la vida dura para una niña mujercita sola, también tenía que esquivar el tema de las violaciones, tenía tan sólo nueve años, tenía que escaparme de mis tíos, de mis primos, muchas veces tenía que callar el miedo, escaparme al medio del monte, esconderme y si le contaba a mi tía sabía que no me iba a creer?
Para sus parientes, Angélica era la ?guascha?la huérfana, la que no está bien en la familia, por ello tenían pensado abandonarla en San Carlos cuando decidieron mudarse a Salta detrás de un proyecto comercial. Presa del pánico, a los trece años, ocultó su humanidad como un ovillo, entre trastos viejos y bultos de ropa, en uno de los dos camiones que realizaban la mudanza, y llegó clandestinamente a la ciudad, luego de un accidentado viaje(2). Sus experiencias adolescentes no diferían, por entonces, de lo ya conocido.
Fue duro trabajar como empleada doméstica y luchar contra la falta de conciencia y solidaridad de género de las empleadoras que, con argumentos falaces trataron de impedir, permanentemente, su acceso al estudio. Muy joven buscó contención y afecto en un matrimonio que le dejó oprobio, dolor y tres hijos. A los que crió trabajando como Promotora de Ventas y Guía de Turismo, sin sospechar, que debería atravesar, aún, la más dolorosa y terrible de las experiencias: perder a uno de sus hijos a causa de una cruel enfermedad. Sólo el amor de sus dos hijas y una nieta, sólo el recuerdo de la relación con su hijo, fraguada en el amor y el respeto mutuo, la rescataron de las sombras y lograron insuflarle la fuerza necesaria para continuar aportando ese granito de arena, como dice ella, para que todos y todas podamos vivir mejor.
Roberto, el hijo fallecido de Angélica, siempre supo acerca de los sueños de su madre de fundar una biblioteca ya que de pequeña sufrió la falta de libros. En medio del duelo, Angélica oyó, interiormente la voz de su hijo conminándola a hacer realidad esa biblioteca. Partió a San Carlos y con la colaboración de vecinos y amigos fundó la Biblioteca Popular ?Juan Calchaquí?de la cual es presidenta .A partir de ese espacio genera actividades culturales como difusión del folklore, seminarios y encuentros tendientes a reafirmar la identidad indígena, los Derechos de la Mujer Indígena, los Derechos de los Niños, prevención de la violencia de género y diversas tareas interinstitucionales.
Su mayor anhelo es concretar ahora la biblioteca ?Cabo 1º Roberto F. Vidaurre?en Salta Capital, por lo cual se encuentra actualmente realizando gestiones en diversos ámbitos y afirma?es muy duro es un sueño, una hermosa institución para el barrio, ni siquiera la pido para mí, la quiero para todos los chicos del barrio.?Angélica careció de todo, de a poco, muy lentamente encontró la fuerza para continuar dando todo de sí, en un bello ejemplo de entrega y solidaridad. Para quienes deseen colaborar con la biblioteca la dirección es la siguiente. Calle 5 casa 342- 7ª etapa-Bº Santa Ana .TE (0387) 4290143
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(1) San Lucas es un paraje, situado en los valles calchaquíes, distante a un poco más de 10 Kilómetros al oeste de la ciudad de San Carlos y 230 kilómetros, aproximadamente de la ciudad de Salta. En este lugar se cosechan el higo y las nueces en abundancia y se cría ganado ovino, caprino y mular.
(2) Angélica Ramírez narra esa experiencia?cuando me entero que se viene toda la familia a Salta, me agarró pánico. Yo tendría 12 o 13 años .Me acuerdo que venían dos camiones, uno trasladando a toda la familia y en el otro venían los trastos viejos y todas las cositas que podían servirles a ellos, entonces yo salí por detrás de la casa muy calladita y me tiré en el segundo camión. Yo venía en medio de las cosas viejas muy calladita. Yo me acuerdo que ellos me llamaban para despedirse. Yo, obviamente no contestaba nada, por que yo digo, acá no me quedo, porque iba a terminar violada y con hijos. Cuando están a medio camino en la Quebrada de Cafayate, los caminos que están hoy ,no eran los caminos de antes, eran muy precarios, me acuerdo, posiblemente haya sido un verano cuando veníamos, porque el río venía crecido, de bote a bote, llenísimo de agua y en uno de esos tramos ha cedido el terreno. Yo sentí un golpe violento donde la rueda trasera del camión se fue a un costado y yo tenía miedo y pensé o me voy al río o salgo y me matan a golpes ahí afuera, no tenía elección. Parece que el llanto me fue ganando, hasta que mi tía reconoce mi llanto y dice ¡la chinita está ahí. Lograron hacerme bajar, y bueno ya no me podían volver al pueblo así que sí o sí me vine a la ciudad?.
FOTO: www.camdipsalta.gov.ar