Hoy, como en muchas oportunidades en que estuvo en juego un “clásico” de fútbol (esta vez fueron Boca- River) la violencia y desmanes perpetrados por simpatizantes de ambos equipos, llegó a niveles inusitados como romper autos, romper vidrieras de comercios, dañar todo lo que se encontrara a mano de los depredadores. Mirá los vídeos
Pensé en aquellxs que se espantan, cuando en las marchas de mujeres, se pintan algunas paredes- como en la dictadura militar- en que decíamos “cuando los medios y la gente calla, las paredes hablan”
Las pibas pintan y seguirán pintando paredes, porque están cansadas de esta sociedad hipócrita machista y patriarcal, de un estado que no da respuestas, del silencio cómplice. Porque se sigue naturalizando el acoso, los insultos, los golpes, el abuso sexual, las violaciones, la desaparición de niñas y mujeres víctimas de trata para explotación sexual, el disciplinamiento social sobre las identidades sexuales y de género disidentes.
Se escuchan muchas voces retrógradas, después de cada Marcha del Encuentro Nacional de Mujeres, después de cada manifestación de mujeres que honran las fechas de la agenda del movimiento de mujeres y del movimiento feminista, exigiendo al Estado que no financie o que prohíba, directamente, todas las actividades que tengan que ver con el reclamo de conquistas, restitución o ampliación de derechos para niñas, mujeres y comunidad LGBTIQ+.
Como si las mujeres no sumáramos con nuestro trabajo a la voracidad tributaria de los ingresos públicos. Trabajando dentro y fuera de nuestros hogares. Y militando para revertir las perversas políticas públicas de la inmoralidad neoliberal.
Hoy, en que todos los medios de comunicación con matices en los relatos, mostraron el vandalismo irracional machista, no se escuchó ni una sola voz, exigiendo que el Estado deje de financiar o prohíba para siempre, los encuentros futbolísticos masculinos o competiciones deportivas, que finalizan con desmanes, represión y muertos.
Por ello, es cada vez más importante y necesario, que las mujeres continuemos organizándonos, para designarnos y designar al mundo con nuestro lenguaje, para vivir, según nuestras propias normas morales, para vivir plenamente nuestra ciudadanía según la identidad sexual o de género con las que nos autopercibimos y para hermanarnos en la tarea de cambiar el mundo.