Brecha laboral

1 de mayo: Día del Trabajador ¿y la Trabajadora?

En nuestro país, las mujeres enfrentan mayores obstáculos que sus pares varones para insertarse en el mercado laboral y, lo que es más preocupante aún, enfrentan mayores restricciones tan solo para iniciar la búsqueda de empleo. Además, el sector ocupacional donde ellas se insertan, el nivel de formación que se les exige, así como la remuneración que reciben evidencian claras desventajas en relación con los varones. igualdad laboral

En Argentina, al igual que en el resto de los países de Latinoamérica, las mujeres enfrentan mayores obstáculos que sus pares varones para insertarse en el mercado laboral y, lo que es más preocupante aún, enfrentan mayores restricciones tan solo para iniciar la búsqueda de empleo. Asimismo, el sector ocupacional donde ellas se insertan, el nivel de formación que se les exige, así como la remuneración que reciben evidencian claras desventajas en relación con los varones.

Para comenzar, la tasa de actividad femenina está estancada desde hace 15 años en el país, mostrando una amplia brecha con la masculina, situación que se verifica también en la región. En nuestro país, en 2014 la tasa de actividad masculina fue un 54 % mayor que la femenina (71,8 versus 46,5 según el Ministerio de trabajo) que se explica –fundamentalmente- por la persistencia de estereotipos de género y una mayor participación femenina en las actividades de cuidado.

La presencia de niños y niñas menores en el hogar es un factor decisivo para la inserción laboral femenina. En los aglomerados urbanos del país, el 60 % de las mujeres con hijos trabajan, mientras que el porcentaje de las mujeres sin hijos que participan del mercado laboral es de 80 %. Lo interesante de este dato es que no ocurre lo mismo con los varones que son padres, para quienes no se evidencia una menor tasa de participación en el mercado laboral respecto de los varones que no tienen hijos.

A pesar de algunos cambios en el ejercicio de ciertos roles asignados culturalmente por el orden de género vigente, la división sexual del trabajo mutó pero no murió. Las mujeres siguen siendo mayoritariamente las responsables principales de la organización del hogar y el cuidado de niños. Según la última encuesta de trabajo no remunerado (INDEC, del año 2013), el 89 % de las mujeres realizan trabajo no remunerado en el hogar, porcentaje que disminuye a 58 % para los varones. Asimismo, el tiempo que las mujeres destinan a estas actividades casi duplica el que le dedican los varones: 6,4 horas versus 3,4 horas, respectivamente.

Incluso cuando las mujeres “cuidan” de forma remunerada, se ocupan en el sector del empleo doméstico que, a pesar de las mejoras en su formalización, sigue evidenciando condiciones más precarias de trabajo que otros sectores ocupacionales. Más importante aún es que según la Encuesta Permanente de Hogares, a datos del tercer trimestre de 2012, un 19,6 % de las mujeres ocupadas se inserta en este sector, casi todas provenientes de hogares de bajos ingresos.

En el otro extremo de la pirámide, quienes se insertan en sectores más formales enfrentan mayores restricciones para ocupar puestos de decisión. Si bien la participación de las mujeres en estos puestos mejoró en los últimos 20 años, todavía está lejos de lograrse la equidad. Solo 3 de cada 10 puestos de trabajo en los cargos de jefatura y dirección en el país son ocupados por mujeres. Es llamativo notar que la mayoría de esas mujeres tiene hijos mayores de 6 años, lo que muestra que existiría cierta dificultad para compatibilizar la tenencia de niños pequeños con una inserción en puestos de gran responsabilidad.

Por otra parte, las mujeres deben acreditar mayores niveles de formación para insertarse en un empleo. El 30 % de las mujeres que trabajan tiene educación superior, contra un 15 % de los varones. Las mujeres permanecen más tiempo en el sistema educativo, pero aun cuando ellas tienen mayores credenciales educativas, la brecha salarial sigue siendo importante. El salario promedio de los varones según el Ministerio de Trabajo es 31 % mayor que el de las mujeres. Si se tiene en cuenta el nivel educativo, la máxima brecha salarial se encuentra entre los asalariados que han completado la primaria (30 %), mientras entre quienes tienen educación superior o universitaria completa esta brecha se reduce al 18,6 por ciento.

A pesar de los avances logrados en la última década en términos de inclusión social, la mejora en la inserción laboral de las mujeres es un desafío pendiente que requiere la intervención de políticas que aborden el tema desde sus múltiples dimensiones. Una mayor y mejor participación de las mujeres en el empleo remunerado exige un Estado presente que invierta en cuidados y que posicione el empleo femenino como prioridad, acompañando este objetivo con políticas activas que amplíen el horizonte de posibilidades de desarrollo para las mujeres.

Se trata de un enorme reto de definición política frente al cual Argentina no puede permanecer indiferente. Celebremos el día del trabajador y la trabajadora, comenzando por garantizar equidad en el acceso y la permanencia de las mujeres en el mercado de trabajo.

 

(*) Investigadora asociada y analista, respectivamente, del Programa de Protección Social del CIPPEC

 

Imagen : www.mssi.gob.es