Pobre. Mujer. Analfabeta. Gitana.

Son cuatro estigmas que sugieren una red compleja de relaciones sociales, una carga semántica de sentidos históricos y culturales que juntos, irreversiblemente someten, de alguna manera, a la no inclusión.

El proceso de personalización de un sujeto social ajeno a nuestro entorno a veces no tiene tanto que ver con un sentido afectivo, aunque también interviene, sino más bien con una reconstrucción reflexiva acerca de lo que ese sujeto siente, piensa, de las razones de su exclusión, a fin de cuentas, de sentir una empatía o de «ponerse en su lugar». Es de esta manera como podríamos repensar a las personas o grupos que se mueven desde los márgenes, desde el diario vivir que implica la discriminación conciente o inconciente por parte de muchos miembros de la sociedad que si participan de la inclusión, de la dignidad de trabajar o educarse.

Sentada esperando ser atendida en un Banco público, «Esperanza», tal el nombre ficticio que proponemos para esta nota, espera que la llamen mientras amanta a su bebé de tres meses, con su blusa absolutamente suelta y sus pechos al aire, naturalmente y sin pudores. A su lado otras personas esperan. La acompaña una mujer y finalmente son atendidas.

Su bebé debe someterse a una cirugía cardiovascular en un mes y solicita una cuenta benéfica. Es imposible de explicar la insensibilidad de los directivos del banco desde una perspectiva psico-socio-afectiva, pero es abolutamente explicable desde la particular postura tecnócrata y burocrática , que da lugar a múltiples miradas e interpretaciones, que terminan siendo, para quién escribe esta nota, el reflejo de una «mentalidad», si cabe el témino, que no es privativa de una determinada personalidad sino de un SISTEMA creado para fabricar empleados funcionales, acríticos, impersonales y desinvolucrados. Antes que «buenas» o «malas» personas, «desafectas» o «desinteresadas», más bien podríamos estar en presencia de un SISTEMA no ingenuo, elaborado ad hoc, que previene el manejo de ciertas circunstancias desde un lugar «neutral».

De manera que abrir la cuenta para que las personas puedan donar dinero para afrontar gastos para un niño, requería de una obviamnete necesaria documentación que afortunadamente esta joven mujer portaba en sus manos y en original. Pero, como si fuera «natural» que recayeran una y otra vez los obstáculos sobre la marginalidad y la pobreza, en un círculo vicioso inabarcable de objeciones, la apertura de la cuenta no sería tarea sencilla. Había que pedir autorización a la casa matriz y eso -«tardaría entre 20 días y un mes»- «además estaban las fiestas de fin de año de por medio lo cual retrasaría el trámite seguramente-«, según el relato del funcionario del banco.

Fue una verdadera incursión etnográfica observar detenidamente los modos, las argumentaciones y la impersonalidad de quien daba las explicaciones. La funcionalidad a las normas y el desapego eran tan grandes que fue un verdadero festín de elaboraciones mentales que derivaron en esta nota, y que pusieron en primer plano todas las nociones acerca de como funcionan las sociedades, de como todo está «construido» ideológicamente para resolver quién tiene mejor y más rápido acceso a los beneficios y servicios que un estado de derecho ofrece, según sus argumentos, a «todos los ciudadanos».

Los pormenores de la situación continuaron, la mujer me explicaba que se le complicaba mucho andar con el bebé, porque entraba a lugares con aire acondicionado y salía a la calle con el sol fuerte y le habían dicho que lo evitara, y lo contaba desde un lugar también naturalizado, de aceptación de esa marginación, que también despertó muchas reflexiones y preguntas acerca de la auto percepción del marginado.

Y también la pregunta acerca de si en unas generaciones más sería tan «normal» y «natural» que alguien que pasara por esta experiencia tuviera estás espantosas respuestas. Y de que dependía que ello no sucediera? de la educación? de las actitudes individuales? de las políticas públicas? de los cambios burocráticos?

Uno de los requisitos para obtener la caja de ahorro era escribir una nota solicitando la apertura de la misma , y otro problema más surgió: «Esperanza» no leía ni escribía. Lo resolvimos rapidamente, pero sin embargo el impacto socio-afectivo creció inesperadamente… ¿Por qué no leía ni escribía? ¿Era una decisión personal? ¿familiar? ¿ERA UNA DECISIÓN? ¿Qué rol había tenido el Estado durante su niñez y adolescencia?
Una respuesta cómoda y simplista sería pensar su situación desde la particularidad de su grupo de pertenencia, la comunidad gitana, o como una actitud individual. Otra, quizá políticamente incorrecta, sería la perspectiva social, que entiende a los miembros de una sociedad en razón de pertenecer a la misma, más allá de su entorno o características, creencias o singularidades. Desde este lugar «Esperanza» empieza a dibujarse ante mis ojos como una «persona», que siente, que sufre, que está preocupada porque su cara es una expresión muy elocuente, esa mirada de resignación habla, hasta su silencio mismo habla como colectivo social.

La carita del bebé también genera reflexiones… ¿será un argentino más de la desdicha de la marginación, o tendrá otra oportunidad? ¿de quién dependerá eso? ¿será una decisión personal y familiar o un estado social lo que le permitirá crecer en todos sus derechos? ¿o ambas cosas?

El trámite quedó en la espera de ser concluido, con ese frío cálculo de papeles y tiempos administrativos, mientras se acerca el momento de la cirugía. Ella me contó que lo está medicando, porque habla muy poco, pero dice mucho.

¿Que está pasando en nuestra ciudad con todos los/as niños/as de la comunidad gitana que dan vueltas por las calles, siempre con sus madres, desparramndo lástima y miseria, generando rechazo y estigma? Son sólo niños/as y están entre nosotros, tienen sus sueños seguro…. A quién le cabe la responsabilidad por ellos, además de sus propias familias? ¿Las acciones individuales solucionarán el problema de éstas mujeres con sus hijos sucios y tirados en la puerta de la Iglesia, ya como «postal urbana» y «normal»? ¿ o será un Estado interventor el que tiene que considerar la inclusión? Mientras tanto, los «incluidos» podemos empezar por el respeto, la tolerancia, la «humanización» y la convivencia, y también la denuncia en el lugar correspondiente.