El mensaje político y poético que escribió la sociedad argentina el miércoles pasado fue claro, fue histórico y fue bello. Una mirada sobre lo que hicimos juntas, juntos, el 10M.
Tuvo que ser en mayo y tuvo que ser en esa Plaza porque así escribe este país la Historia de su independencia. Lo que hicimos juntos el 10M tiene el sello de las acciones que caracterizan la batalla de nuestra sociedad contra la impunidad del poder.
Quinientas mil personas de pie, los pañuelos blancos, el Nunca Más.
Ese poder de síntesis es político y es poético y es ético.
Es también preventivo: un anti 19 y 20 de diciembre, en el sentido de advertir, en forma contundente y sin dejar lugar a dudas, un enorme y unívoco “así no”.
Dicho esto, la sociedad argentina tiene ahora el mismo abanico de problemas, enigmas y conflictos, pero algo enorme cambió: el piso sobre el cual batallarlos. No es un piso que comenzara a construirse el miércoles pasado, por supuesto, pero si el piso que el 10M reafirmó, defendió y, fundamentalmente, recordó al poder que pretendió ignorarlo.
Ese poder no es cualquiera. Todos los gobiernos han abusado de la Corte Suprema con idéntica intención de control, pero convengamos que desde que asumió Mauricio Macri, quedó en evidencia que jueces, servicios de inteligencia y medios han constituido una relación promiscua y peligrosa, que sustituyó a la política por las operaciones y a la justicia por la condena mediática. En este sentido, la contundente manifestación del 10M fue también un anti Efecto Dilma: una forma de prevenir que el veneno mediático-judicial intoxique a la democracia.
Que a un bochornoso fallo a la Corte Suprema se le haya respondido con una masiva movilización a Plaza de Mayo representa también dejar en evidencia que la independencia de poderes estaba en serio riesgo y que su pornográfico control estaba en pocas manos. Fue, también, una forma de poner en acto el “somos todas estas personas” las que estamos de acuerdo en algo básico: la democracia. Así plantadas, una al lado de las otras, con los pañuelos en alto, interrogaron sin palabras al poder: ¿Quiénes son ustedes? No es una pregunta retórica, sino el núcleo central de los conflictos que hoy sacuden a las democracias representativas. Esta enorme movilización le recordó a instituciones y representantes, su lugar y a la democracia representativa, su sentido.
Sin duda, los años nos ayudarán a darle dimensión a lo que hicimos juntos este 10M, pero sin dudas también entre los trazos gruesos de esta gesta resaltará que el mensaje que la sociedad emitió este 10M es Plaza de Mayo fue histórico, pero también fue hermoso. Su contenido fue trascendente y su forma fue impactante.
También resaltará que más de 500 mil personas autoconvocadas llegaron, se plantaron y se fueron sin protagonizar un solo disturbio ni atropello.
Y que apuntaron al cielo con los pañuelos -tal como quedó registrado en esa foto perfecta que pintó Eitan Abramovich, reportero de la agencia AFP- para recuperar el sentido de la política, su poder de transformación.
En momentos en que se intenta justificar lo que nos pasa con la mera gestión de lo que hay, la sociedad argentina nos recordó el valor político, el poder transformador y la belleza de los sueños.
Nos recordó también que Nunca Más es nuestro piso, pero también nuestro cielo, porque eso son las utopías políticas.
Por todo esto, lo que hicimos juntos el 10M fue más que una movilización, una marcha o un acto.
Fue abrazo.