La Habana, septiembre.- Puestos de frente a la construcción cultural de su masculinidad y las inequidades, desigualdades y violencias que esta implica para las relaciones de género, no pocos hombres cubanos confiesan que se han redescubierto como personas.
Esa fue la impresión del ingeniero en transporte Alejandro López Corona, trabajador de una de las empresas pertenecientes al Grupo Industrial Refrigeración y Calderas, de la industria sideromecánica en la isla.
López participó en 2007 en un Taller de Sensibilización sobre Masculinidad y Violencia de Género, resultado de un programa del Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero (OAR), una ONG cubana.
La experiencia lo ayudó a cambiar sus relaciones familiares y laborales y le provocó necesidad de adquirir nuevos conocimientos sobre los temas de género, explicó en una ponencia durante un intercambio posterior, promovido también por OAR.
«Sentí la necesidad de trabajar en aras de que los hombres de mi colectivo laboral cambiaran de actitud con respecto a las mujeres y comprendieran que ser hombres no significa ser violentos», afirmó López.
Este profesional aprovechó reuniones matutinas y otros espacios de intercambio en su centro laboral para multiplicar los conocimientos que recibió en el taller sobre masculinidad y violencia.
Aunque sus compañeros no habían reflexionado mucho sobre el tema, la charla no cayó en saco roto y poco a poco generó otras acciones dirigidas a modificar las relaciones de género y reducir los niveles de violencia.
Una encuesta realizada por López, entre camioneros y otros trabajadores, acerca de su participación en las tareas domésticas hogareñas y la manera en que percibían la violencia intrafamiliar, psicológica y emocional, permitió visualizar las ideas prevalecientes sobre la masculinidad.
Un año después de emprender los primeros pasos, este ingeniero, criado en un medio familiar violento, asegura que se han logrado erradicar en su entorno laboral, «muchos comportamientos machistas, manifestaciones de lenguaje sexista, dándose espacio a las mujeres en la toma de decisiones».
Un taller se multiplica
«La experiencia de Alejandro López es muy interesante porque lo que ganó en nuestro taller lo puso en función de las relaciones en su trabajo y, además, ha propiciado nueva información a partir de sus acciones», dijo a SEMlac Zulema Hidalgo, coordinadora del Programa de Género y Violencia, de OAR.
«Me gusta mucho la manera en que él testimonia todo lo que pasa un hombre y los acomodos que tiene que hacer de su masculinidad para adaptarse al contexto cultural y social», agregó.
El taller que le dio impulso inicial a López fue resultado de un programa de OAR en comunidades capitalinas, dentro de un proyecto para ir fortaleciendo a líderes comunitarios en el tema de la violencia de género.
El trabajo con hombres fue una iniciativa nacida «de los talleres sobre género y violencia que tuvimos en diferentes comunidades de Ciudad de La Habana, a partir de las inquietudes de varios hombres, al reconocerse violentos», detalló Gabriel Coderch, coordinador general de OAR, en su artículo «Cambios sociales y nuevas masculinidades. Una experiencia con hombres».
«Estos hombres se encontraron de cara a un proceso de autoconocimiento, pero a la vez manifestaron querer salir de la situación anterior. A este grupo de reflexión le llamamos Hombres contra la Violencia y por la Equidad», precisó.
A juicio de Hidalgo, a medida que avanzaba la labor comunitaria fueron descubriendo que el trabajo individual con ellos era importante porque necesitaban ir deconstruyendo todas las inequidades heredadas para poder avanzar en una propuesta contra la violencia.
«Observamos que algunos miembros del grupo vivían con mucho dolor, al reconocer sus propios traumas y discriminaciones, sufridas y ejercidas, y que en muchos casos vienen desde la infancia», apuntó Coderch.
A medida que el trabajo avanzaba, la mayoría de estos hombres empezaron a manifestar actitudes de cambio, de compresión y pidieron que sus esposas se incorporaran a los talleres para que no siguieran «reproduciendo en lo doméstico los roles que le habían sido asignados», según el coordinador general de OAR.
Como fuente extra de aprendizaje y cooperación, durante las sesiones se les presentó la experiencia de la Asociación de Hombres Contra la Violencia de Nicaragua (AHCV).
«Juntos comenzamos a trabajar en la búsqueda de compromisos entre nuestros hombres y sus comunidades. Hoy se reúnen, buscan información y algunos ya se han insertado a una de las redes latinoamericanas vigentes de hombres contra la violencia», abundó Hidalgo.
Como Alejandro López, la mayoría de los hombres participantes en aquella primera experiencia han seguido trabajando en sus comunidades o centros laborales, e incluso en comunidades religiosas.
«Hacemos encuentros con ellos, dos o tres veces al año, de manera más general, pero se mantienen todo el tiempo haciendo su trabajo en la base», precisó Hidalgo.
En la mayoría de los casos, las acciones están vinculadas a los Talleres de Transformación Integral de barrios como Buenavista o El Canal, en los capitalinos municipios de Marianao y El Cerro, respectivamente, por solo citar dos casos.
«Todavía las acciones son puntuales, pero la idea es dotar a estos y otros hombres de metodología, información y herramientas para que puedan avanzar a un trabajo más sostenido, sistemático, en contra de la violencia», adelantó Hidalgo.