Violencia de género*

La IV Conferencia Mundial sobre la Mujer realizada en 1995 en Beijing, posicionó el tema de la discriminación de las mujeres en el centro del debate mundial y nacional. Concluyó con una Declaración y una Plataforma de Acción aprobadas por las delegaciones gubernamentales, que instalaron el compromiso de hacer realidad un programa mundial de igualdad y la protección de los derechos humanos de las mujeres. La Plataforma de Acción identifica un conjunto de áreas críticas o esferas de especial preocupación para el progreso de las mujeres: pobreza, educación, salud, violencia, derechos humanos, medios de comunicación, medio ambiente, participación en la economía y en la toma de decisiones.

Uno de los problemas subrayado por los movimientos de mujeres y uno de los más complejos y difíciles de erradicar, es la violencia contra las mujeres. Manifestación del poder ejercido por el colectivo de los varones para subordinarlas socialmente. Este fenómeno se arraiga en pautas culturales, tradiciones y costumbres que dañan a las mujeres de muchas maneras y que por la ?naturalización? de la violencia, que se ha producido a lo largo de la historia, impide reconocer que constituye un hecho de profunda discriminación que la afecta como persona y como ciudadana.

La violencia entre los géneros es un fenómeno marcadamente asimétrico, donde, en la vida adulta, los hombres se ubican mayoritariamente del lado del agresor y las mujeres entre las víctimas. Comencemos entonces por recordar algunos datos: una de cada diez mujeres es o ha sido agredida por su pareja (Rico, 1992) Según otras fuentes, entre un 20% y un 50% de las mujeres ha sido maltratada por un compañero sexual. El 75% de las víctimas de actos de violencia conyugal son mujeres, el 23% son casos de violencia recíproca y sólo el 2% son varones. Datos contundentes que refutan comentarios del tipo?los varones también son golpeados?, con los cuales se pretende ocultar o desconocer la gravedad de la violencia contra las mujeres.

La violencia contra las mujeres ha sido un instrumento privilegiado para mantener el sistema de jerarquías y ha sido ejercido tanto por los individuos- el caso de la violencia doméstica- como por los Estados: desde la quema de brujas del medioevo hasta la reducción a la esclavitud de las mujeres afganas por parte de los talibanes en nuestra época. Aún en los países desarrollados que cuentan con adecuados dispositivos legales, como Francia, la violencia contra las mujeres- física, sexual, psicológica- es un fenómeno generalizado. Una encuesta nacional reciente muestra que una de cada diez mujeres en Francia, es víctima de violencia conyugal, sumada a la que soporta en otros ámbitos.

También registra que, en el término de un año 50.000 mujeres, de entre 20 y 59 años, fueron víctimas de violación. Contra la idea de que hay un estereotipo de mujer violada, ser del sexo femenino constituye el principal factor de riesgo, cualquiera sea la edad y la apariencia. Esta encuesta permitió también, entre otras cosas , hacer evolucionar el concepto de mujer golpeada, peyorativo y reduccionista, hacia el de la mujer víctima de violencia, que remite a todas las mujeres.

Es, por lo tanto, muy importante analizar este problema desde una perspectiva que destierra la idea de la violencia contra las mujeres como un problema individual. Porque todavía se sigue pensando, en muchos ámbitos, que la violencia doméstica es una cuestión particular, y su explicación se afianza en una serie de mitos, que solo revelan justificaciones y la conveniencia de mantenerla como un problema privado que no debe trascender los límites del hogar. Por ejemplo, se dice entre otras cosas:

?algunas mujeres admiten los golpes como muestras de cariño? ( porque te quiero?)

?ellas provocan con su comportamiento la violencia del compañero?

?se debe callar para mantener la estabilidad y la armonía familiar?

?la violencia es un incentivo para las relaciones sexuales?

Es en su hogar donde las mujeres han sido, con mayor frecuencia, objeto de hechos atroces que son menos conocidos de lo que creemos, porque todavía se piensa que pertenecen al ámbito de la intimidad, de lo privado, y que no tienen porque salir de allí. Son muchos los condicionantes que hacen que las mujeres se resistan a denunciar casos de violencia que involucran a su pareja, generalmente el padre de sus hijos, y uno de ellos es la poca o nula respuesta que reciben de los organismos estatales. Es cierto que existen actualmente organizaciones dentro de la justicia que trabajan para modificar esta situación, pero aún así, resulta difícil para una mujer explicar en una comisaría o un juzgado que ha sido objeto de violación por parte de su marido, sin sentir que es culpabilizada, además de los trámites humillantes a los que se ve sometida.

Poseer un derecho significa, entre otras cosas, la posibilidad de demandar su incumplimiento. Para ello es necesario saber que se tiene tal derecho. En el caso de las mujeres, hay un campo específico dentro del cual es preciso trabajar este tema porque la lógica de la dominación de género impuesta en la sociedad se asienta en esta violencia simbólica, forma paradigmática de violación de derechos ejercida contra ellas, una violencia que no se ve, no se registra como tal y por lo tanto no se considera que haya sido violado ningún derecho que pueda ser objeto de reclamo.

Por otro lado, la propia legislación en vigencia para combatir la violencia contra las mujeres, especialmente la sexual, es deficiente y refleja cuál es la concepción generalizada acerca de varones y mujeres. Algunas investigadoras han realizado interesantes análisis sobre fallos judiciales en los que se pone de manifiesto la intervención de una perspectiva que asocia determinadas cualidades, funciones y capacidades con un determinado sexo, y eso se traduce en los fallos, ya que el juez actúa, a la hora de administrar justicia, dentro de un entramado de valores a los que adhiere, que pertenecen a su realidad social y que se expresan, a veces de manera inconsciente, en la formulación de sus sentencias y resoluciones.

En la actualidad, hay movimientos de mujeres, investigadoras feministas militantes por los derechos de las mujeres, que trabajan para que se identifique como violaciones de derechos humanos discursos, leyes y acciones que lesionan a la dignidad y la integridad física, mental y moral de las mujeres, y que todavía no son registrados como tales en la conciencia colectiva.

En síntesis, para poder ejercer acciones que proporcionen alguna posibilidad de modificar esa situación, se debe analizar y poner al descubierto los mitos culturales que sirven de base a las distintas expresiones de la violencia; se debe entender que ésta no es un problema individual sino social, se debe sensibilizar e informar- a través de todos los medios posibles: educativos, de comunicación masiva etc.- a mujeres y varones sobre la importancia de no callar ante hechos de violencia y trabajar para combatir sus causas y se debe promover una legislación adecuada para resolver las cuestiones donde se presente la violencia de género. Fundamentalmente se debe trabajar sobre los modelos familiares, proponiendo un funcionamiento intrafamiliar más democrático y otras acciones destinadas a que se haga realidad lo que declaraciones y convenciones en el mundo han consagrado como un derecho inalienable para todos, varones y mujeres : el resguardo de su integridad física, psicológica, mental y emocional.

* Construir la igualdad- Por una ciudadanía sin exclusiones, Palacios, María Julia; Carrique Violeta; colaboradoras: Luz del Sol Sánchez, Ángeles Urrizaga; 1º Ed.,Salta, Universidad Nacional de Salta, 2008.

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