Yamilet Herrera Héctor. La Habana Cuba. 37 años. Auxiliar Pedagógica. 20 años de trabajo. Ciudad de la Habana, es la Capital de Cuba y esa condición le confiere a todos los que en ella habitan una especie de ventaja con respecto a los residentes en otras provincias del país. Tal y como ocurre en otras partes del mundo, si usted vive en la capital, entonces ello le dará un cierto toque de distinción. Pero si usted vive en determinadas zonas de la capital, entonces su ventaja puede aumentar. Al menos así lo percibe, no sin razón, el imaginario popular.
El municipio Playa, es una de esas zonas en Cuba, que le confiere a sus habitantes una especie de preeminencia tan sólo por el hecho de vivir en un lugar de la capital, que fue y es privativo de aquellas familias que en el capitalismo ostentaron el mayor rango, abolengo y poder adquisitivo dentro de la burguesía nacional. Una de esas zonas exclusivas y elitista que existen en casi todos los países del mundo. Y cuyos remanentes todavía se pueden percibir en sus actuales habitantes, blancos en su mayoría. La Revolución facilitó que muchas familias negras se establecieran en la codiciada zona residencial, pero lo cierto es que todavía hoy siguen estando en franca minoría.
Precisamente del municipio Playa, es Yamilet, una joven que nación y se crió allí, pero que nada tiene que ver con ese pasado y presente de lujo y ostentación que caracteriza a ese municipio.
Ella es una joven negra, procedente de una familia humilde y numerosa. Es la menor de tres hermanos y convive con otros nueve familiares en una sencilla y pequeña casa, en el reparto Ampliación de Almendares. Un barrio donde se observa una mayor presencia de familias negras, en su mayoría residentes en edificios de apartamentos construidos por la Revolución.
Para Yamilet vivir en Playa ha sido bueno, su infancia transcurrió como la de otros tantos niños de su edad y condición, sin grandes lujos, pero con el mínimo indispensable que le permitía el salario de su mamá, quien trabaja como cocinera en un círculo infantil.
Fue educada siguiendo las normas establecidas por y para el vecindario, siempre dentro de su casa, jugando a las muñecas, o a veces compartiendo travesuras con sus dos hermanos mayores, pero siempre dentro del reducido espacio de su vivienda, para evitar molestias a los vecinos, que por otro lado también mantienen sus puertas cerradas para evitar el trato excesivo con sus colindantes. Es el mismo patrón de conducta que ahora utiliza con sus dos hijos. Yunie, una muchacha de 17 años y Yulesis, un varoncito de 6 añitos, a los que ha enseñado a jugar y encontrar la manera de distraerse dentro de la casa sin molestar a los vecinos, ni a los muchos familiares que con ellos conviven.
Para Yamilet, una joven nacida y criada dentro de la Revolución, el proceso ha significado la posibilidad de estudiar de manera gratuita, participar por igual en todas las tareas y actividades que se convocan y sobre todo saber que nadie, al menos no de manera abierta, pueda menospreciar a ningún miembro de su familia, por el color de su piel o por su condición humilde.
Formada en una familia que conoció el capitalismo y que agradece a la Revolución tener un empleo decoroso, el respeto a sus derechos, su dignidad y su condición de ser humano, Yamilet, siempre tuvo muy claro el camino que debía seguir.
Con el ejemplo de sus hermanos que se graduaron de técnicos en contabilidad y el consejo de sus padres, la pequeña culminó sus estudios y se gradúo como Auxiliar Pedagógica a la edad de 17 años. Desde entonces ha trabajado en diferentes Círculos Infantiles y Escuelas Primarias.
Como otras tantas jóvenes revolucionarias, desde que tuvo edad y capacidad para hacerlo, se incorporó al Comité de Defensa de la Revolución (CDR) y a la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y desde sus filas ofreció su apoyo al proceso revolucionario.
Por más de dos décadas se ha desempeñado como dirigente de base, en su cuadra y zona atendiendo a las tareas del CDR y la FMC.
Sencilla, reservada, modesta, de mirada tranquila y sonrisa afable, Yamilet me confiesa que su mayor anhelo es vivir independiente, en una casa con el espacio suficiente para que sus hijos puedan jugar con amplitud y desarrollarse sin las limitaciones que ella vivió. Un hogar donde puedan tener la necesaria privacidad que se requiere para que cada persona para lograr un desarrollo satisfactorio y equilibrado.
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