El feminismo en los medios hegemónicos

El feminismo mide

Este verano el discurso feminista tuvo su lugar como nunca antes en la televisión argentina. Las banderas de una lucha de siglos se desplegaron en los medios con una fuerza inusual. Las mujeres en el centro de la agenda.

Imagen : La Tinta

Un día de mediados de enero Araceli González se plantó en la mesa de Mirtha Legrand y criticó, firme, a Cacho Castaña. «Está demodé, tiene que evolucionar», dijo en referencia al supuesto chiste que el cantautor hizo frente a las cámaras de televisión y con el que se ganó el escarnio público: «Si la violación es inevitable, relájate y goza». Araceli habló de las responsabilidades que deben asumir las figuras públicas al abordar ciertos temas, y el feminismo la recibió con los brazos abiertos. Pero una semana más tarde, desde un móvil de Intrusos y partiendo de un error de concepto, la actriz sintió la necesidad de aclarar: «Yo no soy feminista. Las respeto muchísimo pero yo, la verdad, tengo un hijo varón hermoso, tengo un marido precioso y respeto mucho a los hombres». Esta vez en las redes sociales la castigaron. Araceli no lo sabía, pero había encendido la mecha para que el feminismo y sus banderas se popularizaran en la televisión argentina de la mano del aliado menos esperado: Jorge Rial.

Desde fines de enero, el conductor de Intrusos, un programa que desde hace 18 años expone en América TV las guerras más banales del mundo del espectáculo, sentó en su living a feministas de los orígenes más diversos e instaló en la sociedad un debate al que no se le daba pantalla. La acción tuvo rebote en todos los medios de comunicación.

Rial se define a sí mismo como «un machista en recuperación» y por eso recibe críticas por derecha y por izquierda. Pero es innegable que fue el primero en leer el contexto internacional y subirse al coletazo de la campaña del #MeToo (contra el abuso sexual) que tuvo un punto álgido la noche de la entrega de los Globos de Oro —que premian a los artistas estadounidenses de televisión y cine— con todas las mujeres vestidas de negro y lanzando contundentes mensajes feministas.

La problemática de la violencia de género está instalada en Argentina desde hace años. Las movilizaciones de #NiUnaMenos son un claro ejemplo. El próximo jueves 8 de marzo, en el Día Internacional de la Mujer, las calles volverán a poblarse. Además, en esa jornada se llevará a cabo una huelga de mujeres a nivel mundial.

Todos esos movimientos, que fueron creciendo con los años, explotaron en los medios cuando las celebrities de Hollywood gritaron que se había acabado el tiempo (#TimesUp). Y entonces el debate tomó otra dimensión. Ese fue el guante que recogió Jorge Rial.

Instalado

Pudo haber sido por convicción. El propio Rial proclama que tiene dos hijas adolescentes feministas y que eso lo interpeló. También pudo haber leído el contexto mediático. «El feminismo mide», asumió en el cuarto o quinto programa que le dedicaba al tema. El motivo, en este caso, es indistinto, porque instaló el debate. Y esa fue la lectura que hicieron las primeras invitadas para hablar del tema, todas militantes feministas que vienen de distintos lugares —orgánicos o no— que encontraron en Intrusos un camino legítimo para llegar a miles de hogares, miles de mujeres y, también, miles de hombres. Porque, esto es clave, el feminismo no es un tema de chicas, sino de todos.

Clarificar

Muchas de las preguntas que las feministas invitadas al living de Rial debieron responder a los panelistas de Intrusos partían de la desinformación. La politóloga Florencia Freijo, la comediante y guionista Malena Pichot y las periodistas Julia Mengolini y Luciana Peker cubrieron la primera semana del debate. «¿Las feministas odian a los hombres?», fue una de las dudas más repetidas. El cóctel funcionó: preguntas que surgían de la ignorancia sobre un tema y respuestas de referentes claves para el feminismo comenzaron a deconstruir esos lugares comunes instalados.

«No queremos salir a cortar penes con motosierras, no odiamos a los hombres, simplemente nos queremos a nosotras y exigimos equidad de derechos y libertad», dijo en un tuit la actriz y cantante Jimena Barón, que se subió al hashtag #soyfeminista que llenó las redes después de que Araceli dijera no serlo.

Para que la discusión en torno a la violencia de género devenga en un cambio social es necesario que el debate esté en la calle. Y, para eso, el feminismo debe interpelar a personas que, hasta hace poco, no sabían de qué se trataba.

Y aunque la palabra «feminismo» no es nueva (de hecho comenzó a usarse a fines del 1800) los programas de televisión de consumo masivo en la Argentina nunca se preocuparon por corregir errores conceptuales de base como el que planteó Araceli: que no es feminista porque tiene un hijo y un marido.

Las feministas que se prestaron al debate remarcaron por qué es tan importante clarificar estos términos: el feminismo no es la contracara del machismo, que plantea que, por naturaleza, el hombre es superior a la mujer. Quizá una de las definiciones más claras la haya brindado la periodista Julia Mengolini cuando se sentó en el living de Rial: «Es feminista aquella persona que advierte que existe una relación de poder desigual entre varones y mujeres y que eso le parece injusto».

Violencias y microviolencias

La expresión más extrema de la violencia de género son los femicidios. En Argentina, en términos estadísticos, se registran por día más de un asesinato de mujeres por el sólo hecho de serlo. Y lo cierto es que para encontrar una solución a ese problema es necesario hablar del tema. Cuanto más se instale el tema en la sociedad, cuantas más se charle, cuanto más se detecten socialmente situaciones de violencia que antes no entendíamos como tal, más cerca estaremos de una solución.

Lo dijo la actriz Florencia Peña, que también pasó por Intrusos: hoy Alberto Olmedo, o cualquiera de los llamados «capocómicos» de la época, no podrían hacer el mismo tipo de humor que hacían allá por los 70 y los 80 porque se avanzó en los debates y en el lugar en el que se pone a la mujer. «Estamos poniendo límites en cosas que antes estaban naturalizadas y que no naturalizamos más», dijo. «Yo sufrí muchas situaciones de acoso pero no me daba cuenta que lo eran. Que yo fuera a trabajar y me dijeran cosas de mis tetas o me las tocaran era algo que pasaba».

Antes de entrar en ese tema, los panelistas la habían consultado por su reciente maternidad. «¿Se está ocupando el padre de las tareas de mujer?», le preguntó Mariano Caparola. El micromachismo —esas marcas del machismo en las acciones y en el lenguaje que consideran natural la división de roles en la sociedad y que entienden que hay ciertas cuestiones de las que deben ocuparse las mujeres y no los hombres— pasó de largo, como muchos otros que se oyen todos los días.

«Que se hable de estas cosas acá sirve, porque es histórico lo que estamos viviendo», dijo la actriz, comediante y conductora radial Señorita Bimbo (Virginia Godoy) durante la segunda semana del feminismo en Intrusos. «Porque algo tan simple como hablar nos costó muchísimo tiempo. Porque son costumbres naturalizadas que están en cómo te tratan, en cómo te miran, en cómo te mirás vos al espejo. Que empecemos a hablar cambia todo, porque se mueve todo».

Pero Bimbo fue más allá: «El feminismo no es sólo igualdad de derechos y que no nos maten. Es fácil identificarse con eso y también es fácil tener distancia con eso, porque tal vez nunca te golpearon o porque no violaste a nadie. Pero la violencia sobre las mujeres se ejerce de muchas maneras. Por eso también uno critica estos espacios: porque la tele te dice todo lo que está mal en vos, no crea mujeres fuertes que crean que merecen ser bien amadas, que se imaginen en lugares de liderazgo».

Definiciones

El 2 de febrero Jorge Rial abrió el programa con el pañuelo verde de la campaña por la legalización del aborto atado a la muñeca. «Yo tengo dos hijas gracias a dos mujeres que no abortaron. Sin embargo tengo una posición tomada, que es estar a favor (del aborto)», sostuvo, y reclamó a los políticos que se hicieran cargo de la problemática. Veinte días después, desde Nación, anunciaban que trasladaría ese histórico reclamo al Congreso. ¿Intrusos de deconstruyó y desde ahora abordará los chimentos desde una perspectiva de género e inclusiva? Difícil hacer pronósticos, aunque Rial parezca prometerlo.

Algo es seguro: de a poco los lugares comunes, lo instituido como «lo normal», comenzaron a resquebrajarse. Un claro ejemplo es Araceli. Cuando la politóloga Florencia Freijo se sentó en el living brindó su definición de feminismo: «El feminismo no está en contra del hombre sino a favor de la humanidad», dijo, y explicó que el movimiento no lucha sólo contra la violencia física sino también contra la violencia estructural. Araceli llamó por teléfono: «Yo sé de lo que hablás y estoy de acuerdo con vos», y puso un sello: «Si eso es ser feminista, entonces soy feminista».